El juez condenado, Fernando Ferrín Calamita, estimaba que entregar un niño en adopción a una pareja de personas del mismo sexo era convertirlo en una cobaya humana, por lo que sus esfuerzos siempre fueron encaminados a velar por los intereses del menor.
La sentencia es la conclusión lógica de la dirección en la que, con cada vez más fuerza, sopla el viento en asuntos que conciernen a la justicia y al derecho en lo que respecta al matrimonio y la familia. Es también un aviso a cualquiera que desde el ámbito judicial intente apartarse de la norma establecida y pretenda actuar según el imperio de la razón y del sentido común.
El pasado mes de septiembre un matrimonio español, casado hace ya varios años, me contaba sobre el interminable proceso legal que están siguiendo para conseguir un niño en adopción. Me consta que son un matrimonio estable psicológica y económicamente y que la criatura que llegaría a su hogar tendría el afecto y el calor humano necesarios para crecer en un entorno equilibrado y saludable.
Sin embargo, por razones que no llegaban a entender, su petición solicitada hace ya varios años todavía no había recibido una respuesta positiva por parte de la Administración competente. De seguir así, si algún día les conceden la adopción estarán en edad no ya de ser padres sino de ser abuelos de la criatura.
Es la misma tesitura en la que se encuentran tantos matrimonios en España, que se han visto obligados a recurrir a la adopción en países extranjeros, donde el proceso es más rápido. El matrimonio aludido se sentía cansado y confundido, ante las innumerables pruebas a sortear para que su solicitud fuera aprobada. ¡Tal vez su error fue que se equivocaron casándose hombre con mujer, en lugar de haberse casado con alguien del mismo sexo! Seguramente a estas alturas ya serían tres en casa.
La enorme dificultad que las adopciones tienen en España contrasta con la creciente facilidad para abortar. Una paradoja que es reflejo del estado de cosas en nuestra sociedad, según el cual si quieres preservar, construir y levantar te costará lo indecible, mientras que si quieres destruir todo serán facilidades.
La inhabilitación de este juez es todo un signo de nuestro tiempo. Tiempo en el que se avasalla a lo recto y justo, pero se exalta, en nombre de una cierta concepción de la justicia, lo torcido. Tiempo en el que la maldad, tal vez como nunca antes, ha tomado los resortes del poder y de la influencia para llevar a cabo sus planes. Tiempo en el que si alguien quiere juzgar, de acuerdo a la justicia que es justa, se le acusa y se le desposee de su cargo. Tal vez no esté lejos el tiempo en el que cualquiera que así haga acabe dando con sus huesos en la cárcel.
Pero examinando el caso con más cuidado llego a la siguiente conclusión: En un sistema jurídico que se acerque a lo que es la auténtica justicia, a quien se debería haber sentado en el banquillo de los acusados no es al juez Ferrín Calamita sino a quien fue el promotor, desde el Gobierno, de este cambio de leyes que ha hecho posible esta inhabilitación. Aunque para ser justos, habría que sentar también a los que juntamente con él impulsaron estas medidas y las apoyaron activamente en el Congreso de los Diputados para que fueran aprobadas. Lo cual significaría el proceso de buena parte de nuestros representantes políticos, al haber legislado en contra de la razón y de la justicia.
Claro que si tenemos en cuenta que según la Constitución “la justicia emana del pueblo”(1) entonces llegaremos a otra conclusión todavía más inquietante: es el pueblo mismo el que ha querido que la justicia sea suplantada por la injusticia.
Menos mal que la veracidad o la falsedad de un concepto no depende del número de votos que tenga. El número, si acaso, otorga legalidad pero no veracidad. De donde se sigue que algo puede ser legal pero no verdadero. Y viceversa, algo puede ser verdadero y no ser legal. Por eso el juez Ferrín Calamita está fuera de la ley, aunque no fuera de la verdad.
Hay que ser realistas. Jesús afirmó que sus enemigos, momentánea y aparentemente, se habían salido con la suya cuando dijo:
“…mas esta es vuestra hora y la potestad de las tinieblas.” o como traduce la Biblia de las Américas:
“…pero esta hora y el poder de las tinieblas son vuestros.”(2).
Algo similar ocurre en esta hora que vivimos, cuando las tinieblas se ciernen amenazantes para desdibujar, enturbiar y confundir la noción de matrimonio y familia. Pero la respuesta llegará. No por la iniciativa de una fuerza política sino por la de quien creó, al principio de la humanidad, ambas entidades.
1) Artículo 117.1
2) Lucas 22:53
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