Me explico. Detrás del ´probablemente´ del lema se esconde un intento de huir por todos los medios de cualquier cosa que huela a fundamentalismo, ya que ésa es una de las peores etiquetas que hoy en día se le pueden colgar a cualquiera. Es preferible que te llamen sinvergüenza, canalla o facineroso antes que fundamentalista, término que nos retrotrae a lo cavernario y tenebroso.
Pero el exceso de uso, que se convierte en abuso, termina por pasar factura a los que a diestro y siniestro usan el denigrante término. Y así nos encontramos con la paradoja de que con el paso del tiempo es ya posible hoy hablar, con fundamento, de un fundamentalismo laicista, de otro relativista, de aquel secularista, del de más allá cientificista, entre otros muchos, en la medida en que estos movimientos tienden a fulminar con el execrable vocablo fundamentalista a todo lo que no lleve su
Imprimatur.
Queriendo ponerse la venda antes de la herida, los ateos han renunciado al uso de una afirmación tajante, tal como ´Dios no existe, deja de preocuparte, etc.´ pues el tono de la misma los haría culpables de lo que ellos mismos acusan a otros, esto es, de fundamentalismo. De ahí el ´probablemente´. Pero al hacerlo se han puesto en evidencia a sí mismos, al no ser capaces de trasmitir un mensaje nítido. Así pues, queriendo huir del fundamentalismo ateo han caído en el escepticismo, el cual abre la puerta para ser escépticos hacia el ateísmo e incluso hacia el escepticismo mismo. Les ha pasado lo que le ocurrió a aquel Amán del libro de Ester, que fue colgado en la misma horca que él había preparado para otro(1). O lo que es igual, han querido ser tan listos que al final se han quedado atrapados en el lazo que habían preparado para cazar a los creyentes. ¡Ay! Si es que tanto usar el manido vocablo fundamentalista tiene sus riesgos…
La proposición que hace el ateo descrito en el Salmo 14 tiene al menos más arrojo que la de nuestros modernos ateos, ya que sin ambages ni rodeos afirma con rotundidad lo que blasona creer:
´No hay Dios´. Aquí no hay medias tintas ni ambigüedad calculada, lo cual es de agradecer. Claro que tal valentía en realidad es temeridad y temeridad insensata. Porque en ese Salmo se nos enseña que previamente a la declaración de ateísmo hay una condición del corazón expresada en la palabra necedad. Es decir, antes de que la proposición intelectual sea proclamada ya hay un estrato moral anterior en el corazón de la persona que la profiere.
En otras palabras, el ateo no es necio porque es ateo sino que es ateo porque es necio. La necedad es la raíz, el ateísmo la consecuencia. La condición moral de la persona es el origen de su declaración intelectual, no al contrario. Lo cual nos lleva a una conclusión muy importante: su problema no está en la cabeza sino en el corazón.
Esto es corroborado porque el necio en la Biblia no es una persona que tenga pocas luces intelectuales o cuya capacidad mental esté mermada. Más bien, se trata de alguien cuya cerrazón hacia Dios es la característica que lo definiría. De hecho, algunos de los ateos más militantes han sido y son personas de mente conspicua en ciertos campos del saber, aunque totalmente negados a todo lo que tenga que ver con la más mínima posibilidad de que exista tal cosa como la Revelación. Por lo tanto, el ateísmo no es el resultado de una posición filosófica elaborada en un vacío aséptico sino el fruto intelectual de una inclinación moral y espiritual deliberadamente escogida de antemano.
De ahí que el Salmo 14 una a ese binomio necedad-ateísmo un tercer elemento que viene a completar así un cuadro realmente turbador. Ese tercer elemento sería la componente de maldad descrita en las palabras
´…se han corrompido, hacen obras abominables, no hay quien haga el bien.´(2), con lo cual
tendríamos una tríada que se retroalimenta: necedad-ateísmo-maldad. Es decir, el estado moral de una persona gobierna su postura filosófica y en último término su conducta, estando las tres indisolublemente unidas entre sí.
Lo sorprendente del Salmo es cómo despacha la cuestión planteada por el necio. En primer lugar invirtiendo los términos y poniendo las cosas en su sitio, al despojar al ateo de categoría moral para erigirse en juez de algo a lo que previamente se ha negado a admitir ni siquiera como hipótesis. En segundo lugar presentando inmediatamente a Dios vivo y activo en la expresión:
´Jehová miró desde los cielos…´(3)
.
Me resulta graciosa esta forma tan sencilla de poner al necio y a Dios en el lugar que a cada uno le corresponde. No es la única vez en que la Sagrada Escritura nos da una lección de buen humor teológico, algo de lo cual estamos muy necesitados. Y es que cada vez estoy más convencido de que en los manuales de Teología Sistemática debería aparecer, entre los grandes atributos de Dios, el de su sano sentido del humor, porque es parte intrínseca de su personalidad.
Después de todo si nosotros estamos hechos a imagen y semejanza suya y tenemos sentido del humor, síguese que es porque Dios lo tiene. Aquellos que pretenden presentarnos una caricatura de Dios como alguien por naturaleza antipático, de por sí hosco y por tanto fácil blanco de sus ataques, yerran totalmente. Más bien es lo contrario. En este Salmo el antipático, por decirlo de manera suave, resulta ser el personaje a quien se denomina necio.
Doy gracias a Dios porque él, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, es fuente de la sana y verdadera alegría.
1) Ester 7:9-10
2) Salmo 14:1
3) Salmo 14:2
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