Una pequeña editorial de Barcelona, Libros del Asteroide, ha publicado ahora la historia autobiográfica del hijo del pastor presbiteriano Norman Maclean (1902-1990), que llevó al cine Robert Redford con Brad Pitt. Este fascinante relato nos cuenta la vida de dos hermanos, que fluye como un río, sin que podamos resolver muchos de los interrogantes que plantea el misterio de la condición humana. ¿Por qué dos hijos, criados en la iglesia, tienen una existencia tan diferente? El escritor –que llegó a ser profesor de literatura inglesa– se plantea al final de su vida por qué su hermano no quiso recibir ayuda, para descubrir que podemos amar, aunque no entendamos.
Este clásico contemporáneo fue publicado por la Universidad de Chicago
–donde enseñaba Maclean
– en 1976. Es curiosamente la primera obra de ficción que editó este centro académico. Tuvo excelentes críticas, y se ha reeditado constantemente. El autor rechazó dos ofertas de llevarlo al cine. Una tan avanzada, que alguien de la productora se presentó en su cabaña de Montana con un contrato listo para firmar, que despidió diciendo que “en el Oeste, lo despacharía a tiros, dejándolo de cebo para los coyotes”. La siguiente vino del actor William Hurt.
Para ganarse al escritor, Hurt le invitó a pescar, que era su gran afición. Maclean le exigió, antes de salir, que le enseñara su licencia. Cuando el actor le
dijo que no la necesitaba, el autor le dijo: “entonces, yo no pesco”. Al volver unos días después con la licencia, pescaron finalmente juntos. El actor estaba tan convencido de su arte para la pesca con mosca que pensaba que el papel del hermano de Mclean (Paul) era suyo. Para su sorpresa el profesor le dijo: “Eres bueno, pero no tan bueno como Paul”. Cuando el actor le propuso entonces hacer de él en la película, su respuesta no pudo ser más devastadora: “Claro, pero no tenía ochenta cuando ocurrieron los sucesos que cuento en la novela”.
El siguiente en intentarlo fue Robert Redford. Estaba tan obsesionado con esta historia que le invitó al festival de Sundance. Le gustó, pero le dijo: “verá, me ha llevado cuarenta años escribir esto, y ahora no voy a dejar que Hollywood lo convierta en pornografía”. Llegaron a un acuerdo en 1988, por el que el escritor revisaría el guión con derecho a veto. Murió en 1990, a los 87 años, pero Redford llevó a la pantalla en 1992 su libro, con extraordinaria fidelidad, como se puede comprobar al leer la novela.
EL PASTOR PESCADOR
El río de la vida es la primera de tres historias que contiene esta obra, que publicó el autor a los 73 años como su primera obra de ficción en su larga carrera académica. Es un relato autobiográfico de su vida en los años treinta, como hijo de un pastor protestante de origen escocés.
Habla sobre todo de la relación con su hermano, y su afición a la pesca. Sus primeras palabras comienzan también la película que dirigió Robert Redford:
“En nuestra familia no había una frontera clara entre la religión y la pesca con mosca.
Vivíamos en una zona de grandes ríos de truchas en Montana occidental, y nuestro padre era un ministro presbiteriano y pescador con mosca. Nos contaba que los discípulos de Cristo eran pescadores, y eso nos hizo pensar, a mi hermano y a mí, que todos los pescadores de primera del Mar de Galilea eran pescadores con mosca.”
Es evidente que la pesca se usa aquí como una metáfora de la vida misma. Los que no sabemos nada de pesca –yo intenté aprender un verano en Londres, cuando era adolescente, pero fácilmente me desanimé, por mi habitual torpeza–, podemos pensar que este es un libro para iniciados, pero no es así. De hecho, es un libro que habla tanto de la fe y la familia como de la pesca. Lo expresa así ya en la primera página:
“Es verdad que un día a la semana se entregaba por completo a la religión. Los domingos por la mañana mi hermano Paul y yo íbamos a la escuela dominical y después a los
servicios matinales para oír los sermones de nuestro padre. En el intervalo de las tardes de domingo, debíamos estudiar el catecismo menor de Westminster durante una hora y a continuación recitarlo antes de salir a caminar por la montaña con él, en el tiempo que le dejaban libre los servicios.”
