En este repaso que estoy haciendo a los desafíos y posibilidades que tiene el protestantismo español en los tiempos que corren, pregunto: ¿por qué no pensar también en la evangelización–cristianización de los artistas?
El crítico literario alemán Augusto Schegel escribió en su día que “puede ser artista solamente aquél que tiene una religión propia, una idea original del infinito”. Me parece pedir demasiado. Infinidad de artistas son muy buenos en su profesión aún careciendo de religión propia y de no tener interés alguno por las cosas de Dios. Pero ¿por qué no aceptar el juicio del germano?
¿por qué no mentalizarnos, nosotros los cristianos, que una vivencia religiosa en profundidad y una preocupación por la vida en el más allá, que cambia a las personas y las hace felices, son también aplicables a los artistas?
El artista es más completo cuando la cabeza, el corazón y el alma funcionan al unísono. Palabras de Jacinto Benavente: “Se ha dicho que los artistas con seres superficiales, inmersos en el mundo farsante de la farándula, alegres y jaraneros, incapaces de tomar en serio los grandes misterios de la vida. Yo, que los conozco, creo que se trata de un juicio errado e injusto”.
Tomemos nota de esto que afirma el gran dramaturgo madrileño, Premio Nobel de Literatura en 1922.
En medio de una sociedad materializada todos los humanos que la habitan tienen necesidad de Dios. De un Dios metafísico y de un Cristo Redentor. Los artistas también, porque también para ellos el mundo toca en Dios mayor llamada al interior del alma.
Surgen las preguntas: ¿Cuántos actores y actrices protestantes actúan en obras que se representan a diario en teatros de toda España, principalmente en Madrid y Barcelona? ¿Cuántos trabajan en series de televisión? ¿Cuántos interpretan películas? ¿Quién responde? ¿Se acerca a ellos la Iglesia? ¿Cree posible su conversión a Cristo o ve en los artistas un mundo artificial y bullanguero, incapaz de pensar con la profundidad que el Evangelio requiere?
En algunas iglesias de nuestro entorno protestante han destacado chicos y chicas con inclinaciones al universo artístico. En lugar de animarlos a seguir hasta la cumbre, se les ha desanimado con el absurdo pretexto de que esas son cosas del mundo y que en ese medio estaban expuestos a perder la fe. Hace años realicé un viaje a Ibiza para bautizar en playas de la isla a cinco personas que habían llegado al conocimiento de Cristo a través de mis programas de radio. Días después de regresar a Madrid el pastor Humberto Capó, enterado de todo, me envió una carta muy amable. Decía que en Ibiza llevaba muchos años trabajando la Iglesia Evangélica Española y, si yo no tenía inconveniente, incorporaría a la misma la obra que había comenzado allí. No tuve inconveniente. Además, Ibiza quedaba lejos de Madrid y difícilmente yo podía dar seguimiento al grupo inicial.
Bien. Entre las pocas personas que acompañaban a quienes habían pedido el bautismo, casi todos familiares, se encontraba un hombre de unos 35 años, atractivo. Pude hablar con él mientras tomábamos café. Me contó que había trabajado en teatros de Madrid junto a Conchita Velasco y Gracita Morales, en obras de Alfonso Paso. Que sentía pasión por el teatro. Fue convertido a Cristo en el seno de una Iglesia pentecostal. Al poco, el pastor le dijo que debía dejar el teatro, que eso era cosa del mundo y que en esos círculos podía perder la salvación. El hombre, cuyo nombre no recuerdo, obedeció. Dejó el teatro. Tiempo después dejó también la iglesia. Dejó a Dios. Se trasladó de Madrid a Ibiza. Frecuentó el mundo oscuro del alcohol, la droga y las mujeres. Estaba allí porque era conocido de uno de los que iban a ser bautizados. “Aquel pastor truncó mi carrera artística –dijo-. Cuando quise regresar a los escenarios se me había pasado el tiempo. En aquella dura competencia no había papeles para mí. Y aquí estoy, viviendo el día a día, sin creer en nada, sin pensar en mañana”.
Estuvimos escribiéndonos un tiempo después, hasta que él interrumpió la correspondencia. Nada he vuelto a saber de aquella víctima del torpe y obtuso pastor.
Quienes mantienen que es pecado ser artista no perciben que el pecado está a la puerta de la calle, incluido el interior de las congregaciones. Si se quiere proteger del pecado a miembros de las iglesias habría que levantar muros de separación por todas las esquinas o llevarlos a vivir a los picos más altos de las montañas, pero uno a uno, solos, porque donde convivan dos ya convive el pecado, por muy santos que sean.
Lo que pasa con actores y actrices puede ampliarse a los cantantes.¿Cuántos cantantes protestantes hay en España que sean conocidos en el mundo secular a nivel nacional? Sé, porque los conozco, que en esta iglesia y en aquella, en la de más allá y en la demás acá, hay grupos de creyentes que le dan a la batería y al micrófono. Pero su radio de actuación es local, en algunos casos comunitario y siempre en las iglesias. Tenemos a Lole y Manuel, gitana flamenca que en un tiempo tuvo prestigio, pero que nada se sabe de ella ahora. Tuvimos a Peret, quien llegó a nosotros en momentos de crisis interior y por el exterior se escapó, se fue, abandonó la Iglesia, ignoro si mantiene la creencia en Dios. Acaba de salir una biografía que cuenta su vida. La he comprado, pero no la he leído aún.
Tenemos también, afortunadamente, a Marcos Vidal. Un hombre de Dios. Un hombre que siente y practica la fe en profundidad. Un hombre que ha llevado y sigue llevando a mucha gente a los pies de Cristo. El problema con Marcos Vidal es que la productora norteamericana de sus discos lo mantiene en el ámbito religioso, no lo lanza a horizontes seculares como ocurre, por ejemplo, con el dominicano Juan Luis Guerra.
El pasado lunes 6 de febrero murió en Barcelona el pintor Antonio Tapies a la edad de 88 años. La fallecida periodista Sol Alameda le hizo una entrevista en octubre de 2004. Entre otras cosas, el pintor confesó a la periodista: “Voy a la caza de almas, no de masas”.
Aprendamos: No podemos hacer campañas de evangelización sólo para artistas. Hasta Billy Graham o Luis Palau fracasarían. Hay que acercarse a ellos uno a uno. Suelen ser personas endiosadas, mayormente cuando están en la cúspide de la fama. Pero no son inabordables. Podemos acercarnos a ellos hablándoles, por ejemplo de la diferencia entre placer y felicidad, como distinguió Cristo en su conversación con una mujer de Samaria. Beber del agua que llega por tuberías turbias produce más sed. Esto es placer. Beber del agua que Cristo ofrece y que emana del interior del ser, es felicidad. Se pueden ilustrar estas ideas con la verdadera historia del gran humorista inglés Garrik, quien después de hacer reír a todo París acudía a los médicos para que curaran sus depresiones. Soberbio el largo poema que el mejicano Juan de Dios Peza compuso en torno a la figura de Garrik.
Las iglesias protestantes españolas deberían tener en cuenta las necesidades espirituales de los artistas y estudiar métodos de acercamiento a ellos.
Si quieres comentar o