Como era de esperarse los gobiernos de estos últimos países juran y requetejuran que sus casos son diferentes a los primeros mencionados. Aunque algo parecido decían los gobiernos de Grecia e Irlanda cuando se rumoreaba que eran firmes candidatos al naufragio y ya hemos visto dónde han acabado esas dos naciones. De ahí que cuando un responsable gubernamental español asegura que nada de lo que ha acontecido allí pasará aquí, porque nuestro caso es distinto, la espontánea exclamación que brota en el sufrido ciudadano que le escucha es ¡Sálvese quien pueda!
Parece que el asunto está claro. Imaginemos un trío de naciones a las que llamaremos A, B y C. Si C ha hecho un préstamo a B y a su vez B, de lo que le ha prestado C, hace un préstamo a A, en el momento que A no pueda pagar a B su deuda, significará que B no podrá pagar a C la suya. De esta manera A y B quedarán sumidas en un estado de dependencia de lo que C quiera hacer con ellas, a fin de recuperar su préstamo con los intereses.
Aunque lo que está en juego en realidad, como ya admiten los que saben de todo esto, no es la economía de tal o cual país, sino el euro mismo, que hasta no hace mucho era la admiración del mundo entero. Había dejado atrás al dólar, al punto de casi doblar su paridad, y poco le faltaba para llegar a la igualdad con la libra esterlina.
Los ciudadanos de países de segundo orden europeos, cuyas monedas nacionales hace solo unos años no valían casi nada, ahora podían hablar de tú a tú a los ciudadanos de gigantes económicos por la fortaleza del euro. Parecía un sueño. Algo inaudito. Pero de pronto, ¡oh desilusión!, nos hemos despertado del sueño y empezamos a caer en la cuenta de una realidad que nadie veía o quería ver.
La cuestión es que si el euro peligra lo que está en juego es mucho más que la economía. Todo ese proyecto social y político que se llama Unión Europea y el trabajo de arquitectura e ingeniería jurídica e ideológica, que hizo posible su nacimiento y desarrollo, puede venirse abajo. Es decir, el problema puede no estar en la estructura del edificio, sino en los cimientos, lo cual significaría que los constructores han puesto como piedra angular de ese edificio una que no es estable.
Y si esto es así, ello quiere decir que los especialistas y expertos se han equivocado. Y si se han equivocado en algo tan esencial para una construcción como es el fundamento, eso pone en entredicho su capacidad para diseñar y liderar un proyecto de una envergadura tal como es el de aglutinar y dirigir a un conjunto de naciones.
Pero frente a un proyecto que en un momento dado parece imponente y un instante después amenaza ruina, hay otro cuyas bases son sólidas, aunque los especialistas del primero lo consideren despreciable. Es al que hace referencia este antiguo texto: ´La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte del Señor es esto y es cosa maravillosa a nuestros ojos.´(1)
En ese pasaje se nos dice que los expertos han desechado una determinada piedra para su proyecto de edificación. No cuentan con ella, ni entra en sus planes. Ni siquiera la contemplan como elemento secundario. La han examinado y han llegado a la conclusión de que no será parte del conjunto que ellos quieren construir. No les sirve y no la quieren.
´De parte del Señor es esto´ ¿Qué es ese ´esto´ que viene de parte de Dios? A mi entender dos cosas: Primera, que el fracaso de los especialistas es algo que Dios mismo ha determinado que suceda. La mala decisión que han tomado al desechar esa piedra forma parte, sin que ellos lo sepan, de la voluntad de Dios. En segundo lugar, que la piedra desechada se convierte en piedra angular, no del proyecto de los expertos, sino de otro proyecto alternativo. Su diseñador la ha escogido para que sea el cimiento de un edificio que va a permanecer.
Todo esto significa que estamos ante dos proyectos totalmente diferentes. Uno es de los hombres, que es un error esencial, porque confiados en su propia sabiduría, están edificando sobre bases que no tienen consistencia. Eso quiere decir que no es imprudente no confiar en ellos. Más bien eso es lo sensato. El otro proyecto es de Dios, que trabaja con un material desechable según los hombres.
Esta Europa ha decidido, por medio de sus expertos e ideólogos, construir algo en lo que la persona de Cristo, su enseñanza y su obra, no tenga cabida, habiéndolo sustituido por otro material que ellos mismos han elaborado. El fracaso está servido. Por eso mi energía, mi tiempo, mi confianza y mi esperanza no están en ese proyecto, sino en el otro, en el que permanecerá para siempre.
1) Salmo 118:22-23
Si quieres comentar o