De manera que los usuarios de la expresión ´la tragedia del aborto´ habrían encontrado en la misma una frase que reuniría por un lado sus escrúpulos morales por la eliminación de una vida en ciernes y por otra su consideración ante el peso que han de soportar las mujeres que toman esa decisión.
Es decir,
los partidarios de ese dicho estarían en una posición intermedia entre aquellos que propugnan el aborto libre como un derecho de la mujer y aquellos que defienden la preeminencia de la vida del que ha de nacer. Con los primeros, con su ética materialista, no pueden identificarse, so pena de caer en la culpabilidad de ser cómplices de algo moralmente reprobable, pero para no quedar atrapados en la otra opción, que es defendida por organizaciones conservadoras o ultra-conservadoras, con la consiguiente descalificación que eso conlleva, han buscado una tercera vía en la que toman algo de las dos partes, sin identificarse con ninguna de ellas. Y así es como ´la tragedia del aborto´ ha venido a ser un enunciado de esa postura intermedia. Por ella pretenden huir de dos males igualmente nefastos: la trivialización del aborto y el encasillamiento indeseable.
Lo que ocurre es que
esa expresión puede ser falsa desde el punto de vista sociológico y engañosamente insuficiente desde el punto de vista ético. Sociológica y políticamente desde el Ministerio de Igualdad se trata de eliminar toda relación entre aborto y moralidad, dado que el no nacido es un ser vivo pero no un ser humano. De este modo se procura que cualquier matiz trágico desaparezca de la conciencia de la mujer que está calibrando tomar esa decisión. Después de todo si lo que elimino es algo pero no alguien, no es demasiado trágico hacerlo y si además las leyes me garantizan el derecho de hacerlo sin dar explicaciones a nadie, cualquier atisbo de tragedia se disuelve como el azúcar en líquido caliente, pues las razones me las doy a mí mismo y eso es suficiente.
Todo lo que sea fomentar la vía de la normalización del aborto desde instancias gubernamentales es bienvenido, un ejemplo de lo cual serían las facilidades dadas a las adolescentes que quieran hacerlo sin conocimiento de sus padres. Si el aspecto trágico es, por su propia naturaleza, un impedimento, es evidente que hay que eliminarlo a toda costa del panorama del aborto.
El único factor que puede alimentar ese aspecto trágico en el hecho de abortar es la conciencia, de ahí que sea necesario remodelarla para que no siga siendo un elemento perturbador, siendo imprescindibles para ello dos cosas: (1) cambiar la moral y (2) implantar la nueva en las conciencias, especialmente en las nuevas generaciones, sin olvidar a las antiguas.
Desde el punto de vista ético la expresión ´la tragedia del aborto´, aunque a primera vista parece ser suficientemente sólida para expresar el rechazo hacia la trivialización del aborto, al final se puede convertir en una comprensión más o menos encubierta del mismo. Porque es verdad que hay una tragedia envuelta, lo que ocurre es que se trata de una tragedia que experimentan dos partes de maneras muy diferentes. Para una parte (la mujer que va a ser madre) puede ser un trauma, aunque ya hemos visto que la política dominante tiende a hacer desaparecer ese aspecto, pero para la otra parte (la criatura que ha de nacer) la tragedia consiste, ni más ni menos, en pasar de vida a muerte. Es decir, puede haber una tragedia para ambas partes, pero para una es más tragedia que para la otra y la idea final es que la tragedia sea solo para una parte. Por lo tanto, la frase ´la tragedia del aborto´ no es equitativa. Y al no serlo es injusta, porque no es completamente verdadera.
Trágico es un accidente, un suceso en el que lo imponderable es el factor dominante. Pero lo trágico que es provocado por la voluntad humana puede ser conceptuado como condenable. Por eso un aborto natural es una tragedia, pero un aborto selectivo es una tragedia y algo más. Y ese algo más es precisamente el aspecto repulsivo que los partidarios de la frase ´la tragedia del aborto´ quieren evitar. Se trata de no criminalizar ni condenar porque la mujer ya tiene bastante con esa decisión, que es su tragedia.
El problema es que hay una vida humana que será eliminada deliberadamente, sin que nadie pueda impedirlo si ésa es la voluntad de la mujer. ¿Es eso solamente una tragedia? ¿Nos atreveríamos a calificar de esa manera una muerte violenta en la que una parte está indefensa? ¿No resultaría a todas luces insuficiente y hasta lesiva para la parte más perjudicada?
Comprendo a los que usan la frase ´la tragedia del aborto´. Con ella no quedan en la posición de acusadores, ni se ven expuestos al papel de intransigentes o hipócritas que una sociedad cada vez más permisiva con lo malo adjudica a los que valoran el aborto como algo peor que una tragedia. A nadie le gusta ser conceptuado peyorativamente. El dilema es que estamos frente algo ante lo cual no hay escapatoria posible, ni siquiera con frases en las que se quiere decir algo, pero no del todo, para no ofender.
La cuestión es que para no ofender a una parte se ofende a la otra parte, que es la que se lleva la peor parte. Aunque pensándolo bien, como esa parte no tiene nombre ni nadie le ha visto el rostro y tampoco es un
lobby influyente que nos pueda estigmatizar, es fácil de ofender sin que la conciencia nos lo reproche.
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