Por lo tanto, el lema rezuma un significado inspirador y motivador que está reñido con la rutina, la apatía y la inercia, siendo en ese sentido una insignia que está más allá del tiempo y del espacio, válida no sólo para una determinada nación sino para cualquier nación, así como para todo individuo en particular.
Pero poner en práctica ese Plus Ultra no es fácil. Lo fácil es acomodarse a lo ya conseguido y contentarse con lo que se conoce, lo cual demanda poca energía, poca imaginación y poca entrega. O ninguna. Claro que, finalmente, la nación o el individuo que prefiere quedarse anclado a lo que ya conoce, termina por empobrecerse en todos los sentidos, comenzando por la pobreza de espíritu (¡ojo! no la pobreza en espíritu) que es la peor pobreza de todas y raíz de las demás.
No obstante, y frente al peligro de que el lema se convierta en una frase hueca, debido a la tibieza, el aburguesamiento y la cobardía, existe otro extremo, no menos mortífero, que consiste en la perversión de dicho lema. Aunque se mantienen intactas las dos palabras, su significado es totalmente opuesto. Porque así como hay un Plus Ultra que impulsa al espíritu humano hacia metas más sublimes y elevadas, existe otro Plus Ultra que consiste meramente en la transgresión, en un ir ‘más allá’ derribando y destruyendo, por el placer de arruinar, todo aquello que verdaderamente tiene valor. Es propio de espíritus malvados y mezquinos, cuyo único deseo consiste en pisotear y violar lo que es verdadero, digno, sagrado y permanente.
Actualmente asistimos a la apoteosis de ese Plus Ultra maligno, que busca por todos los medios desprestigiar, ridiculizar y en última instancia acabar de una vez por todas con el legado judeo-cristiano. La maquinación se ha extendido hasta tal punto que naciones europeas y del continente americano, que una vez fueron motivadas por altas y nobles aspiraciones, siendo faro y guía de otras, parecen haber optado, con sus gobernantes incluidos, por ese Plus Ultra de la defenestración que nos arrastra hacia una catástrofe de dimensiones inenarrables.
Ya sé que en nuestro tiempo si uno habla de catástrofes, inmediatamente te tildan de ‘profeta de catástrofes’ y se hace una frase ingeniosa, aunque algo gastada ya, con la expresión ‘catástrofe de profeta’. Pero si Hollywood puede permitirse el lujo de presentarnos cada cierto tiempo una superproducción cuya temática es la catástrofe del planeta Tierra y si Greenpeace hace lo propio, anunciándonos que tal o cual catástrofe vendrá en el curso de unas décadas sobre este maltrecho planeta ¿por qué no admitir que es posible que esas catástrofes de Hollywood y Greenpeace tienen su raíz última en ese Plus Ultra perverso en el que nos hemos lanzado? Un Plus Ultra que nada tiene que ver con aquel grande, legítimo y primero, contenido en Génesis 1:28, por el que Dios encomendaba a la humanidad una insigne misión de vastos alcances.
De la misma manera que existen riadas sin control que se llevan todo lo que encuentran a su paso y de igual modo que existen fuegos voraces que arrasan lo que ha costado generaciones enteras levantar, así el siniestro Plus Ultra desbocado de la vergüenza no se detiene ante nada y quiere subvertirlo todo, no porque tenga una opción mejor o más digna, sino por el simple placer de destruir la preciosa obra que en su día inaugurara el Autor de la misma.
En el salmo 75 se habla de una ruina de la Tierra y sus moradores. Se trata de una ruina aparentemente insalvable, pero cuando todo se derrumba y parece que el diabólico autor de ese Plus Ultra maligno se va a salir con la suya, hay alguien que interviene soberanamente para poner las cosas en su sitio. El pronombre personal ‘yo’, referido a Dios, aparece dos veces: ‘Yo juzgaré rectamente’ y ‘Yo sostengo sus columnas’.
El primer yo nos habla de la decisión unilateral de Dios, sin necesidad de apoyos externos ni mayorías, de fijar un día de juicio; un día en el que los soberbios y malvados, cuyo deleite consistía en echar abajo la obra de Dios, recibirán su justo pago; también es un día de enaltecimiento para otros, pero no de un auto-enaltecimiento ni de un enaltecimiento horizontal (porque no viene de oriente, ni de occidente, ni del desierto), sino vertical, pues viene de lo alto.
El segundo yo nos habla del poder unilateral de Dios para sostener aquello que estaba en trance de demolición, por la perversa acción de los que socavan los cimientos. Así pues, y ante las perspectivas que parecen indicar el triunfo del enemigo, cobremos aliento, sabiendo que el Autor de la obra es el Salvador y Vindicador de la misma, porque el Plus Ultra de la infamia asoladora será derrotado por el Plus Ultra de la gloria libertadora.
‘Al tiempo que señalaré yo juzgaré rectamente.
Se arruinaban la tierra y sus moradores; yo sostengo sus columnas.
(Selah)
Dije a los insensatos: No os infatuéis;y a los impíos: No os enorgullezcáis;
No hagáis alarde de vuestro poder; no habléis con cerviz erguida.
Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento.
Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece.
Porque el cáliz está en la mano de Jehová, y el vino está fermentado,
Lleno de mistura; y él derrama del mismo;
Hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra.’ (Salmo 75:2-8)
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