Malas noticias

El mundo rico no asume al pobre. No tiene tiempo para escucharle. No tiene tiempo para abrirle paso. No tiene tiempo para más problemas. El mundo rico no tiene sitio para ellos, por lo tanto, no se complica la vida, no les da la cara.

Ya no existen los látigos de cuero para castigar al pobre esclavo desarmado, ahora imperan los billetes de vuelta; el destrozo de ilusiones que escarnecen sin sacar la sangre fuera; el fomento del hambre que mata poco a poco..., pero no hay látigos materiales que castiguen a los negros ilegales.

El mundo rico sólo se tiene a sí mismo. No tiene prójimo. Ha borrado la palabra de su léxico. El mundo rico olvida que: Una misma, pues, es para todos la entrada a la vida, y semejante es la salida (Sabiduría 7:6). Yo añado: Pero no todos nacemos con la misma dosis de amor en las venas.

El mundo rico ni siquiera ama a los que, siendo engendrados entre suyos, nacerían con defectos físicos o síquicos. Basta con que se sepa que el feto no va a alcanzar la estatura mínima prefijada por los cánones, los aborta. ¡Cómo va a querer el mundo rico a los extranjeros que llegan si no caben en el montaje que se ha hecho!

Jesús dijo: Porque a los pobres los tendréis siempre con vosotros... (Mt 26:11) A pesar de que el mar es para los negros ilegales una tumba en constante movimiento, a pesar de que en el mar les vigila el gran pulpo de la muerte para devorarlos, los negros ilegales no se rinden. Siguen y seguirán intentando venir hacia nosotros. Lo harán por sus hijos, por sus padres, por sus pueblos.

En fin, por su prójimo, pues, aunque muchos no sepan pronunciar esta palabra en nuestra lengua, la llevan grabada con fuego en el léxico interno.

Malas noticias para el mundo rico, al que no acompaño en sus sentimientos.