Hasta hace poco esto se daba por sentado, no sólo en la teoría, sino también en la práctica, en los países de tradición democrática, de manera que era fácil trazar una línea divisoria que distinguía a las naciones que respetaban ese principio de separación Iglesia-Estado, de las que no lo respetaban.
Pero
llegados a este momento de la Historia, resulta que esa raya de separación es cada vez más difusa, porque las antiguas, y recientes, democracias comienzan a dar señales cada vez más alarmantes de que la tentación totalitaria ideológica está ganando terreno, no sólo en el ámbito privado sino, y esto es lo grave, en el colectivo. Claro que esa tendencia totalitaria no es como la que las dictaduras de cualquier signo han ejercido y ejercen, en el sentido de no permitir la pluralidad política. El nuevo totalitarismo se presenta con un rostro externo pluralista y democrático en lo político, pero muestra su verdadera esencia al establecer e imponer ciertos planteamientos ideológicos como incuestionables e irrechazables, con lo cual esencialmente es un totalitarismo sutil y disfrazado de democracia, pero totalitarismo al fin y al cabo. Es mucho más peligroso que el totalitarismo clásico, porque éste es un lobo al que se le ve venir desde lejos, mientras que el nuevo totalitarismo es un lobo disfrazado con piel de oveja, que sólo es detectado abiertamente cuando está dentro del redil y comienza a hacer estragos.
Tales planteamientos ideológicos son los nuevos dogmas que por todos los medios: escuela, propaganda y leyes, se quieren imponer sobre toda la población, de manera que nadie se salga del guión pre-establecido. Y si las medidas inductoras no son suficientes, ya se están comenzando a proponer medidas instigadoras y amenazantes, incluso abiertamente coactivas, para los disidentes.
Poderosas fuerzas anti-cristianas saben que para que su plan ideológico totalitario tenga éxito, es necesaria la derrota o el sometimiento de las iglesias, únicas entidades cuya razón de ser obedece a otro pensamiento y persuasión totalmente diferente y que además ya tienen su lealtad nítidamente comprometida. De ahí que las estrategias empleadas, aunque sean distintas, tienen todas un mismo objetivo: que los cristianos se plieguen a las prescripciones de la dictadura que viene. Algunas de esas estrategias ya están dando su fruto, sin necesidad de recurrir a medidas disuasorias. El discurso basado en la tolerancia, en el respeto a los derechos humanos y a la diversidad, ha sido bien acogido en ciertos sectores cristianos, que se han convertido en difusores entusiastas de esos valores. El problema está en el punto de partida, al haberse falseado deliberadamente el contenido de esos conceptos (tolerancia, derechos humanos y diversidad), para que abarquen las ´verdades´ ideológicas del nuevo totalitarismo, algunas de las cuales repugnan no sólo a la conciencia cristiana sino a la lógica y a la razón en sí, siendo auténticos caballos de Troya cuyo propósito final es trastocar o destruir nociones fundamentales sobre el ser humano, el matrimonio, la familia y la sociedad.
Si los cristianos no nos sumamos por las buenas a esta nueva corriente que recorre Europa y que también se mueve poderosamente al otro lado del Atlántico, en el hemisferio norte, entonces los teóricos de la nueva dictadura recurrirán a medidas más expeditivas para que entremos por el aro. De hecho, ya se está produciendo un goteo cada vez más frecuente de casos en los que cristianos están viendo mermados, o anulados, sus derechos por causa de su fe, mediante la coacción o la amenaza. Cuánto tiempo faltará para que todo esto se traduzca en leyes que nos pongan entre la espada y la pared solo Dios lo sabe, aunque la marcha que llevan los acontecimientos parece indicar que no demorará demasiado.
El tiempo del sosiego y la quietud se acaba. Estamos en uno de esos goznes históricos en los que se vislumbra un cambio de tendencia, que anuncia una nueva era. Y es nada menos que el concepto de democracia lo que va a experimentar una transformación esencial, que va a acabar con el que hasta ahora había prevalecido en las naciones que, no lo olvidemos, se lo debían al cristianismo. Pero con el ataque al cristianismo va aparejado el ataque a la idea de democracia que, como brote suyo, se gestó en Occidente. Como hay un nexo de unión entre ambos, los promotores de la dictadura que viene han diseñado una nueva democracia, sin necesidad de cristianismo; de manera que su intencionalidad es clara: acabar con la una y con el otro, para que surja sin trabas la nueva democracia que han diseñado.
La democracia, entendida como hasta ahora, podrá desaparecer y ser sustituida por otra, que en realidad es dictadura; pero lo que nadie, nunca, podrá aniquilar será a la Iglesia y esto por dos razones. Primera, la promesa de su Fundador:
`Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.´(1);
segunda, la propia trayectoria de la Iglesia, que corrobora esa primera razón, al haber salido victoriosa a lo largo de dos mil años de las maquinaciones, insidias y persecuciones a las que ha sido sometida. En realidad, ha sido en esos momentos cuando su fuerza y su genio se han mostrado en toda su intensidad, por lo que en verdad sus enemigos le han hecho un favor al purificarla y renovarla, mediante sus malvados planes. Lo mismo ocurrirá ahora también.
1) Mateo 16:18
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