Siendo presidente del club de fútbol Atlético de Madrid, Jesús Gil, dijo en una ocasión al delantero brasileño Baltasar: -Menos leer la Biblia y a marcar más goles.
Por entonces dos cristianos evangélicos,
Baltasar y Donato, formaban parte del equipo. Donato fichó por el Coruña, donde encontró a un hermano en la fe, el canario
Valerón.
En varios equipos de nuestra liga juegan hoy futbolistas protestantes. Pero ¿cuántos son españoles? La cuenta exacta la lleva en Galicia
Jaime Fernández, ministro del Evangelio, cristiano de primera, consagrado al mundo del deporte. Interrumpo la escritura y telefoneo a Orense.
Fernández me confirma que español, español, sólo tenemos a Valerón. Contamos con otros dos evangélicos en primera que, aunque nacidos en Brasil, tienen nacionalidad española:
Sena en el Villarreal e
Iriney en el Betis.
¿Qué más?
Nada más.
En los equipos que componen la primera y segunda división sólo hay un futbolista protestante nacido en España: Valerón.
Lo que digo de futbolistas puede ampliarse a otros deportes. ¿Tenemos protestantes tenistas, ciclistas, motociclistas, atletas, nadadores, boxeadores y de otras disciplinas deportivas? Hasta donde yo conozco y me encantaría ser rectificado, sólo alguno. ¿No nos da vergüenza?
La tauromaquia no es precisamente un deporte, algunos lo llaman arte, es igual. ¿Cuántos toreros protestantes lidian en los ruedos? ¿Alguien lo sabe? Yo no conozco ni uno. Hubo un tal Juan García, apodado Mondeño, torero fino, elegante, en la línea de Manolete, que dejó la capa y la muleta e ingresó en una residencia del Opus Dei. Pero al poco tiempo de vida religiosa hizo lo que Peret entre nosotros, desertó, se fugó, dijo “esto no es lo mío”. ¿Alguna iglesia protestante de España se interesa en ganar para Cristo a éstos hombres que se juegan la vida en las plazas, y que además del cuerpo pueden perder también el alma?
Cierto que el sistema de vida que las iglesias impone a los jóvenes no les deja suficiente tiempo libre para practicar deportes. Tanto los que estudian como los que trabajan sólo pueden arrebatar a las obligaciones, como mucho, un par de horas en los días de semana. El domingo está consagrado todo él a la iglesia y algunas de ellas reclaman también el sábado para lo que llaman reunión de jóvenes. ¿Qué tiempo les resta para dedicarlo al deporte de su preferencia?
Criticamos, y con razón, el excesivo culto al cuerpo que tributan jóvenes en el mundo secular, llegando hasta la adoración de la carne. Esto es verdad. Pero también lo es que en iglesias protestantes se reclama ese tributo de adoración sólo para el alma, marginando la atención que se debe a los miembros del cuerpo, la necesidad de mantenerlos en adecuada, ya que no excelente, forma física. Si nuestros cuerpos son para el Señor, como dice el apóstol Pablo, ¿permitiremos que enflaquezcan, se debiliten, se tornen canijos por falta de ejercicio físico y la práctica de algún deporte?
Existen asociaciones nacionales que agrupan a periodistas, médicos, abogados y otros licenciados universitarios protestantes. Si existe algo igual con respecto a los deportistas, poco se la conoce. Y si no la tenemos habría que crearla.Sus miembros podrían y deberían relacionarse con deportistas católicos o no católicos y compartir con ellos las excelencias de la fe cristiana.
También las congregaciones locales tendrían que unirse a esta tarea. A muchos protestantes les gusta el fútbol. Siguen a sus equipos preferidos. ¿Por qué no llevar a cabo una labor epistolar de testimonio? ¿Por qué no escribir cartas a los jugadores admirados, explicarles el mensaje del Evangelio y enviarles literatura nuestra?
El fútbol, por quedarme en este deporte, engancha. ¿Quién dice que en nuestras congregaciones no hay niños y adolescentes fanáticos del deporte del balón y de los 22 jugadores? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los desanimamos con el refrán cantarín de que eso es cosa del mundo y del mundo hemos de guardarnos?
¿Se ha pensado en lo que supondría para el protestantismo español tener jugadores en primera y segunda división de la liga? ¿Tenistas disputando la copa Davis, corredores de Formula I, boxeadores compitiendo por el campeonato mundial de los pesos pesados o toreros llenando en tardes de corrida las plazas de las grandes ciudades? ¿Estoy disparatando? Creo que no. En todo caso estoy soñando. Soñar es también una opinión. Es cierto, como se le ocurrió decir a Jardiel Poncela, que en la vida pocos sueños se cumplen. La gran mayoría de los sueños se roncan. Si es verdad que pocos sueños se cumplen, ¿no podrían cumplirse los que aquí estoy desahogando?
Siguiendo en el fútbol, tengo una idea. Podríamos constituir una liga protestante. Estaría compuesta por 17 equipos, uno de cada autonomía. Estos equipos jugarían entre si en fechas que se determinarían. No se crea que siempre ganarían Madrid o Barcelona. En comunidades tales como Valencia, Andalucía, el País Vasco, Canarias y otras hay suficientes jóvenes en las iglesias para formar buenos equipos y la competencia sería dura. Piénsese en el impacto mediático que esta liga tendría. Estaríamos, como mínimo, sábados, domingos y lunes en prensa, radio y televisión.
La empresa que propongo no es descabellada ni difícil de llevar a cabo. Han de surgir los que estén dispuestos a ponerle el cascabel al gato y echarla a andar. Para que nuestros jóvenes corran por los campos de fútbol ya se encargará Dios de empujarlos.
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