LA GRACIA DELA VIDA
Aunque Maclean cree que nunca formulaba más que la primera pregunta del catecismo:
¿Cuál es el fin primordial del hombre? Respondían los dos juntos, para que pudiese continuar uno, si el otro se olvidaba:
El fin primordial del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él por toda la eternidad. La conocida respuesta de este documento reformado –que ha inspirado la obra de autores como Packer o Piper–, expresa la fe de su padre.
Maclean aprendió que el hombre es un desastre por naturaleza–como dice al principio de la película–, pero que por gracia puede volver a estar en armonía con Dios, recuperando el poder y la belleza.
En una semana normal de su infancia, el autor recibió tantas horas de instrucción de pesca, como de temas espirituales. Porque “hasta que el hombre sea redimido, siempre echará la caña demasiado atrás y demasiado adelante”. Ya que “es natural que el hombre procure alcanzar la fuerza sin la gracia”. El recuerda que, para su padre, “todas las cosas buenas –tanto la trucha como la salvación eterna– se adquieren por gracia”. El escritor intentó por eso conciliar su vida de periodista con “los objetivos de la vida que responden a la primera pregunta del
catecismo de Westminster”.
Su hermano Paul trabaja de guarda forestal, pero enseguida se aficiona a las chicas y las apuestas, olvidando las palabras “pintadas en una pared lateral de nuestra escuela dominical: Dios es Amor”.La dureza del hijo pequeño del pastor se muestra desde su resistencia a las gachas de avena, como su inclinación a las peleas. La descripción de su ropa coincide exactamente con la que Brad Pitt lleva en la película.
¿CÓMO AYUDAR A QUIEN NO QUIERE AYUDA?
Maclean recuerda que su hermano rechazaba siempre cualquier ofrecimiento de ayuda. El escritor lucha con la frustración de “cómo ayudar a alguien cercano, de quien piensa que necesita ayuda, aunque el otro no piense así”.No comprende a su hermano, pero quiere ayudarle, ser “salvador de su hermano”, en lenguaje bíblico.
Desde el principio de la Escritura, con la historia de Caín y Abel, entendemos que uno es “guardián de su hermano” (
Génesis 4:9). El problema es que, como el hijo mayor de la parábola de Jesús, cuando hablamos al Padre, consideramos a nuestro hermano perdido como si no fuera siquiera nuestro hermano –“ese hijo tuyo que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas” (
Lucas 15:30) –. El hijo pródigo tiene un fariseo como hermano. Tristemente, la Iglesia está llena también de hermanos mayores.
“La ayuda implica dar parte de ti mismo a alguien”, dice su padre, el pastor. Lo que pasa es que “pocas veces podemos ayudar a alguien, bien porque no sabemos qué parte dar o bien porque no nos gusta dar ninguna parte de nosotros mismos”. Además, “más veces de las que pensamos, la parte que se necesita no es la que se quiere”. Y lo que es peor, “más a menudo todavía, no tenemos esa parte que se necesita”.
EL HERMANO QUE NECESITAMOS
Gracias a Dios, tenemos un Hermano mejor. Alguien que no sólo va a una provincia lejana a buscarnos, sino que ha venido del cielo a la tierra.El no nos ofrece dinero, sino el coste infinito de su propia vida, para llevarnos a la familia de Dios.
Todos nos hemos rebelado contra el Padre. Maclean recuerda que “tiempo atrás había aprendido, para mi pesar a veces, que la piedad está acompañada por un conocimiento previo y completo del pecado”. Merecemos la alienación, el aislamiento, y el rechazo. El perdón tiene un precio, pero nuestro Hermano mayor ha pagado la deuda, en la cruz, por nosotros. Su amor sacrificado cambia las cosas.
Despojado de su dignidad, es exhibido desnudo en la cruz, para que nosotros podamos disfrutar de su dignidad hoy. Si Él fue despreciado, es para que nosotros podamos entrar en su familia, por la gracia de Dios. Bebió la copa de la justicia eterna, para que podamos levantar la copa de alegría, por el gozo del Padre. Si el Señor del Universo nos ama tanto, ¿de qué podemos tener miedo? “Podemos amar completamente, sin entender completamente”.
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