El término, que viene del latín
adventus, significa advenimiento, es decir venida, y por lo tanto es muy apropiado para referirlo a esta época del año.
El concepto de Adviento tiene una doble perspectiva: en primer lugar retrospectiva y en segundo lugar prospectiva. La retrospectiva es obvia porque mira al pasado, a hace dos mil años, cuando se produjo la primera venida de Jesús. En ese sentido la época de Adviento es preparatoria para recordar y celebrar lo que entonces ocurrió: el acontecimiento histórico más grande nunca sucedido, esto es, el nacimiento del Hijo de Dios.
Allí la eternidad y el tiempo confluyeron, la supra-historia y la historia se encontraron, en la más feliz coincidencia que mereció que toda una multitud de las huestes celestiales proclamaran el suceso en las inmediaciones de Belén.
A pesar de los
vanos intentos actuales de algunos, que en realidad son tan viejos que nada nuevo tienen, de burlarse de la Navidad como mito cristiano, tanto el hecho como los datos históricos están bien fundamentados y el doctor Lucas, exacto historiador donde los haya, junto con el publicano Mateo nos han dejado un relato pormenorizado de los mismos, para que, generación tras generación, los cristianos celebremos la fiesta regocijándonos en lo que entonces ocurrió.
Este es el sentido retrospectivo del Adviento. La mirada al pasado. Un aspecto vital, porque sin pasado el presente no tiene soporte y el futuro carece de impulso.
Pero Adviento tiene también un sentido prospectivo, que mira hacia delante, hacia una venida futura. Es interesante que en Apocalipsis aparece cuatro veces la frase
´el que ha de venir´(1) referida a Dios.
Esa expresión está en los cuatro casos al lado de otras dos expresiones que se refieren a su existencia en el presente y el pasado (el que es y que era), pero al hablar del futuro en lugar de decir el que será, que sería lo lógico, dice ´el que ha de venir´.
Si hubiera dicho el que es y que era y que será seguramente hubiera expresado una verdad absoluta e incontestable, referente a la eternidad de Dios y su trascendencia. Pero al hacerlo así también hubiera implícitamente resaltado el abismo que hay entre su existencia y la nuestra, que es temporal y perecedera, subrayando la diferencia entre su dimensión y la nuestra, lo que indicaría que son dimensiones separadas que nunca se tocan, lo cual nos dejaría para siempre separados de Dios.
Pero
al sustituir el que será por ´el que ha de venir´ introduce un cambio de la mayor significación, porque quiere decir que ese Dios eterno y que habita en la eternidad entrará en el tiempo, que es nuestra esfera, fundiéndose de esta manera lo temporal y lo eterno, lo trascendente y lo pasajero, produciéndose un encuentro definitivo entre él y nosotros. Por eso él es Dios del Adviento futuro, de la venida futura. Y ese Dios no es otro que Jesucristo, el mismo Dios que el de la primera venida.
Así pues en Jesucristo se producirá ese encuentro entre lo divino y lo humano que ya está prefigurado en su persona, donde la naturaleza divina se unió a la naturaleza humana, en el momento de la concepción, en el seno de la virgen. Por eso Jesucristo no es simplemente un maestro o un profeta, sino realmente el único en quien lo divino y lo humano se ha unido y por quien cualquier ser humano que busque la unión con Dios puede encontrarla.
Si el Adviento retrospectivo nos mueve a mirar hacia atrás y celebrar lo que ya ocurrió, el Adviento prospectivo nos impulsa a mirar hacia adelante y alimentar la esperanza de lo que sucederá inexorablemente. A pesar de los intentos de las fuerzas de tinieblas para negarlo, para retrasarlo o para impedirlo, ese Adviento se producirá en el día y la hora fijados en el reloj de Dios. Nada ni nadie podrá frustrarlo.
Si el primer Adviento fue en su momento profetizado y se cumplió, es lógico esperar que el segundo Adviento, que también está profetizado, se cumpla. Si el Adviento retrospectivo es el soporte del Adviento prospectivo, éste a su vez es lo que da proyección al primero, ya que sin él se quedaría simplemente en un suceso relegado al pasado y de interés solamente para nostálgicos e historiadores.
Pero el Adviento prospectivo demanda un estado de vigilia permanente, al que Jesús mismo nos exhorta una y otra vez, en vista de las fuerzas disolventes que actúan desde dentro (carne) y fuera (mundo) de nosotros y que procuran desarraigar del corazón cualquier anhelo que clame por esa segunda venida. Estar despiertos, ceñidos de lomos, con lámparas encendidas, etc. son algunos de los símiles que nos propone para que no caigamos en el abandono, la negligencia o la desobediencia.
Gocémonos, pues, en estas fechas con el Adviento ya cumplido y preparémonos debidamente para el Adviento que ha de cumplirse. Y la forma de empezar a hacerlo es abriendo ahora el corazón por el arrepentimiento y la fe para que Jesucristo entre en él.
1) Apocalipsis 1:4,8; 4:8; 11:17
Si quieres comentar o