También es la reflexión y el juicio moral que los espectadores de la misma, sean contemporáneos o posteriores, realizan sobre tales hechos y personajes. Es decir, que el acontecimiento genera una interpretación del mismo.
Y ambas cosas, acontecimiento e interpretación, constituyen la Historia. De ahí los diferentes modos de concebir unos mismos hechos. Por eso
hay diferentes Historias de una misma Historia. Como en la interpretación de los hechos el intérprete puede ser más o menos parcial, por eso hay Historias más parciales que otras.
María Tudor(1516-1558) era nieta de los Reyes Católicos e hija de Enrique VIII por su matrimonio con Catalina de Aragón. Era una ferviente católica y cuando ascendió al trono de Inglaterra, tras la prematura muerte de su hermanastro Eduardo VI, procuró por todos los medios reinstaurar el catolicismo en su reino, fe que durante el largo reinado de su padre y el más corto de su hermanastro había sufrido grandes pérdidas, siendo las más evidentes la ruptura con Roma y el avance sostenido del protestantismo.
En el tiempo de su reinado María empleó todos los medios a su alcance para hacer que la nación volviera al redil del papa,incluido su matrimonio con Felipe II de España. Pero además del matrimonio
usó la violencia para extirpar la herejía protestante, con el resultado de que unas trescientas personas de esa persuasión fueron ejecutadas. Entre los más ilustres mártires que perecieron en esa persecución estuvieron el arzobispo Cranmer y los obispos Hooper, Latimer y Ridley. Numerosos fueron los que perdieron sus puestos docentes, como Thomas Cartwright o Matthew Parker, o tuvieron que exiliarse al continente para salvar su vida, como John Foxe, Emanuel Tremmelius, Miles Coverdale o Pietro Martire Vermigli.
El reinado de María solo duró cinco años, desde julio de 1553 hasta noviembre de 1558, pero a causa de su implacable celo religioso ha pasado a la Historia con el epíteto que ha servido para que un cóctel de color rojo intenso lleve el mismo calificativo que ella tuvo: Bloody Mary. De manera que la Historia interpretada no ha absuelto a María Tudor.
Aunque a decir verdad, si la Torre de Londres nos revelara sus espantos más escondidos
podríamos preguntarnos si el padre de María, Enrique VIII, no merecería el mismo calificativo que llevó su hija, ya que si de monstruosidades se trata es difícil saber quién superó a quién. Pues si la hoguera se encendió en repetidas ocasiones en el reinado de ella, bastantes cabezas rodaron bajo el hacha en el reinado de él, no teniendo escrúpulos en usar la tortura para conseguir sus objetivos.
Sin embargo, Enrique no ha pasado a la Historia como Enrique el Sanguinario, pero su hija sí es conocida como María la Sanguinaria, lo cual es evidencia de que las interpretaciones morales históricas que se puedan hacer están a menudo faltas de equidad, al vilipendiar a unos y ser más suaves con otros, debido a la parcialidad de los intérpretes de la Historia.
El caso es que en nuestro tiempo asistimos a una verdadera matanza cuyas cifras son escalofriantes y sobrepasan con mucho a las salvajadas más grandes que en la Historia ha habido.Hasta el punto que podemos decir que las piras que encendió María la Sanguinaria son un juego de niños comparadas con las atrocidades que se están llevando a cabo en países que abominan de todo lo que tenga que ver con cualquier violación de los derechos humanos.
Los promotores y promotoras se encuentran en puestos de autoridad. Se sientan en Consejos de ministros, en parlamentos y en instituciones de alto rango. Ocupan posiciones de responsabilidad y dirección, planifican políticas sociales y familiares, diseñan ideologías y estrategias adecuadas para sus fines y destinan abundantes fondos económicos para que esta matanza se perpetúe. Tienen de su lado a poderosos medios de comunicación que secundan sus esquemas y actúan como megáfonos de los mismos, interpretando, racionalizando, explicando y justificando sus hechos. Aunque, a decir verdad, por más que los maquillen, los hechos son lo que son y al final lo que queda es la carnicería más aterradora que imaginarse pueda.
Supongo que los artífices e ideólogos de todo esto no pasarán a la Historia con el sobrenombre de Fulano el Sanguinario o Fulana la Sanguinaria, si tenemos en cuenta que grandes monstruos de la Historia no han recibido epíteto denigrante alguno. Pero
lo que aquí importa no es el epíteto en sí, por más merecido que sea, sino poner fin a los desmanes que están realizando y salvar de sus leyes a los no nacidos, cuya condena a muerte es más que una posibilidad.
Se cuentan por millones los cadáveres cuya sangre clama al cielo, donde hay un vengador de la sangre que escucha su clamor. Un vengador de la sangre que ejerce dos funciones básicas: Ejecutar juicio sobre quienes han cometido el delito y redimir a quien ha sido víctima del mismo. En la primera vemos su justicia, en la segunda su justicia y amor.
Una justicia y un amor hacia las víctimas tal como lo expresa el texto siguiente:
‘Porque él librará al menesteroso que clamare y al afligido que no tuviere quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos.[1]