Esta es la historia de Sansón, ejemplo memorable de una prodigiosa fuerza de cuerpo y de lastimosas flaquezas de corazón, y de Dalila, mujer de costumbres más que sospechosas, causante de la ruina de Sansón, cuyo amor traicionó. La historia se cuenta en los capítulos 13,14, 15 y16 del libro de los Jueces, en la primera parte de la Biblia. Relato largo.
El nacimiento de Sansón, como el de Isaac, tuvo un origen milagroso. También al igual que Sara, la madre de Sansón era estéril. Un ángel le aparece y le dice: “concebirás y darás a luz un hijo” (13:5). “Y la mujer dio a luz un hijo, y le puso por nombre Sansón. Y el niño creció y Jehová lo bendijo” (13:24).
Dice un proverbio árabe que el hombre caprichoso no es un hombre, es una cosa.
Los caprichos convirtieron a Sansón, hombre superdotado, en una cosa en manos de sus enemigos.
La vida caprichosa de Sansón se abre quebrantando los principios religiosos en los que había sido educado. La Ley dada por Jehová a Moisés prohibía los casamientos mixtos (Éxodo 34:16); Josué 23:11-12). El joven judío se encapricha de una mujer que habitaba en la ciudad filistea llamada Timnat, hoy día una aldea a 25 kilómetros al sudeste de Jerusalén, de nombre Tibna. Los padres intentan persuadirle de su error. Le razonan: “¿es que no hay ninguna mujer en tu tribu o en todo nuestro pueblo, para que tengas que elegir esposa entre éstos filisteos incircuncisos? (14:3).
El caprichoso se aferra al deseo;
lo quiero, lo ordeno, esta es mi voluntad. “Sansón respondió a su padre: consígueme esa, porque esa es la que me gusta” (14:3).
El padre y la madre ceden. Desde Sorá, en la tribu de Judá, donde vivían, se trasladan a Timnat. En el camino un cachorro de león le salió al paso rugiendo. Sin nada en la mano, “Sansón desgarró al león como se desgarra un cabrito” (14:7).Llegado a Timnat “habló con la mujer y quedó prendado de ella” (14:7).
¿La había visto antes? A través de internet no pudieron conocerse, como ocurre ahora, ¿entonces? ¿Estuvo Sansón en Timnat anteriormente? ¿Algún amigo le habló de la mujer? No importa.
Comienzan los siete días que duraba el festejo de boda. Los padres de Sansón “dieron una fiesta como es costumbre entre los jóvenes. Los filisteos, por su parte, eligieron treinta mozos para acompañarlo” (14:10).
Sigue el caprichoso con sus veleidades.
Quiere jugar. Propone un enigma a sus jóvenes acompañantes: “del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura” (14:14). Se refería a la miel que había encontrado en las fauces del león. El tiempo pasaba y no conseguían resolver el enigma. Astutos, recurren a la esposa recién estrenada. Dicen a la mujer: “consigue que tu marido nos descifre la adivinanza. De otro modo, tú y tu familia seréis pasto de las llamas” (14:15).
El corazón de una mujer se conoce a través de los agujeros cuando se ve amenazada.
La esposa de Sansón claudica. Por miedo o por debilidad. En opinión de Cervantes:
Es de vidrio la mujer
pero no se ha de probar
si se puede o no romper
porque todo podría ser.
La mujer filistea, cuyo nombre no aparece en la Biblia, se rompió.
Traicionó a Sansón antes de que lo hiciera Dalila. Mimosa, dice al marido: “tú me odias, no me amas. Has propuesto una adivinanza a mi gente y no me la quieres descifrar” (14:16).
Sansón se resiste, pero por poco tiempo. Ella insiste. Difícil caer en los brazos de una mujer sin caer en sus redes. Escribe el autor sagrado: “ella estuvo lloriqueándole los siete días que duró la fiesta. Hasta que al séptimo día se la descifró, porque lo tenía aburrido” (14:17).
¡Pobre Sansón! No tuvo tiempo de leer a Salomón: “mujer de valía es corona del marido, la desvergonzada, carcoma de sus huesos” (Proverbios 12:4). La carcoma es una larva que se introduce en la madera y poco a poco va royendo el mueble. Así se introdujo la filistea en la mente de Sansón. Cuando obtuvo la confesión deseada “ella comunicó a su gente la respuesta del enigma” (14:17).
Al verse descubierto, Sansón supo de inmediato la causa y dijo al grupo de jóvenes: “si no hubieseis arado con mi novilla, no habríais descifrado mi adivinanza” (14:18).
Enfurecido, Sansón abandonó la fiesta y regresó a la casa familiar. El padre de la filistea la entregó como esposa a uno de sus compañeros.
Tiempo después, enamorado aún, Sansón viaja a Timnat. Dice al suegro: “quiero acostarme con mi esposa en la alcoba” (15:1). Este no lo permite. Responde que la mujer tiene otro marido. En compensación le ofrece la hermana menor. Sansón no acepta. Se marcha otra vez furioso y para vengarse de los filisteos “cazó trescientas zorras y ató los animales cola con cola poniendo una tea entre las dos colas; luego prendió fuego a las teas y soltó las zorras por las mieses de los filisteos” (15:4-5).
