Se cumplen ahora cien años de la fundación de la misión WEC (Evangelización Mundial para Cristo) y algo más de cuarenta de su presencia en España. Con motivo del centenario se han llevado a cabo en Madrid una serie de reuniones especiales para conmemorar la fecha de ese nacimiento.
El fundador de la misión fue
Charles Thomas Studd, nacido en Northallerton, Inglaterra, el 5 de diciembre de 1860 y muerto en Ibambi, Congo, el 16 de julio de 1931.
Su padre, Edward Studd, se convirtió en una campaña de D. L. Moody en 1877 y él mismo lo fue al año siguiente.
Estudió en Eton y Cambridge (licenciatura, 1884), destacando en ambas entidades educativas como jugador de criquet, formando parte del equipo nacional.
Aunque tenía una prometedora carrera ante sí, repartió su cuantiosa herencia y
lo dejó todo para servir como misionero, yéndose a China en 1885 para unirse a la misión que había fundado Hudson Taylor en ese país. Pero la enfermedad le obligó en 1894 a regresar a su patria, marchándose dos años después a Estados Unidos, donde trabajó durante varios años hasta que una nueva recaída en su salud hizo que regresara a Inglaterra. Entre 1900 y 1906 fue pastor de la iglesia en Ootacamund, India.
El llamamiento a África ocurrió de la forma más inesperada. Mientras estaba en Liverpool en 1908, cierto día vio un anuncio que decía: Caníbales quieren misioneros. Al suponer que había un doble sentido en la frase, acudió a la dirección del anuncio, conociendo de ese modo al misionero Karl Kumm, quien habló a los reunidos de la necesidad de llevar el evangelio al corazón de África.
En 1910, desoyendo el consejo de los médicos, partió para África donde fundaría la Misión al Corazón de África, que sería el germen de la posterior WEC, la cual llegaría a expandirse por muchos países del mundo. Por sus servicios en el Congo el rey de los belgas lo condecoró en 1930 como Caballero de la Real Orden del León
El lema de la vida de Studd fue: Si Jesucristo es Dios y murió por mí, entonces ningún sacrifico podrá ser demasiado grande para que yo lo haga por él.
A finales de los años sesenta llegaron a España los primeros misioneros de WEC, Wesley e Irene Driver, ya veteranos en la tarea en otros países. Eran los tiempos en los que comenzaba una tímida apertura y tolerancia hacia las confesiones no católicas, aunque cualquier acto de carácter evangelizador requería los preceptivos permisos gubernamentales, no siendo pocas las trabas que se ponían para su realización.
El primer destino de los Driver fue Cuenca, lugar de nacimiento de ilustres personajes que tuvieron que ver con la abortada Reforma en España en el siglo XVI, como los hermanos Valdés, Alfonso y Juan.
Tras su estancia en esa ciudad se trasladaron a Madrid, donde en las inmediaciones del barrio de Pueblo Nuevo comenzaron a celebrar reuniones, pudiendo en determinado momento alquilar un local en la Travesía Vázquez de Mella. En 1971 se registró legalmente la Iglesia Evangélica de Pueblo Nuevo, siendo invitados especiales en el culto de inauguración José Cardona y Alberto Araujo.
Con el advenimiento de la democracia y la apertura de posibilidades fueron muchos los misioneros de WEC que llegaron a España, dispersándose por diferentes puntos de la geografía nacional para predicar el evangelio en ciudades y pueblos.
De los que he conocido personalmente, y conozco a un número de ellos al haber sido yo convertido en 1974 en la Iglesia Evangélica de Pueblo Nuevo en la que continúo hasta el día de hoy, puedo decir que han sido grato olor de Cristo. Su vida, su ejemplo y su entrega, en una tierra difícil como la nuestra, hablan elocuentemente de estos hombres y mujeres humildes y sencillos que, sin ser estrellas rutilantes en el firmamento eclesiástico, han dejado una huella en muchas vidas.
Es por esto que no quiero dejar pasar esta oportunidad sin reconocerles mi profunda gratitud y deuda impagable por haber venido a España, dejando sus países, para arar y sembrar en esta dura tierra, en la que pocas satisfacciones se cosechan y donde los sinsabores abundan.
Que haya muchos cristianos españoles que, dejando las comodidades, se inflamen en el mismo espíritu que tuvo C. T. Studd, y que tienen los misioneros de WEC, para llevar el evangelio más allá de nuestras fronteras. Ese sería el mejor fruto que ellos podrían cosechar.
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