En España se decretaron dos amnistías en los años 1976 y 1977, en plena transición democrática, siendo una medida imprescindible para dar por concluida la etapa anterior y empezar otra nueva. Pero no siempre la amnistía es un medio de reconciliación, aunque ésa sea siempre su intencionalidad. Se dan casos en los que provoca el ensanchamiento de la brecha social, que es exactamente lo contrario de lo que se propone, especialmente si hay por medio delitos de sangre.
Y es que en la amnistía van intrínsecos asuntos del mayor calado, como son la justicia y la gracia y, sobre todo, la manera en que esos dos grandes conceptos se conjugan. Porque resulta fácil, moralmente, ejercer medidas de gracia hacia quien ha sido condenado por una norma de justicia torcida o arbitraria; pero lo embarazoso es ejercerlas hacia quien ha sido condenado justamente, porque de hacerlo se puede estar cometiendo una violación de la justicia, lo cual ya es en sí un delito.
Claro que
las sociedades a veces se encuentran en encrucijadas en las que tienen que poner en la balanza qué es más conveniente para su bienestar o simplemente para su supervivencia: si la aplicación estricta de la ley o la mitigación de la misma. En el primer caso se rinde tributo a la justicia, aunque a un precio tan alto que su puesta en práctica puede ser traumática, mientras que en el segundo lo que se procura es salir adelante, aunque para hacerlo haya que esquivar algunos principios elementales, lo cual supone el triunfo del pragmatismo sobre la justicia. Estas son las difíciles coyunturas en las que a veces los gobernantes se encuentran atrapados.
Una de las organizaciones más famosas que ha hecho que la palabra amnistía sea conocida en todo el mundo es Amnistía Internacional, cuyo propósito es denunciar ante la opinión pública las violaciones de los derechos humanos, especialmente las que tienen que ver con la libertad de opinión y de conciencia, y el encarcelamiento y tortura de disidentes políticos que no hayan hecho uso de la violencia, denunciando a cualquier organismo, sea gubernamental o no, que practique tales métodos. Es decir,
para Amnistía Internacional los derechos humanos del individuo prevalecen sobre cualquier razón de Estado.
Pues bien, creo que esa norma es aplicable a los moradores del útero, que están expuestos, por leyes promulgadas por gobiernos, a no ver jamás la luz, acabando en el cubo de basura de los desechos humanos. Si somos capaces de extender y hasta entender la amnistía hacia personas que sabemos positivamente son culpables de delitos, algunos de ellos de sangre, ¿cómo es que nos negamos a otorgársela a estas criaturas?
Si se arguye que su existencia puede ser una amenaza para los derechos de otra persona, entonces estamos empleando el mismo razonamiento que emplea, por ejemplo, el régimen militar birmano para tener encerrada a San Suu Kyi, ya que su sola existencia le supone un quebradero de cabeza. Con la diferencia de que la dictadura birmana no se atreve a liquidar físicamente a la disidente, entre otras cosas porque es Premio Nobel de la Paz y un referente mundial, mientras que
nosotros no sólo liquidamos físicamente a los moradores del útero, sino que promulgamos leyes para hacerlo legal. Pero claro, la diferencia estriba en que San Suu Kyi tiene nombre y tiene renombre, pero estos pobres moradores del útero no tienen ni lo uno ni lo otro. Así que al acabar con ellos no acabamos con nadie. ¿O sí?
Llegará un día en que el aborto será contemplado como lo que es: un crimen contra el ser humano. De la misma manera que ocurrió con la esclavitud, así sucederá con el aborto. Entonces producirá estupor y vergüenza saber que al aborto se le denominó medida progresista. En aquel día, los que fueron sus impulsores quedarán retratados como promotores de una de las mayores aberraciones jamás realizadas. En ese día quedará claro, definitivamente, lo que es ser progresista y lo que es ser reaccionario.
Mientras tanto, el texto bíblico de más abajo nos llama a intervenir a favor de esos seres humanos, cuya transgresión consiste en querer nacer. Si los de Amnistía Internacional dan la cara por personas que no han hecho uso de la violencia, para que no se haga violencia contra ellos, ¿cómo no vamos a dar nosotros la cara para que no se haga violencia contra los que ni siquiera pueden defenderse? En el caso de que no lo hiciéramos, para no complicarnos la vida, hay Alguien que nos lo va a tomar en cuenta. Actuemos.
Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá y dará al hombre según sus obras.(2)
1) Enciclopedia Británica
2) Proverbios 24:11-12
Si quieres comentar o