A este ritmo no sé si va a ser posible tanto rescate, ya que
puede ocurrir algo parecido a lo que pasó en el hundimiento del Titanic, que los botes salvavidas solo podían contener a la mitad del número de personas que iban a bordo del barco. Algo tan elemental como proporcionar una plaza a cada uno del pasaje no se previó y eso que aquel navío era la maravilla de las maravillas en cuanto a tecnología, comodidades y recursos.
Pero en los cálculos de los jactanciosos constructores del Titanic no entraba una contingencia como la que ocurrió. Incluso en medio de la confusión muchos botes bajaron al agua medio vacíos, dejando a más necesitados aún en la cubierta del barco sin posibilidad de salvación. Todo un compendio de los proyectos basados en la sabiduría y el poder humano cuando se presenta una eventualidad que nos desborda.
Yo, que soy lego en cuestiones de economía y en muchas otras, me voy a atrever, no obstante, a dar la solución a la crisis.Y no una hipotética solución; ni siquiera una mera solución sin más, sino la solución definitiva, con artículo determinado singular, es decir, la solución por antonomasia.
¿Que como me atrevo, siendo un ignorante, a ser tan categórico en un terreno con tantos entresijos complejos que ni siquiera los expertos más preparados saben bien cómo acometer? Pues para empezar porque no se trata de una solución mía, lo cual ya ahuyenta un peligro evidente.
Pero antes de pasar a exponer la solución quisiera adelantarme a aquellos que, cuando la lean, esbocen una media sonrisa tildándome de ingenuo, simplista o fundamentalista. Asumo todos esos calificativos y más, pero a pesar de ello sigo considerando que esa solución es la solución. Hasta puede ser que haya quien, hilando fino, afirme que esa solución quedó restringida a un tiempo y una nación determinada.
Pero ni siquiera este argumento me hará desistir de mi convicción; porque,
aunque es verdad que fue dada hace unos tres mil años para una nación muy particular, los principios que contiene son válidos para cualquier tiempo y cualquier nación.
‘Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo;si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.’(
2 Crónicas 7:14).
De este pasaje de la Biblia se pueden extraer varios puntos principales:
1.
La existencia de una grave crisis nacionalque puede manifestarse en diversas formas, como emergencias económicas y sociales, aunque en realidad todas ellas solo son síntomas de un mal mucho más profundo. Y aquí, como ocurre en medicina, es esencial no confundir los síntomas con el origen del mal. Los síntomas nos dicen que algo anda mal, pero no son el mal en sí, sino solo su consecuencia.
2.
La autoría de tal crisis, que no se debe a la mala suerte, ni a las estrellas, ni al destino, sino a la intervención de Dios. El yo que aparece al principio del pasaje es enfático. No hay que perderse buscando causas secundarias que han ordenado la crisis; es verdad que existen tales causas secundarias, pero por encima de ellas hay una sola causa primaria que es quien la ha dispuesto y esa causa es Dios.
3.
El origen de la crisis, que no es de orden económico ni político, sino moral. El pasaje habla de malos caminos y pecados, es decir de trasgresiones y violaciones sostenidas, cometidas, no por algunos individuos aislados, sino por la nación en conjunto. Es en ese orden moral quebrantado donde hay que buscar el auténtico germen de la desastrosa situación. Esto supone que la autoría de la crisis por parte de Dios no es algo arbitrario o ciego, sino que obedece a una reacción suya en contra de la trasgresión de su ley. Se trata de la justa indignación ante el pisoteo, por parte del pueblo, de sus normas.
4.
La solución a la crisis, que necesita un doble movimiento.En primer lugar por parte de quien la ha provocado, esto es, el pueblo y en segundo lugar por parte de quien justamente la ha ordenado, esto es, Dios. Por parte de la nación ese movimiento consiste en el reconocimiento de la auténtica raíz del mal, que es el desorden moral colectivo, seguido por la humillación y el quebrantamiento ante Dios, su búsqueda y la conversión, es decir, el darle la espalda a los malos caminos y el volverse a Dios. Por parte de Dios el movimiento consiste en perdonar misericordiosamente la culpa moral de la nación, lo cual cura el origen del mal, y a consecuencia de ello se curan también los síntomas producidos.
Es un pasaje que no solo hace una radiografía del mal que aqueja a la nación, sino que además presenta la medicina, aunque el remedio es condicional a que el pueblo actúe como debe actuar.
¿Reaccionaremos así o seguiremos obcecados en las sendas que nos han traído al desastre?
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