UN CRUCE DE CAMINOS.
Cuando los jóvenes no tienen ideas claras sobre qué camino han de seguir.
Dos jóvenes se encuentran en una calle de Londres. Uno pregunta al otro: "¿Adónde vas?". "A ninguna parte", responde el interpelado. Y el primero: "Pues entonces voy contigo".
Este diálogo, que pone de manifiesto el drama de una juventud sin futuro, es estremecedor. Cuando los jóvenes no saben adónde ir, se quedan estancados en el pantano de la vida. Cuando no hay un sol que ilumina el camino y señala los pasos hacia el futuro, el panorama es desolador.
La vida hay que vivirla con significado, con propósitos definidos. Mirando hacia adelante.
UN RUMBO A SEGUIR.
Una definición de
encrucijada es cruce de caminos. Otra definición, deducida, es no saber qué rumbo seguir en la vida.
Tolstoi nos cuenta la historia de un vagabundo que solía dormir en cualquier cruce de caminos. A la mañana siguiente sacaba el pañuelo y tomaba el camino que le indicaba la dirección del viento.
Los jóvenes no pueden adoptar actitudes semejantes. Se nos da la vida vacía, y cada uno de nosotros tiene que llenarla por sí mismo.
JÓVENES EN LA ENCRUCIJADA.
El mundo de los jóvenes se presenta hoy lleno de confusiones y con tremendos desafíos a la conciencia.
Drogas, alcohol, sexo, teleadicción, espectáculos, música, pasotismo, aburrimiento, acoso social, consumismo, increencia, irresponsabilidad, competencia, falta de estímulo, desesperanza, crisis de personalidad, desengaños amorosos, conflictos familiares, inseguridad ante la vida.
TENENCIAS Y CARENCIAS
No cabe duda de que los jóvenes viven en un mundo distinto. Tienen muchas cosas, pero les falta otras.
El novelista
Glenden Swarthout tiene una novela titulada
Donde se reúnen los muchachos.
Uno de los personajes de la novela, Basil, un chico joven, dice: "
Eso es lo malo con la juventud hoy en día. No tenemos sentido dramático. Hemos sido excluidos del derecho innato de todas las generaciones, y éste es el conflicto, la esencia del drama. Los años veinte lograron hacerse con una reputación de constructivos; los treinta, como años de luchas económicas; los cuarenta tuvieron su guerra mundial. Pero nosotros no tenemos ni un maldito contraste. Tenemos granos, pero no sufrimientos; dinero, pero no riquezas; silencio, pero no profundidad; artistas, pero no gigantes; delincuencia, pero no maldad; televisión, pero no discernimiento; tristeza, pero no tragedia; premios, pero no recompensas: caos, pero no anarquía; filosofía, pero no plan; ardor, pero no pasión; dracon, pero no arpillera; felicidad, pero no dicha; música, pero no canto; seguridad, pero no paz; ira, pero no rabia; coches, pero no mapas; sexo, pero no placer; tenemos rebeldía sin amotinamiento, tolerancia sin amor, muerte sin remordimientos, cinemascope sin imaginación, desafío sin causas, risa sin humor, vicios sin pecado, individualismo sin identidad, ideales sin sueños, desprecio sin odios, dolor sin agonía; hemos sustituido la inocencia por la ingenuidad, el néctar por la cerveza, la melodía por el ritmo, la cobardía por el temor, la belleza por el encanto, la fe por la religión, la desesperación por el aburrimiento, la alegría por la circunspección, el ateísmo por la duda, la burla por el cinismo, el valor por la osadía, la santidad por la virtud, el tormento por la insatisfacción; tenemos extremos en lugar de límites, exudaciones en lugar de sudores, cuestionarios de inteligencia en lugar de intelectos; lo tenemos todo para vivir a excepción de la única cosa sin la cual no puede vivir el género humano: algo por lo que morir ligeramente -no mortal, sino suficientemente-, y lo necesitamos de modo tan patético y tan crucial, que yo siento pena por nosotros hasta las más frías zonas de mi alma".
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