Eso conllevará que los estimados de categoría inferior no lograrán entrar en la agenda o, como mucho, quedarán relegados en una lista de espera, aguardando que se caiga de la agenda alguno de los asuntos prominentes para poder tener un hueco en ella.
Incluso hay personas tan importantes que si siquiera son ellas mismas las que confeccionan su agenda, sino que son otras las encargadas de hacerlo, de acuerdo a unos criterios establecidos de antemano y que actúan como filtros, para eliminar todo lo que no encaja con lo que se supone es importante.
Las personas muy importantes con agendas muy cargadas no son muchas, pero están en todos los ámbitos de la actividad humana. Por ejemplo, resultaría inútil intentar contratar para el mes que viene a un cantante o grupo musical de primer rango, ya que su cupo de conciertos seguramente lo tiene cerrado para varios años. También sería en vano poder contar con alguna estrella de primera magnitud del celuloide para que apareciera en la inauguración de un festival de cine mediocre, ya que solo estará presente en las grandes citas cinematográficas, como corresponde a su estatus. Los conferenciantes célebres están rifados, no entrando en su agenda nada que esté por debajo de un caché de cifras que marean.
Por supuesto los políticos desarrollan su actividad gobernados por una apretadísima agenda, en la que las veinticuatro horas del día están programadas con una anticipación de mucho tiempo. Incluso en el ámbito eclesiástico sucede que los predicadores famosos tienen ya invitaciones comprometidas para varios años.
El antiguo falso dicho, tanto tienes tanto vales, podría ser sustituido perfectamente por el de, vales lo que vale tu agenda. Si tu agenda está llena eres de mucho valor, si tiene huecos eres de moderado valor y si está vacía no vales nada. La agenda, pues, se constituye en el termómetro que nos proporciona el nivel de éxito o fracaso de una persona. Claro que al mismo tiempo se da la circunstancia de que cuanto más éxito tiene una persona más inaccesible es, hasta el punto de que la gente muy importante acude solo a grandes acontecimientos, no se relaciona más que con gente de alto nivel y únicamente se centra alrededor de lo que alimenta ese estado de cosas. Naturalmente eso significa que no se tiene tiempo ni disposición hacia lo que sea mediano o pequeño.
Cuando Jesús estuvo en la tierra tuvo en su agenda hueco para todos. Siendo la persona más importante que nunca haya pisado este mundo no solo fue accesible a la gente importante, sino también a la gente normal y corriente, hasta el punto de atender a los que nadie, ni siquiera sus seguidores, estarían dispuestos a atender.
Por ejemplo, en su agenda hubo hueco para atender el ruego del principal de la sinagoga(1), como era Jairo, persona conocida y respetada en Capernaúm y cuya petición significaba un implícito reconocimiento público de la importancia de Jesús. También tuvo tiempo para asistir a la invitación a comer que le extendió un gobernante(2), donde estaba lo selecto y escogido de la sociedad de aquel entonces, señal de la notoriedad que Jesús había alcanzado en su nación. Es lógico, humanamente hablando, que Jesús hiciera sitio a tales personajes. Cualquiera de nosotros, en su lugar, habría hecho lo mismo.
Pero al mismo tiempo él tuvo en su agenda hueco, y un hueco especial, para los que no contaban o no entrarían en las agendas de otros. De manera que se detiene para contestar la súplica de un leproso(3), al que nadie tendría en cuenta por razones obvias o para atender a aquella pobre viuda, abrumada por el dolor porque acababa de perder a su único hijo(4).
En su agenda hay sitio para partidarios y para adversarios, por igual. Rompe, incluso, los protocolos que regulan una agenda políticamente correcta, porque en la soledad de aquel pozo entabla conversación con una mujer que además era extranjera, causando el asombro de sus más íntimos(5).
Hay un caso en el que parece que Jesús no tiene sitio en su agenda para alguien. Se trata de aquella mujer siro-fenicia, es decir cananea, que iba dando voces sin que él le hiciera caso(6). Pero en realidad esa indiferencia era una indiferencia calculada; un silencio planificado a fin de llevarla no solo a que reconociera los síntomas de su necesidad (el problema de su hija endemoniada), sino el verdadero problema (su condición de indignidad personal y racial).
Incluso hubo una ocasión en la que los íntimos de Jesús actúan como filtros para evitar que tenga una agenda sobrecargada con asuntos menores. ¿Y qué cosa más menor hay que aquel enjambre de niños que sus padres le traen para que los toque(7)? No merece la pena que una persona tan importante como Jesús se ocupe de menudencias tales, ya que las personas importantes solo se ocupan de asuntos y personas importantes. Pero la gran lección que Jesús les da a sus íntimos es la de redefinir qué es un asunto importante y qué es una persona importante. Al tener tiempo y disposición para esos niños, Jesús está diciendo que son personas de la suficiente importancia como para que él tenga un hueco en su agenda para ellos.
No te hundas si no tienes una agenda muy llena o no la tienes en absoluto. Tampoco te enaltezcas si la tienes repleta. No te afanes por conseguir un hueco en la agenda de los grandes de este mundo. En realidad solo hay una agenda que realmente importa. No es la tuya, ni la mía, ni la de nadie más. Es la agenda de Jesús y doy gracias a Dios porque en ella hay lugar para todo el que quiera tener cita con él.
1) Lucas 8:41
2) Lucas 14:1
3) Lucas 5:12
4) Lucas 7:13
5) Juan 4:27
6) Mateo 15:22-23
7) Lucas 18:15
Si quieres comentar o