Todo esto no ocurre solamente a nivel de cerebros despreocupados por el hecho religioso como tal, pasa también entre las clases cultas, entre personas leídas. Se dicen católicos, sin más, sin otras explicaciones, y no se entretienen en profundidades. Vagos a la hora de examinar el contenido teológico de su propia creencia, saben menos de las ajenas.
Semejante anormalidad se da también en medios de comunicación. La cultura religiosa está entre los cuernos de este dilema. Periodistas que saben mucho de unas cosas y no saben nada de otras. A pesar de que cada periódico tiene su propio libro de estilo, se dan errores garrafales en la utilización del lenguaje religioso. Por el aroma se conocen las flores, y por el lenguaje a los escritores.
Aquel dictador chino que mandó matar a millones de compatriotas suyos, una mañana tuvo una idea feliz. Dijo: “Quien no investigue que no hable”.
Si aplicáramos esta máxima a los periodistas españoles, algunos deberían callar. O investigar antes de escribir. Molestarse en conocer el lenguaje religioso, el de otras religiones diferentes a la católica.
El 27 de septiembre del año pasado, informando sobre el paso histórico que las dos religiones habían dado para la reconciliación y la paz en Irlanda, un presentador de informativos de la primera cadena de televisión dijo literalmente:
“Un sacerdote católico y otro sacerdote protestante van a verificar el desarme protestante”. Este locutor pudo haberse enterado antes de hablar que las iglesias protestantes no tienen sacerdotes, tienen pastores.
Aquél mismo mes de septiembre ocurrió en Madrid un hecho trágico. Un hombre de 38 años, Francisco José Quintana, fue secuestrado y asesinado por delincuentes comunes cuando paseaba en bicicleta por lugares de Tres Cantos, en las cercanías de Madrid, donde residía. Quintana era miembro de una iglesia evangélica. El periodista Carlos Hidalgo, contando las circunstancias del suceso en el diario A.B.C., decía:
“La comunidad religiosa se encuentra consternada y va a celebrar en los próximos días un culto “in memoriam” por el alma del fallecido”.
Consternada, si. “un culto memorial”, también es correcto. Pero “por el alma del fallecido”, no, en absoluto. ¿Sabe o no sabe éste periodista que los evangélicos ni pedimos ni rezamos por el alma de un muerto? El alma, su salvación o su condenación, nos preocupa en tanto que la persona vive. Después de muerta no hay poder alguno en la tierra para cambiar su destino en el cielo. Las oraciones que se elevan a favor del alma de un muerto son ceniza y humo, se evaporan en el espacio, se diluyen entre nubes, no llegan a la presencia de Dios. Nunca. Jamás.
Otra perla. Cuando murió el pastor protestante Roger Schutz, jefe espiritual de la comunicad ecuménica en Taizé, Francia, el periodista Eduardo Suárez escribió en una de sus crónicas:
“Roger nunca hizo distingos entre jóvenes de distintas religiones. Luteranos, calvinistas, evangélicos…”. No todos los evangélicos son luteranos o calvinistas, admitido, pero calvinistas y luteranos, ¿no son también evangélicos? Copio de la Enciclopedia Larousse: “Evangélico: perteneciente o relativo a las iglesias surgidas de la Reforma”. Absolutamente todas las grandes iglesias protestantes surgieron de la Reforma, se llamen luteranas, calvinistas o simplemente evangélicas. Aunque separadas por razones doctrinales, tienen un origen común. Luteranos y calvinistas son tan evangélicos como bautistas o pentecostales.
Este tipo de libertinaje en la utilización del vocabulario religioso se da también en el cine, en algunas películas dobladas del inglés al castellano. El comentarista de cine del diario EL PAÍS, al componer la ficha de la célebre película “La noche de la Iguana”, el 9 de febrero, decía que “el drama gira en torno a un sacerdote macerado en alcohol”. Richard Burton da vida en la película a un pastor episcopal, no a un sacerdote que se entiende católico.
Ahora mismo está triunfando en las pantallas de medio mundo la película del director Ang Lee titulada (Brokeback Mountain”) (“En terreno vedado”), un drama desgarrador que narra el amor y las dificultades para vivirlo de dos vaqueros homosexuales. La película ha obtenido tres Oscar de Hollywood. Los vaqueros están interpretados por Jake Gyllenhaal (Jack Twist en la película) y Heath Ledger (Enmis del Mar). Enmis contrae matrimonio con una chica con la que estaba comprometido antes de conocer a Jack, de nombre Alba. Por algunas conversaciones entre la pareja se deduce que Alba pertenece a una familia de religión metodista. Este dato queda confirmado cuando la hija de ambos dice al padre que va a contraer matrimonio en la Iglesia metodista. Pues bien: En la escena donde el padre despide con tristeza a la hija, al descender ella de la camioneta, le dice:
“Te veré el domingo después de misa”.
Otra vez estamos ante la deformación y el mal uso del lenguaje religioso. ¿Cuántas personas han leído, releído, estudiado y vuelto a estudiar el guión? ¿Y no han caído en la cuenta, ellos o quienes vertieron la película al castellano, que los metodistas no celebran misa? Misa es la ceremonia que el sacerdote católico oficia ante el altar y que conlleva la eucaristía. Para la Iglesia católica, la misa no sólo es sacramento, también sacrificio.
En la Iglesia metodista, a la ceremonia religiosa se le llama culto. Seguro que en la versión original de la película, que no he visto, el padre dice a la hija: “Te veré el domingo después del culto”. O “te veré el domingo después de la Iglesia”, que suele ser lo más habitual entre las familias americanas. (“See you after Church”). Nunca diría “te veré después de la misa” a una joven protestante.
Dijo Voltaire que una palabra mal colocada estropea el más bello pensamiento.
Algunos periodistas españoles deberían adquirir cultura religiosa, que les falta, fijar el valor y la significación de las palabras, porque, citando a Cervantes, “si son malas las preñeces del pensamiento, las empeoran los partos de la lengua”.
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