Escribí la pasada semana sobre la herencia macabra que nos legó el siglo XX. Ya hemos vivido casi doce años del XXI.
Los evangélicos hemos aumentado en número. Aún así, tenemos un reto, un desafío ante nosotros. Llegar con la doctrina de Cristo, con la obra de Cristo, con la vida de Cristo a los habitantes del país, a quienes viven en las grandes ciudades, en los pueblos y en las aldeas arrinconadas por toda la geografía española.
Para esta tarea hay que medir las fuerzas. Las partes enfrentadas han de conocerse.
La España no evangélica no tiene interés alguno en conocer a la España Evangélica. Es esta la que ha de conocer a la otra, si quiere aproximarse a ella.
Esto ha de hacerse previo estudio de la sociedad.
Trabajar a ciegas cada cual en su local de cultos, sin asomarnos al alma del pueblo, no nos garantiza el éxito.
Uno de los principios de la sociología es el estudio de los fenómenos sociales, determinar los fines de la conducta humana. Algo que nosotros hemos de tener siempre presente.
¿Cómo es la sociedad española a la que pretendemos llegar con el mensaje de redención en los próximos años, en esta andadura del siglo XXI?
SUPERFICIALIDAD
La sociedad española se mueve en un ambiente de superficialidad que afecta a casi todas sus estructuras.
El catedrático de psicología de la Universidad de Madrid, Enrique Rojas, tiene un libro titulado EL HOMBRE LIGHT.
Yo regalé ejemplares de este libro a algunos líderes evangélicos. Rojas hace el retrato de la sociedad española. Una sociedad parecida a los productos light de nuestros días.
Comidas sin calorías. Cerveza sin alcohol. Azúcar sin glucosa. Tabaco sin nicotina. Coca Cola sin cafeína. Mantequilla sin grasa. Café descafeinado. Leche desnatada, etc.
Vivimos en una sociedad descafeinada, frívola, vacía. Esto se advierte especialmente en los programas ñoños de la Televisión, la Televisión basura.
Los programas de humor han degenerado en programas cuentachistes, en su mayoría groseros, sin gracia.
Millones de personas ven cada noche estos programas, chabacanos en unos aspectos y carentes de profundidad en otros.
Los programas televisivos son el reflejo de la sociedad.
El Evangelio es profundidad, investigación, análisis. El español de hoy no profundiza. No le importa la trascendencia.
SECULARISMO
La Constitución de 1979 dice que España es un país aconfesional. En nuestra Carta Magna al menos, España dejó de ser católica, como pedía Azaña.
Pero España, ahora, tiene una nueva religión cuyos dogmas lo impregnan todo: El Secularismo.
España no sólo ha dejado de ser católica; también ha dejado de ser religiosa.
En el libro ESPAÑA 2000, ¿CRISTIANA? Publicado por María José Francés, se dice que 70 españoles de cada 100 no entran jamás a un templo religioso.
Otros estudios aumentan estas cifras y afirman que son 83 de cada 100 españoles los que no quieren saber nada con la religión.
Y los que aceptan alguna responsabilidad en sus parroquias de barrio no pasan del 4 por 100.
El Secularismo, que echó sus raíces en la Revolución francesa, late en el seno de la sociedad española ahora mismo.
Trata de conformar la totalidad de la existencia a una concepción puramente racional, desconectada de toda idea religiosa, en permanente rebeldía contra lo sobrenatural y contra la vida futura.
Como en los días del salmista, los españoles de ahora mismo gritan a Dios: “Rompamos sus ligaduras; echemos de nosotros sus cuerdas” (Salmo 2:3). Dios no interesa porque rompe los moldes de vida de la sociedad, descompone el cuadro.
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