Con motivo de la aprobación del casamiento homosexual por parte del Tribunal Supremo de Estados Unidos, el presidente Obama saludó alborozadamente la resolución de la corte con una frase escuetísima, pero bien elocuente, Love is love, que resume su posición respecto al asunto.
Lo que importa, por encima de todo, es el amor, que es la medida que define al matrimonio. Eso significa que hay que ampliar la noción de matrimonio entre hombre y mujer, para que quepa el realizado entre dos contrayentes del mismo género, porque el amor,
per se, es su base de sustentación.
Poco importa si mediante ese lema, que ha sido jurídicamente homologado por el Tribunal Supremo, se conculcan los derechos más elementales, ya que lo que vale es el amor. Porque entre los derechos fundamentales que todo niño tiene está el de tener un padre y una madre, no dos padres o dos madres, ni un padre y un madre, ni una padre y una madre. Sin embargo, en aras de dar cabida legal a la reclamación que los gays han hecho, y en nombre del amor, se le niega a la criatura su derecho natural, es decir, que viene de la naturaleza, a ser criado por un padre y una madre.
De manera que nos encontramos con la siguiente contradicción: Para satisfacer el requerimiento de unos se niega el indiscutible derecho de otros. Y todo ello en nombre del amor. ¿De dónde ha salido esta locura? ¿Cómo es posible que brillantes hombres y mujeres, que ocupan los cargos más determinantes para el gobierno de una nación, se hayan subido a esta carroza de un desfile que lleva en primera fila una pancarta con el rótulo
Love is love?.
Esto se va pareciendo cada vez más a la obra Narrenschiff (Nave de los locos) que Sebastian Brant (1457-1521) escribió para retratar las condiciones sociales y morales de su tiempo. Dondequiera que el poeta miraba sólo veía necedad, sin importar sexo, edad o estado, y como en el carnaval las máscaras se desplazaban por las calles disfrazadas de locos, a veces en naves sobre ruedas, él contempló la vida como un gran carnaval, donde loco tras loco toma su lugar en la nave de los locos para viajar a Narragonia, el país de los locos.
Claro que el mismo Obama, que ha ensanchado el matrimonio mediante el lema Love is love, es quien ha ensanchado el espionaje, según Edward Snowden acaba de denunciar, de manera que implícitamente se le podría adjudicar este otro lema: To spy is to spy.
Sabemos que hay un espionaje lícito que toda nación debe practicar, en vista de que hay enemigos que buscan su daño o destrucción. Es decir, que hay un espionaje que rectamente entendido y ejercido puede y debe ejecutarse.
Naturalmente, como en todas las actividades de la vida, eso tiene sus límites, que están definidos por la ética, aunque en el caso del espionaje no hay que esperar que los espías sean santos.
Pero
no contento con los amplios límites que la ética proporciona al espionaje tradicional, Obama ha querido ampliarlos, como ha ampliado los del matrimonio, de manera que haya cabida para un espionaje que viola derechos elementales individuales, como son el de la privacidad y el honor, derechos profesionales, como es el secreto profesional, y otros nacionales, como es el del respeto a naciones aliadas.
He aquí el hombre que espía a ciudadanos, que espía a la prensa y que espía a naciones amigas. Pero es normal su proceder, porque después de todo
to spy is to spy.
Por todo esto no debería extrañarnos que alguien, tomando nota de esta forma de entender las cosas, saliera en cualquier momento a la escena defendiendo algún otro lema incluyente. Por ejemplo: To kill is to kill. Sabemos que hay ocasiones en las que no queda más remedio que matar, especialmente cuando la propia vida está en juego.
Nadie le negará a nadie ese derecho a la defensa propia. No sólo individualmente es válido el principio, también lo es colectivamente, como cuando una nación tiene que defenderse ante un agresor, o cuando un grupo minoritario es salvajemente machacado por otro mayoritario. El principio de dar muerte también es válido jurídicamente en caso de asesinato.
Pero ¿por qué no ensanchar también los estrechos límites que la ética tradicional impone al matar y practicarlo de forma más incluyente, dándole una cabida que ahora no tiene? De este modo incluiríamos a grupos terroristas que quieren destruir a algunos Estados o al terrorismo de ciertos Estados que quieren destruir a algunos grupos terroristas. O tal vez simplemente para incluir el placer de matar por matar, sin que haya razón ideológica ninguna. De este modo
To kill is to kill entraría en el acervo de nociones morales modernas amplias e incluyentes.
¡Qué razón tiene el antiguo adagio que dice así: 'No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres.'[i]! Hay una heredad que hemos recibido, que consiste en la cosmovisión judeo-cristiana, con unas lindes marcadas, las cuales algunos se han empeñado en desplazar para colocarlas donde a ellos les viene en gana, pretendiendo que son tan sólidas y respetables como las que había. Pero el tiro les va a salir por la culata, aunque el daño que van a hacer a la generación presente y a las venideras es inconmensurable. Claro que tal vez sea simplemente ése su propósito.
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