Dioses de pacotilla

El otro día, cuando iba por la calle, me entregaron la siguiente nota:


Es extraño ver como gente que se declara atea, al recibir el mensaje anterior, sea por el medio que sea, les nace una fe profunda en esos dioses de pacotilla. Una fe que les lleva a pagar, al final de la consulta sometida a horario, por una falsa solución a sus problemas. Como quien entra en un bar corriente, pide cualquier cosa para calmar su hambre, y al liquidar la factura, cree que ha comido lo mejor porque se siente satisfecho, sin darse cuenta de que al poco rato seguirá teniendo la misma necesidad. Digo necesidad de consolación. Poco después seguirá aumentando la sed de su corazón, pero como le han dado un vale de palabras melosas, el necesitado regresa de nuevo hasta hacerse cliente fijo del establecimiento que le vende, en porciones, la falsa ilusión de cada día.

Cuántas personas hay que no creen en el Dios de la Vida porque juzgan imposibles sus milagros, y caen como moscas, ansiosas de esperanza, en manos de farsantes como estos que ofrecen mensajes de vida adulterados.

Cuántas desconocen las promesas, los milagros, la salvación, la solución que hay en la Palabra del Señor, escrita en la Biblia.

La gente no cree en lo gratuito. La gente confunde la Luz de Dios con la de una caja de cerillas. Prefieren las cerillas porque están al alcance de su mano, porque las encienden y las apagan cuando quieren. Para eso pagan. La luz de una cerilla es como un títere que baila al son de quien la prende. Como los dioses de pacotilla bailan al son que prefieren los clientes. Están locos de remate.

Seguramente, si alguno de nosotros nos colocáramos en una esquina repartiendo, no digo Biblias, sino fragmentos de papel con versículos llenos de Vida, se alfombraría la acera con ellos sin siquiera leerlos.

Muchos no saben distinguir entre lo falso y lo auténtico. No ven la diferencia entre la comedia que interpreta un dios de pacotilla y el mensaje de Dios para esta vida y la eternidad.

Estos dioses de tres al cuarto que se promocionan en los distintos medios de comunicación, o en un simple trozo de papel, como es el caso que menciono, son narcisos que no pueden curar su propia enfermedad, porque la ignoran.

¡Cuánta tontura!