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Amor humano en la Biblia y la literatura (3)
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Jacob: trabajo por amor

El amor nos hace libres, pero al mismo tiempo nos convierte en esclavos. Nos emancipa y nos sujeta.
ENFOQUE AUTOR Juan Antonio Monroy 25 DE JUNIO DE 2014 22:00 h

Encuentro de Jacob y Raquel. Josef Ritter Von Führic (1800-1876, República Checa).


Jacob fue tercero en la línea de los patriarcas hebreos, hijo de Isaac y nieto de Abraham. Su nacimiento se registra en el capítulo 25 del Génesis. Aquí leemos que Rebeca, la madre, al dar a luz “resultó que había mellizos…Salió primero uno, pelirrojo y todo él velludo como un manto peludo, así que lo llamaron Esaú. Detrás salió su hermano, agarrada su mano al talón de Esaú. A este lo llamaron Jacob”. (Génesis 25:19-26).

En la etimología del Génesis el nombre Jacob significa “suplantador”, “engañador”. Ambas cosas fue este nieto de Abraham. Suplantó a Esaú ante el lecho del padre anciano y ciego para apropiarse de la bendición paterna, señal de la prosperidad futura, y lo engañó al asegurarse los derechos de la primogenitura a cambio de un plato de lentejas.

Dice el dicho popular que quien a hierro mata a hierro muere. El engañador fue a su vez engañado por un tío suyo de nombre Labán.

Nada produce mayor placer que engañar al engañador. Algo parecido ocurre en el amor. Decía Novalis que cuando una mujer engaña a un hombre no lo hace por capricho, sino por venganza, porque ella ha sido primeramente engañada.

Sin aludir para nada a la estratagema del fraude para conseguir la primogenitura, Isaac bendice a Jacob dándole la orden de no contraer matrimonio con una mujer cananea y pidiéndole ir a casa de Labán, hermano de Rebeca, y buscar allí esposa de entre la familia. El texto bíblico es explícito. Jacob sale de Beerseba, enclavada al sur de Canaán, y se dirige a Harán, ciudad de Mesopotamia, en la Turquía oriental de hoy. En su peregrinar llega a un pozo, lugar de pastores y rebaños. El pozo estaba cubierto con una gran piedra, que sólo se quitaba para abrevar a los rebaños. Jacob entra en conversación con los pastores. Al oír que eran de Harán, les pregunta por Labán. La conversación se anima. Aquí dejo que hable la Biblia. El original siempre es mejor que la imitación: “mientras Jacob hablaba con ellos, llegó Raquel con las ovejas de su padre, que ella misma pastoreaba. Cuando Jacob vio a Raquel, hija de su tío materno, Labán, con las ovejas de éste, quitó la piedra que tapaba el brocal del pozo y abrevó las ovejas de su tío Labán. Luego saludó a Raquel con un beso y rompió a llorar. Cuando Jacob le explicó a Raquel que él era hijo de Rebeca y sobrino de Labán, ella salió corriendo a dar la noticia a su padre”. (Génesis 29:9-12)

El inglés Derek Kidner, cuando comenta el Génesis, califica el incidente como “una soberbia entrada” de Jacob al núcleo familiar: “sabe cómo presentar sus acciones en la mejor forma coronando el golpe de fuerza con un acto de servicio, y este a su vez con el dramático anuncio”.

Por su parte, el ya citado Marco Schwartz concibe aquél primer beso de Jacob a Raquel como un flechazo amoroso.

En el amor, ¿existe el flechazo o es todo una fábula?

Según el alemán Karlheinz Deschner, el flechazo amoroso es irracional. Este autor concibe el amor como una escalera de cuatro peldaños. Primero es el conocimiento, imposible amar a alguien que no se conoce. Segundo peldaño la simpatía, conocemos a personas que no nos caen simpáticas. Luego viene el cariño, no a todos los que nos resultan simpáticos profesamos cariño. El cariño puede ser definido como afecto que tenemos a alguien, suele ser la antesala del amor. El amor propiamente dicho, esa desesperada y oscura necesidad de unir el corazón propio a otro corazón en el abrazo de los sentimientos, se encuentra en el último peldaño de la escalera.
A Cupido, deidad romana del amor, identificada con Eros, lo dibujan disparando la flecha a un corazón sediento de amor.

¿Fue un flechazo el amor de Jacob y Raquel? ¿Fue amor a primera vista?

La historia bíblica no se detiene.

Cuando Raquel, con la emoción a flor de piel cuenta al padre su conversación con Jacob, Labán “salió a su encuentro y, entre abrazos y besos lo llevó a su casa… Le dijo: no cabe duda de que perteneces a mi familia”. (Génesis 29:13-14).

