Tendrás tu Día del libro

Concretamente en ese día se celebra el Día del libro e inmediatamente después comienza en Madrid la Feria del libro antiguo y de ocasión, donde puede que el nostálgico halle aquel ejemplar que le retrotrae a su añorada infancia. Semanas después en el Retiro se celebrará la Feria del libro, donde los lectores podrán conocer personalmente a sus autores favoritos y pedirles que les firmen un ejemplar del libro recién adquirido.

Hay un Día del libro, que no es necesariamente el 23 de abril, en el que cada uno se encuentra por vez primera con un cierto libro y su mensaje.Porque aunque hay muchos libros que pasan sin pena ni gloria y hay algunos que son influyentes hasta cierto punto, solo hay uno que es decisivamente trascendental.

Hubo dos hombres que tuvieron cada uno su propio Día del libro, es decir, la oportunidad de escuchar las palabras de su mensaje.Estos dos hombres tenían muchas cosas en común: ambos fueron reyes de la misma nación, los dos reinaron cuando eran jóvenes, ambos vivieron en tiempos difíciles y los dos enfrentaban un futuro incierto. El vínculo que los unía es el más estrecho que puede darse porque eran padre e hijo, sucediendo el segundo al primero en el trono cuando éste murió.

Todo haría suponer que dada la conjunción de todas esas concurrencias la respuesta de ambos, en su Día particular del libro, sería idéntica. A fin de cuentas el hijo había sido educado por el padre, cuya influencia debía ser determinante en las decisiones que el primero tomara. Sin embargo, contrariamente a todas las suposiciones, el hijo hizo exactamente lo contrario que el padre había hecho unos años atrás, cuando fue confrontado con el mensaje del libro en su Día del libro.

El padre en ese Día se quebrantó y se humilló, porque inmediatamente tomó conciencia del abismo tan enorme que había entre lo que el libro mandaba y el rumbo que su nación llevaba.Cayó en la cuenta de que aquel libro hacía una radiografía exacta de los males de su nación, sacando a la luz toda su miseria y degradación. Pero eso no era todo; el libro además advertía solemnemente de las terribles consecuencias que sobrevendrían como resultado.

Ese padre se tomó en serio esas advertencias, hasta el punto de inquirir más, guiado por su deseo de reconciliarse con lo que el libro mandaba. Quería ajustar su vida a lo que el libro enseñaba, quería que su pueblo se volviera también de sus malos caminos a las sendas de justicia, verdad y bien que ese libro proponía. Como consecuencia de su sano temor ante las advertencias del libro, recibió una promesa de consolación y preservación, en el sentido de que no vería con sus ojos la ruina de su nación.

A partir de ese encuentro aquel padre, que también era rey, hizo de ese libro y su mensaje el eje alrededor del cual giró su vida personal y también su acción de gobierno. En verdad se puede decir que aquel Día del libro marcó para él un antes y un después.

Pasaron los años y el hijo había sucedido ahora al padre en el gobierno de aquella nación. Las perspectivas no eran nada halagüeñas y negros nubarrones se cernían sobre el futuro inmediato. Amenazas perturbadoras aparecían en el horizonte y el ambiente que se respiraba estaba cargado de aprensión y recelos.

En medio de tales circunstancias el hijo, un día, tuvo su Día del libro, igual que su padre lo había tenido. Era el mismo mensaje, que no había variado un ápice, porque la nación no había cambiado su rumbo. A pesar de los sinceros intentos del padre para que el pueblo se volviera de sus malos caminos, el mensaje del libro no había calado en lo profundo del alma colectiva. Por eso, cuando el hijo fue confrontado con el libro, no escuchó un mejor mensaje que el que su padre había escuchado.

Sin embargo,en lugar de quebrantarse y humillarse como había hecho su padre, el hijo, nada más comenzar a oír aquellas reprensiones, amonestaciones y advertencias, con sus propias manos rasgó el libro y lo echó al fuego. Era su respuesta personal en su Día del libro personal. Una respuesta que era la expresión de todo su desprecio, rechazo y aversión hacia el mensaje del libro. Quemándolo pensaba que lo destruía, que se quitaba de en medio todas las amenazas que contenía.

Pero nada más lejos de la realidad. Inmediatamente, al autor humano del libro destruido se le ordenó que volviera otra vez a componerlo, solo que esta vez se añadirían palabras todavía más fuertes. Y de la misma manera que el padre recibió una palabra personal de consolación por haberse tomado en serio el mensaje del libro, el hijo recibió una palabra personal de maldición por haber hecho lo que hizo con el mensaje del libro.

Los hechos corroboraron pocos años después que ese mensaje no eran amenazas inocuas, sino verdades cumplidas que aquella generación y aquel rey experimentaron en su propia carne.

Hoy ocurre lo mismo.Hay quien se toma en serio el mensaje del libro, en su Día del libro particular, y hay quien reacciona desechándolo. Los que actúan en la primera forma son sabios, ya que después de todo el mensaje de ese libro es vinculante, es decir, obligatorio, lo queramos o no. Además es benéfico, porque sus advertencias son para nuestro bien. Los que actúan de otro modo son insensatos, al precipitarse ellos mismos en la ruina por abstenerse de tomar la medicina propuesta.

¿De qué lado estás tú? ¿Del lado del padre o del lado del hijo? ¿Qué has hecho con el mensaje de ese libro?

(Se puede leer en detalle la historia de ese padre y ese hijo en la Biblia, 2 Reyes 22:3-23:3 y Jeremías 36).