Teniendo en cuenta además los zarpazos que el terrorismo daba con más facilidad y asiduidad de las que nadie hubiera pensado y sumándose a eso la crisis económica que por aquel entonces hacía estragos y situaba al paro como el drama más visible de tantas familias en la España de aquellos años, parecía que los autores y divulgadores de la frase tenían razón al asegurar de forma rotunda que con Franco habíamos vivido mejor.
Claro que esa misma rotundidad ya contenía su propia debilidad y por eso la frase quedó satirizada de la siguiente manera: Con Franco vivíamos mejor… algunos. Efectivamente, ciertos grupos afectos al régimen habían vivido mejor con Franco que ahora con la democracia, la cual suponía el fin de sus privilegios, prebendas y ventajas de todo tipo. Y es que el bienestar de algunos había sido a expensas del malestar de otros, algo que los apologistas del antiguo régimen pasaban por alto en su eslogan. Por eso tal eslogan quedó en evidencia, al no reflejar la experiencia de tantos otros españoles para los cuales vivir con Franco fue desde un mal inevitable hasta una pesadilla.
La paradoja es que después de más de treinta años de la muerte de Franco, si pudiera hablar, habría un colectivo que haría totalmente suyo aquel eslogan de que con Franco vivían mejor. No se trata de un
lobby minoritario pero poderoso, ni de un sector influyente que quiere recuperar su capacidad de maniobra perdida, ni tampoco de un grupo de presión que persigue alcanzar más cotas de poder. Se trata de la agrupación más débil que imaginarse pueda, tanto que se les podría denominar con plena justicia como los más débiles entre los débiles. Su situación, a medida que la democracia en España ha ido avanzando, la economía desarrollándose y los derechos humanos afianzándose, ha ido a menos, hasta el punto de que su precariedad es cada vez mayor. La amenaza real que se cierne sobre ellos es de tal calibre que si pudieran hablar gritarían al unísono: ¡Con Franco vivíamos mejor!
El colmo de la paradoja es que este frágil colectivo vivía mejor con un dictador, cuya persuasión no era precisamente la defensa de los derechos humanos, que con gobernantes que se ufanan de la defensa de los mismos. Sí; un militar de carrera como Franco, que libró una guerra implacable contra sus enemigos, resultó ser un cobijo protector para ese colectivo tan frágil, mientras que otros gobernantes que enarbolan la bandera de la tolerancia y crean foros de encuentro para pacificar el mundo resultan ser los peores antagonistas que dicho colectivo haya tenido nunca, hasta el punto de quedar en la indefensión más absoluta. ¡Qué cosas!
El Ministerio de Igualdad impulsa en España la ampliación del aborto libre hasta las catorce semanas, de manera que el no nacido quede sujeto a la voluntad de la madre sin que ésta tenga que dar cuentas a nadie de su decisión. Embriones y fetos quedan así expuestos a la posibilidad real de la muerte mediante leyes promulgadas por gobernantes progresistas y humanitarios. Si esos embriones y fetos pudieran expresarse escogerían seguramente la dictadura, pues bajo ella, al menos sobre el papel, tenían garantizada la supervivencia.
Ya sabemos que la legislación no lo es todo, porque la mala voluntad es capaz de pervertir las mejores leyes. Pero el problema que ahora tienen embriones y fetos ya no es solo de mala voluntad sino también de malas leyes que son el fruto directo de dicha mala voluntad. Es decir, con la dictadura los fetos y embriones se enfrentaban al ataque de la mala voluntad, ataque que estaba obstaculizado por la legislación; pero ahora, en democracia, esos mismos embriones y fetos tienen que enfrentarse a una ofensiva doble: el de la mala voluntad y el de la mala legislación. O tal vez triple: mala voluntad, mala legislación y mala concienciación social. El Ministerio de Igualdad debería cambiar su nombre para ser coherente con sus propósitos, al menos desde el punto de vista del no nacido, y pasarse a llamar Ministerio de Arbitrariedad, porque el destino del nonato queda al criterio de arbitrariedad de la gestante, a la cual tal Ministerio defiende por encima de todo, aunque sea a costa de la vida del más frágil. ¡Toda una demostración de humanidad, tolerancia y progreso!
Si para lo que queremos tenemos programas de concienciación y educación social, hasta el punto de que somos capaces de darle la vuelta a las cosas más elementales y llamar a lo blanco negro y a lo negro blanco ¿No sería posible también hacer lo mismo con este asunto de vida o muerte? ¿Acaso no se legisla, se hacen campañas y se organizan programas educativos para proteger a la mujer de la violencia machista? ¿Es condenable esa clase de violencia y no lo es la violencia feminista hacia el no nacido? ¿Por qué la primera es detestable y la segunda es opinable? ¿No existen programas reeducativos y formativos para tratar de recuperar al machista y prevenir el machismo? Pues bien ¿No sería posible, por el bien de los no nacidos, crear similares instrumentos para recuperar a la feminista y prevenir esa clase de feminismo que hace posible que una adolescente de 16 años pueda abortar legalmente? Así como hay campañas oficiales destinadas a reducir el número de muertos en la carretera ¿No sería factible impulsar otras para reducir el número de muertos en el útero materno?
Bajo Franco el aborto estaba penalizado y la mujer que lo practicaba quedaba criminalizada; ahora la mujer es libre de practicarlo y el no nacido queda sujeto a sentencia de muerte.
¿No sería mejor buscar una vía media, estimulando medidas que promuevan el nacimiento de los hijos no deseados para darlos en adopción? Así ganaríamos por partida triple: la tasa de nacimientos se elevaría, de lo cual España está desesperadamente necesitada, los matrimonios estériles podrían adoptar sin tener que esperar años y años para poder hacerlo y las mujeres se verían libres de esa monstruosidad terrible que es dar muerte al ser humano, su propio hijo, que lleva dentro.
Definitivamente desde los úteros maternos esas diminutas criaturas, las más vulnerables de todas, claman y suspiran para que se les permita la viabilidad de la vida, haciendo suyo el viejo lema: Con Franco vivíamos mejor. ¿Seremos capaces los que vivimos en democracia de evitar que nos acusen con ese argumento?
Si quieres comentar o