Cardona estuvo siempre arropado por un consejo, compuesto por uno o dos miembros de cada denominación representada en la Comisión. Yo formé parte de estos consejos durante un largo período, casi cuarenta años. Llegué a presidir la Comisión en varías ocasiones. Solíamos reunirnos como mínimo una vez al mes, y en casos excepcionales, que eran frecuentes, cuando los temas pendientes sobre la mesa lo exigían. Hablábamos, dialogábamos, discutíamos más de lo necesario, analizábamos la situación, trazábamos las líneas a seguir y finalizada la reunión cada uno de nosotros regresaba a su casa.
Punto aparte: ¿Alguien se enfadará conmigo si digo, con todas las consecuencias y asumiendo mi responsabilidad, que aunque estos consejos funcionaron siempre, y hombres competentes le ayudaron en su trabajo, la Comisión de Defensa Evangélica era José Cardona? He escrito en el titulo que era el alma. Fue más que eso: el alma, el corazón, la mente, el sentimiento, el motor de todo lo que se ponía en marcha. El hombre pastoral, el hombre político, el hombre que sabía diseñar la estrategia adecuada en cada caso. Nosotros, miembros del consejo, nos poníamos galones, pero en el frente estaba él, recibiendo los disparos y parando las balas.
Biografía: José Cardona nació en Denia, Alicante, el 17 de noviembre de 1918. Tenía 11 años cuando dio testimonio de su fe en Cristo. Poco después ingresó como estudiante de la Biblia en un seminario situado en Benidorm. Compaginaba los estudios teológicos con los seculares.
En 1938, cumplidos veinte años, fue movilizado por el Ejercito de la República. Por entonces ya predicaba en iglesias de Alicante, Valencia y Murcia.
Tomado como prisionero por las tropas de Franco, estuvo en un campo de concentración hasta abril de 1940. En 1944 se presentó a oposiciones para Secretario de la Administración de Justicia y las aprobó con excelentes calificaciones. En 1947 fue aceptado como pastor de la Iglesia en Denia, sustituyendo en el cargo a su entrañable amigo José Beltrán.
En Vergel conoció a una joven estudiante de Medicina, Amparo Almiñana, con la que contrajo matrimonio en 1949. Tres años después vendría al mundo la única hija de la pareja: Elisabet.
En 1955 Cardona fue destinado al Juzgado de Denia. La Iglesia de la ciudad, que carecía de pastor, vio el cielo abierto. Cardona aceptó el pastorado. Cinco años después renunció a ambos cargos, cuando decidió ser secretario ejecutivo de la Comisión de Defensa.
La Comisión lo quería en Madrid, la Administración de justicia no pensaba lo mismo. Se le concedió el traslado que pedía, pero fue destinado al juzgado de un pequeño pueblo en la provincia de Lérida. Sin embargo Dios movía los hilos en el cielo y en la tierra. Para sorpresa suya, se le comunicó que le habían dado plaza como secretario en el Juzgado número uno de Madrid, en la calle Pradillo. Cardona vio en esto la intención de Dios y la mano del ministro de Asuntos Exteriores, que quería a aquél valioso interlocutor cerca de él, en la capital de España.
Efectivamente. Cuando Cardona se instaló en Madrid el ministerio de Asuntos Exteriores estaba dirigido por Fernando María Castiella y el de Gobernación por el teniente general Camilo Alonso Vega. Este ministerio equivalía al que hoy llamamos de Interior. Castiella era un hombre liberal, católico sincero, muy afecto al régimen. A Camilo Alonso Vega le apodaban “don camulo”, dada la fiereza de su carácter.
Con aquellos hombres, con aquél régimen, con aquellas circunstancias tan contrarias se enfrentó José Cardona desde su humilde despacho. David contra Goliat. El grano de mostaza contra el roble poderoso.
Una vez en Madrid, Cardona se impuso como meta cambiar la imagen que el Estado tenía de los evangélicos. Convencer a las autoridades de que no eran enemigos a los que había que perseguir, sino ciudadanos que era preciso proteger con leyes y concederles sus derechos.
Numerosas fueron las experiencias vividas por Cardona al frente de la Comisión de Defensa. Darían para escribir dos o tres gruesos tomos. Pero yo señalaría tres momentos cumbres, uno de ellos muy doloroso.
La invitación que recibió para hablar en un congreso mundial de líderes religiosos en Upsala, Suecia. Cardona llegó a la ciudad nórdica cargado de papeles y ante aquellos dirigentes mundiales y representantes de medios de comunicación de todos los países dio a conocer la discriminación e intolerancia que se practicaba en España contra los protestantes. En esta ocasión Cardona se apuntó un diez.
Otro diez obtuvo en una reunión a la que fue convocado urgentemente y sin previo aviso en el ministerio de Asuntos Exteriores. Dos motoristas uniformados le sacaron de casa. Cardona temía lo peor. Pero la preocupación desapareció cuando fue introducido al despacho particular del ministro de Asuntos Exteriores. Allí le esperaba el propio ministro y altos responsables del ministerio. La reunión duró seis horas. Castiella quería saber si todo lo que Cardona comunicaba a la prensa y a las embajadas extranjeras era cierto. Las explicaciones de Cardona fueron tan convincentes que, como escribe Eliseo Vila, “aquella conversación entre José Cardona y Fernando María Castiella cambió el curso de la historia del protestantismo español”.
El tercer momento cumbre en la historia de la Comisión de Defensa fue una experiencia amarga para Cardona. Lo constituyó cuando la Convención de la Unión Evangélica Bautista, reunida en Albacete en septiembre de 1967, decidió por mayoría el rechazo de la Ley de Libertad religiosa por la que tanto había luchado Cardona. A la Unión Bautista se unieron otras denominaciones y esto supuso el desmembramiento de la Comisión de Defensa. Los que la abandonaron volvieron años después avergonzados y arrepentidos, pero Cardona recibió un golpe que le tuvo hundido durante algún tiempo.
Con todo, mirando hacia atrás, Cardona lo ve todo con mirada de ángel, y escribe: “Mis treinta años al servicio de la Comisión de Defensa a significado para mi una experiencia maravillosa. Son la evidencia de que ha pesar de ser nosotros quienes somos, sin sabiduría, sin prudencia, débiles, con muchos conflictos y muchos problemas, Dios está en medio de nosotros”.
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