Un mes permaneció Jacob viviendo a cuerpo de rey en casa de su tío Labán. Al cabo del tiempo éste le hace una propuesta que en principio parecía generosa, pero que implicaba mucho de egoísmo calculado. Dice a su sobrino: “tú eres pariente mío, pero no por eso has de trabajar gratis para mí. Dime qué salario quieres que te pague. Labán tenía dos hijas. La mayor se llamaba Lea y la menor Raquel. Lea tenía unos ojos apagados; Raquel, en cambio, era hermosa de los pies a la cabeza. Como Jacob se había enamorado de ella, contestó a Labán: trabajaré siete años a tu servicio para casarme con Raquel, tu hija menor… Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, pero estaba tan enamorado de ella que le parecieron unos pocos días”. (Génesis 29:15-18).

¡Siete años de trabajo por amor a una mujer! ¿Cabe en nuestra imaginación occidental siglo XXI que al pedir el chico la mano de su novia el padre le diga, bien, pero has de trabajar para mi siete años sin cobrar un euro?
Difícil.


El amor nos hace libres, pero al mismo tiempo nos convierte en esclavos. Nos emancipa y nos sujeta. Cupido, ya citado, el nombre del dios latino del amor, deriva de “cupere”, “desear con ansia, con pasión”. Cuando el amor y el deseo se apoderan del corazón no calculamos el precio. El argentino Cafrune, tocando su guitarra, decía que todo lo que vale cuesta. El amor es un lujo caro. Cuando entra en el corazón va royendo todos los demás sentimientos. Nada nos parece excesivo. Todo lo damos por poseerlo. Los más pesados trabajos nos parecen livianos.

Como le ocurrió a Jacob.

La boda –se ha dicho- es como una embarcación que lleva a dos personas al mar de la felicidad. Relativo.

El primer sueño sosegado de Adán fue una sorpresa. Al despertar tenía una mujer junto a él. También encontró una mujer Jacob en la mañana tras la noche de boda. Pero no la mujer que él quería.

Las bodas en tiempos de Jacob solían celebrarse con música, banquetes, bromas; por lo general, mujeres y hombres se hallaban separados durante las fiestas.

Se cumplieron los siete años de trabajos.

“Pasado ese tiempo, Jacob dijo a Labán: ya se ha cumplido el tiempo, dame a mi mujer para que me una a ella. Entonces Labán invitó a todos los vecinos del lugar a la fiesta de bodas”. (Génesis 29:20-22)

Ateniéndonos a lo que ocurrió después, Jacob encontró en Labán la horma de su zapato. Le hizo beber su propia medicina. El engañador resultó engañado. Llegada la noche llevó a su otra hija, Lea, a la cámara matrimonial donde esperaba el impaciente novio. “tomó a su hija Lea y se la entregó a Jacob, que se acostó con ella… al día siguiente por la mañana, Jacob se llevó la sorpresa de que se trataba de Lea y fue a protestar a Labán. ¿Qué nos has hecho? ¿No te he servido yo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?. (Génesis 29:23-25)

El libro del Génesis ha sido abundantemente comentado por judíos, mahometanos, católicos, protestantes, ateos, racionalistas y otros. Este incidente ha dado lugar a multitud de preguntas que no han tenido respuestas.

Admitiendo que Lea entrara en la cámara nupcial con el rostro tapado por un velo, ¿no se despojó del velo en toda la noche?

En aquella habitación, ¿no había ni un rayo de luz?

Siete años viviendo junto a dos mujeres, ¿no supo que se trataba de Lea y no de Raquel, por una palabra, por un gesto? ¿Permaneció Lea muda toda la noche?

¿Era sincero el enfado de Jacob con Labán o estaba interpretando otra de sus muchas farsas?

El incidente se arregla con una intervención astuta del interesado Labán. Dice a Jacob: “Aquí no es costumbre dar a la hija pequeña antes que a la mayor. Por eso cumple la semana de festejo que corresponde a la boda con Lea y entonces te daremos también a Raquel a cambio de otros siete años de trabajo a mi servicio. Así lo hizo Jacob”. (Génesis 29:26-28)

Reflexionemos. Si el amor que Jacob sentía por Raquel era tan fuerte que los siete años trabajados por ella le parecieron días, ¿por qué acepta festejar una semana con otra mujer, festejos que incluían relaciones sexuales?
A lo largo de siete años Jacob y Raquel vivirían como novios, esperando el cumplimiento del tiempo. Es de suponer que se hicieran promesas de amor. Jacob le diría un día y otro cuánto la amaba. Sin embargo, cuando se le presenta la oportunidad, festeja con la hermana. “¿Qué otra cosa podía hacer?”, preguntaba uno de los llamados padres de la Iglesia, Clemente de Alejandría, en el siglo III. ¿Qué? ¡Haberse negado! Si concluyó que se trataba de un engaño, ¿por qué continúo una semana más junto a ella? Si tanto amaba a una hermana, ¿por qué se entregó en brazos de la otra hermana durante siete días? ¿Qué habría hecho Jacob si Raquel hubiera pasado una semana de fiesta con su hermano Esaú? ¿Será cierto lo que escribió Shakespeare: “el amor y la razón no se acompañan. El amor es ciego y los enamorados no pueden ver las locuras que cometen?”.
 

 


1
COMENTARIOS

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Respondiendo a

Paola
06/07/2014
20:45 h
1
 
Excelente reflexión, bendiciones.
 



 
 
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