¿Dónde halló Sansón tantas zorras? ¿Cuánto tiempo tardó en atarlas por pareja?
Casi todos los episodios de la vida de Sansón están relacionados de una u otra forma con mujeres. No escarmentó con la filistea de Timnat. En otra ocasión viajó a Gaza, antigua ciudad cananea, presente hoy día en todos los medios de comunicación debido a los problemas existentes entre judíos y palestinos. Allí “vio una prostituta en cuya casa entró” (16:1). Advertidos sus enemigos filisteos “rodearon la casa y lo esperaron apostados en la puerta de la ciudad” (16:2). Siempre jugando con la fuerza que Jehová le había dado para que la pusiera al servicio de Israel, “Sansón estuvo durmiendo hasta media noche. A media noche se levantó, agarró las dos hojas de la puerta de la ciudad con sus jambas y su barra, las arrancó, se las cargó a la espalda, y las subió hasta la cima del monte que está en Hebrón” (16:3).
¿Qué tamaño tenían las puertas? ¿Cuánto pesaban? ¿Tanta era la fuerza de Sansón? ¿Pudo resistir para cargar con ellas hasta la cima de un monte?
En este punto de la historia el hagiográfo da entrada a
Dalila: “después de esto, se enamoró de una mujer de la vaguada de Sorec, que se llamaba Dalila” (16:4). Sorec estaba enclavada en un valle ancho entre Jerusalén y el Mediterráneo. Dalila también era filistea, tampoco judía como él. Salomón advirtió: “emparenta con la inteligencia, para que te proteja de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras” (Proverbios 7:4). Aquí está retratada Dalila, pero cuando Salomón encendió la luz roja en las relaciones hombre-mujer, Sansón llevaba tiempo muerto y enterrado.
Los filisteos continuaban tras la caza y captura del forzado héroe judío. Figurándose que tendría alguna parte vulnerable imaginaron robarle su secreto por medio de Dalila, una mujer de la que mal sabría defenderse Sansón. ”los jefes de los filisteos acudieron a Dalila y le dijeron: engáñalo y averigua de dónde le viene esa fuerza tan enorme, y cómo podríamos amarrarle bien fuerte y de esta manera dominarlo. Te daremos cada uno de nosotros mil cien siclos de plata” (16:5-6).
Poderoso caballero es don dinero, dicen que dijo Quevedo. Por dinero baila el perro, añade un refrán popular. Somerset Maugham escribió que el dinero es como un sexto sentido; sin él no podríamos desarrollar los otros cinco.
La avariciosa y engañadora Dalila entra en acción. “Como todos los días lo importunaba con sus palabras y lo tenía aburrido, le abrió todo su corazón” (16:16). Le confesó que su fuerza estaba en el cabello. Sansón era nazareo, una secta religiosa del antiguo Israel. Señal principal de todo nazareo era dejarse crecer el pelo. El escritor y humorista Jardiel Poncela afirmó que “lo único que a la mujer le interesa de la cabeza del hombre es el pelo”.
Lo mismo debió pensar Dalila. Corre y cuenta a los jefes filisteos su victoria. Estos acuden de inmediato. Eran cinco, luego la traición le deparó cinco mil quinientos siclos de plata. Una fortuna. Acto seguido Dalila duerme a Sansón sobre sus rodillas y llama a un hombre que le cortó las siete trenzas de su cabellera. Luego, la muy taimada grita: “Sansón, los filisteos sobre ti”. Sansón reaccionó, pensando, como otras veces, salir airoso. Pero a pesar de su cuerpo robusto, ya era tarde. La fuerza había huido de Sansón. Los filisteos se apoderan de él, le vacían los ojos y cargado de cadenas lo encierran en una cárcel donde daba vueltas a la rueda de un molino.
Tiempo después los filisteos celebran una fiesta en el templo de su dios Dagón. Estaban todos los jefes y unas tres mil personas. Mandaron llevar a Sansón para que les sirviera de diversión. ¡Qué cuadro tan patético! El hombre fuerte, el hombre caprichoso, convertido en un bufón hazmereír.
Los filisteos ignoraban que al crecerle el pelo en la cárcel le habían vuelto las fuerzas. En medio de la algazara Sansón, que no veía, pide a un muchacho que lo lleve hasta las columnas del templo. Agarrado a ellas, grita: “muera yo con los filisteos” (16::30). “Sacudió las columnas con todas sus fuerzas y el edificio se derrumbó sobre los jefes de los filisteos y sobre toda la gente allí reunida. Y los que mató al morir fueron más que los que había matado en vida” (16:29-30).
Así murió Sansón y tal fue la victoria de Dalila. Sobre su paradero después de la traición amorosa nada dice la Biblia. El ejemplo de su perfidia ha quedado como una prueba de la trágica influencia que una mujer puede ejercer sobre el hombre si ella se lo propone.
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