Ahora bien, es posible que la antropología y la psicología hayan dejado a un lado otras necesidades que, a mi entender, son como mínimo tan importantes como las anteriormente mencionadas. Estas necesidades a las que me referiré tienen estas características:
- Son fundamentales, porque tocan aspectos vitales de la existencia.
- Son permanentes, porque no están limitadas a una etapa de la vida.
- Son universales, porque son comunes a todos los seres humanos.
Tales necesidades son las tres siguientes:
- Necesitamos un líder.
- Necesitamos un instructor.
- Necesitamos un mediador.
La necesidad de un liderazgo es algo innato en el ser humano, quien ya sea en el seno familiar o nacional, ya sea en las primeras etapas de la vida o en las de madurez, precisa de alguien que le dé dirección, le infunda confianza y resuelva los problemas que puedan presentarse. Especialmente esa necesidad se hace sentir en los momentos de flaqueza, cuando las circunstancias y problemas nos desbordan y nos hacen darnos cuenta de que, después de todo, somos más frágiles de lo que pensábamos. Cada persona necesita liderazgo y cada familia también, así como cada comunidad nacional. La falta de liderazgo es el camino más seguro para el naufragio individual y comunitario, ya que sin liderazgo no se sabe adónde se va, haciéndose dueños la confusión y el caos. Aunque una vez dicho esto es necesario añadir que si letal es la falta de liderazgo más letal aún es un mal liderazgo, que es la raíz de tantas catástrofes personales y nacionales como en la historia ha habido.
La necesidad de un instructor no es evidente solamente en los primeros años de nuestra vida, cuando estamos faltos de conocimiento, sino que es algo esencial en cualquier fase de ella. Hay muchas preguntas que la vida nos depara, con tantas incertidumbres y misterios a nuestro alrededor. Esta es una diferencia entre nosotros y los animales. El ser humano tiene interrogantes sobre sí mismo, sobre su entorno y sobre el más allá. En ciertas cuestiones puede descubrir la respuesta por sí solo, pero hay otras que están fuera de su capacidad, de ahí que necesite un instructor que le explique el porqué y el propósito. Claro que aquí ocurre como con el liderazgo, que un mal instructor puede resultar mortífero.
La necesidad de un mediador surge por el hecho de que este mundo no es plano, es decir, de un solo compartimento, sino que tiene dos compartimentos o pisos: el inferior y el superior, el visible y el invisible. Uno material y otro espiritual. Ahora bien, el ser humano fue hecho originalmente para participar de ambos, pero algo sucedió que imposibilitó su participación con el segundo nivel. No obstante, y a pesar de ese formidable obstáculo, sigue habiendo en su interior un anhelo de trascendencia y añoranza que solo puede encontrar en el nivel superior. Por eso necesita un mediador que reestablezca la relación y sea el puente que salve la profunda sima que le separa de Dios. Aquí también ocurre como en los casos anteriores, que hay supuestos mediadores que en realidad no lo son, ya que, a fin de cuentas, tienen la misma necesidad personal de mediación que los demás mortales.
Ha habido, hay y habrá quienes se presenten afirmando ser el líder que necesitamos, el instructor que precisamos y el mediador que buscamos. Pero luego sus frutos demuestran su impotencia o su ignorancia, cuando no su falsedad. Por eso se hace imprescindible no equivocarse en estas tres cuestiones, porque en ellas nos lo jugamos todo.
Hay uno en quien esas tres funciones convergen. Uno que es denominado el León de Judá
[1], es decir, un líder fuerte y legítimo, en quien yace la ejecución del programa más grandioso nunca ideado, para individuos y pueblos. Uno a quien se denomina profeta
[2], es decir, aquel que tiene el mensaje esencial que necesitamos conocer sobre nosotros mismos y las cosas que realmente importan. Uno que es denominado mediador o sacerdote
[3], o sea puente, entre Dios y nosotros. Ese uno se llama Jesucristo. Él es la auténtica necesidad primordial y definitiva de cada ser humano. Es, al mismo tiempo, el único que satisface nuestras más profundas necesidades: de liderazgo, de instrucción y de mediación.
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