Al vivir en tiempos tan confusos como los nuestros precisamos tener conceptos claros acerca de las grandes realidades de la vida, de modo que puedan servirnos de referencia, al igual que las estrellas en el cielo lo son para el caminante o navegante en una noche sin luna.
Una de las confusiones actuales tiene que ver con el matrimonio, por lo que necesitamos luz que nos defina qué es lo que debemos pensar sobre tal estado. Encuentro que hay un pasaje en la Biblia esclarecedor al respecto y es el siguiente:
'Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.' (
Hebreos 13:4)
Hay tres grandes divisiones que podemos hacer de este texto:
1.
Definición del matrimonio.
2.
Retribución del matrimonio.
3.
Falsificación del matrimonio.
1. Definición del matrimonio.
Una de las reglas que hemos de seguir para la interpretación de cualquier texto no es lo que nosotros queremos leer en el mismo, sino lo que el autor tenía en mente cuando lo escribió. Es evidente que el autor de Hebreos entiende por matrimonio la unión de un hombre y una mujer; se trata de una de esas verdades auto-evidentes, pero que quedan confirmadas además por dos poderosas razones: el autor es miembro de una comunidad, la cristiana, en la que no se concibe otra forma de matrimonio; esa comunidad hunde sus raíces, a su vez, en otra, la judía, en la que el matrimonio es siempre algo relacionado con ambos sexos. Aparte de estas razones se puede añadir otra más: vive en un tiempo, en pleno Imperio romano, en el que, a pesar de las desviaciones y desórdenes morales de todo tipo que se daban, las leyes civiles solo sancionaban como matrimonio tal unión y ninguna más.
Esa unión entre hombre y mujer no es una unión cualquiera, sino que se trata de un proyecto de largo alcance. Tan de largo alcance que es vitalicio, encontrándonos con que es el proyecto de más largo alcance que se pueda tener en esta vida, en cuanto a duración se refiere, ya que ni siquiera el de la profesión es vitalicio, pues concluye en el momento de la jubilación.
Además es un proyecto pluridimensional, pues el matrimonio comporta muchas facetas: emocional, física, económica, espiritual, social, etc. De ahí su complejidad inherente. Por eso precisa de esfuerzo, compromiso y cesión.
2. Retribución del matrimonio.
El matrimonio tiene retribución.
Se trata de una retribución a priori, es decir, que comienza ya desde el primer instante en que dos personas se casan. Esa retribución es auto-retribución, o sea, que la lleva inherente en sí mismo, por lo que incluso en el caso de que otros se la negaran, todavía la seguiría teniendo. Por lo tanto, con el matrimonio ocurre como con todas las cosas verdaderas y auténticas, que en sí mismo tiene valor, independientemente de que desde fuera se le quiera otorgar o no.
Esa retribución es doble y consiste, en primer lugar, en una posición de honor que ese estado conlleva. Honor es un término que denota dignidad, reputación y nobleza, de modo que los cónyuges son partícipes de tal posición. Se trata de una posición recíproca, del uno frente al otro, por la que el marido debe estimar a su esposa como portadora de tal honor y la esposa debe estimar a su marido como portador del mismo. Esa estimación recíproca se debe traducir en el trato mutuo. Pero además de ser una posición de honor hacia adentro, esa honorabilidad también se expresa hacia fuera, razón por la cual toda sociedad sana debe reconocer la honorabilidad que el matrimonio tiene.
En segundo lugar, la retribución consiste en la aprobación moral que el acto sexual tiene en el matrimonio, como se expresa en la frase 'lecho sin mancilla.' Estamos, pues, ante algo que goza de limpieza y pureza congénita. A algo que tan fácilmente se pervierte y desordena, como es la sexualidad, aquí se le pone un sello de aprobación absoluta. No hay vestigio, ni sospecha, de algo indigno o fuera de lugar.
Esa honorabilidad y aprobación moral que el matrimonio posee es de alcance universal, no pudiendo negarse en determinadas ocasiones, funciones o vocaciones. Es por eso que una persona que sirve a Dios puede hacerlo estando casada, ya que si el servicio a Dios es un honor y el matrimonio es un honor, el resultado total es un doble honor, no un menoscabo del mismo.
3. Falsificación del matrimonio.
Todo lo que tiene categoría y valor es susceptible de falsificación. De hecho, se puede decir que la falsificación no es sino el testimonio que, a su pesar, lo falso da de lo verdadero, ya que nada que no sea valioso es merecedor de ser falsificado.
Todas las grandes marcas tienen sus falsificaciones. No podía ser de otra manera con esa gran marca que se llama Matrimonio.
Una falsificación de la marca Matrimonio se llama fornicación, que consiste no en un proyecto de largo alcance ni pluridimensional, sino en un entretenimiento o capricho momentáneo unidimensional, porque todo queda reducido a la gratificación física.
El adulterio es, además de una falsificación, una agresión contra el matrimonio, ya que supone la irrupción de una tercera parte en algo que es exclusivo de dos. Es un terreno vedado que es ocupado, por medio del engaño y la traición, generando destrucción y ruina.
Así como el matrimonio tiene retribución, también sus falsificaciones la tienen. Pero ¡qué diferencia entre la una y la otra!Aun en el caso de que la sociedad apruebe o sea indiferente a las falsificaciones de la marca Matrimonio, con todo, las tales tienen una terrible retribución. Retribución que viene de parte del diseñador del matrimonio, a manera de juicio de condenación sobre aquellos que las practican.
No hay, pues, equívocos posibles, en cuanto al matrimonio, salvo que nosotros queramos equivocarnos. Pero ése es otro problema.
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