Prevenir las vacas flacas

Es decir, la idea de previsión está detrás del mismo. No se trata de dejar las cosas para última hora ni de dejarse llevar por la euforia de la prosperidad sino de adelantarse al futuro, al futuro de la abundancia y al futuro de la escasez, para que la nación sobreviva. El programa económico que José traza ante Faraón y sus consejeros contiene el concepto de previsión por partida doble: primero en su delineación y segundo en su urgencia, para que Faraón lo ponga en marcha ya. Sus palabras no dejan lugar a dudas: ´Por tanto, provéase ahora Faraón…´(1) Hay dos vocablos que me llaman la atención en esa frase. Uno es provéase y el otro es ahora, estando ambos íntimamente unidos entre sí.

La palabra proveer tiene un significado etimológico muy esclarecedor al respecto. Procede del latín provideo, que se compone de la preposición pro y del verbo video y su significado literal sería ver delante, de lejos, con antelación. De ahí nacen las ideas sinónimas de mirar, procurar, abastecer. Pero no solo el latín nos ayuda a entender ese concepto; también la lengua hebrea lo hace, porque la palabra que se ha traducido como proveer es ra´eh, que significa ver, de donde un vidente es un ro´eh, es decir uno que ve.

Naturalmente se trata de uno que ve lo que los demás no ven, porque lo ve con anticipación. En esas tres lenguas, español, latín y hebreo, tenemos en proveer la idea de previsión. Y esto es lo que fue José, un hombre previsor que exhortó a Faraón a que actuase con previsión. De ahí la importancia del ´ahora´ en su frase. Me parece que el problema de tantos gobernantes es que carecen del sentido de la previsión, por la sencilla razón de que no ven más allá de lo que tienen delante de sus narices.

Hay algo que me llama la atención en José y es que ni en los años de abundancia ni en los de escasez usó la economía para hacer política. De lo que se trataba era de tomar medidas a tiempo, según el plan establecido para salvar a la nación. Es decir, no convirtió la economía en un medio de promoción personal ni en ocasión para tomarse la revancha sobre sus adversarios.

Y aquí es donde está la grandeza de este hombre, que tuvo la suficiente altura de miras para trabajar por lo verdaderamente importante. Tengo la impresión de que la economía se usa actualmente, si es próspera, para vender el mensaje de lo bien que se están haciendo las cosas y por lo tanto para que tengas muy presente en qué sentido debe ir tu voto la próxima vez que vayas a las urnas; pero si va mal, como ahora sucede, para echarle la culpa a otro y descargar la responsabilidad en cabeza ajena. Eso es hacer política de la economía. Pero una cosa es hacer política económica y otra muy distinta hacer política de la economía. Aunque si lo pensamos, hoy se hace política de cualquier cosa: de la justicia, de la verdad, de la historia, de la familia, de la educación y de lo que haga falta. De ahí la politización que lo llena todo.

La capacidad profesional de José se advierte en que supo definir cuál era el elemento vital de la riqueza de Egipto. De esa definición dependería el éxito o fracaso de su plan. Seguramente había muchos bienes en Egipto a los cuales conceptuar como esenciales para la supervivencia de la nación. Pero apostar por uno o varios que luego se demostrara que no eran los bienes por los cuales había que haber apostado supondría la ruina general. La vivienda podría haber sido uno de esos bienes factibles de inversión. O el oro. O tal vez las obras de arte. O los caballos. O el lino fino. Pero José va a definir en otra dirección el bien primordial de Egipto en el cual hay que volcarse por encima de todo. Se trata de algo muy práctico y en apariencia insignificante: el grano de trigo. Todas las actuaciones de política económica y social que se van a llevar a cabo giran alrededor del humilde grano de trigo. Ése es el valor principal sobre el que se tomarán todas las decisiones. El acierto en esa definición será clave para el éxito del programa.



Para poner en marcha su plan de previsión José va a establecer un sistema de impuestos en los años de abundancia, consistente en recaudar el veinte por ciento de las cosechas de trigo(2). Ahora bien, cuando oímos hablar de impuestos automáticamente nos zumban los oídos como si hubiéramos oído hablar del diablo. Hay países en los que el fraude a los impuestos forma parte de la cultura y mentalidad de la gente. Incluso muchos cristianos participan de esa mentalidad al buscar por todos los medios eludir esa responsabilidad. Claro que luego todos queremos que haya buenas infraestructuras, servicios y prestaciones públicas. Pero ¿cómo va a haber de todo eso sin impuestos? El impuesto bien entendido promueve las ideas de responsabilidad y solidaridad, que son vitales para cualquier sociedad. El impuesto mal entendido promueve las ideas de granujería y picaresca, que son mortales para cualquier sociedad.

El impuesto que José propone y establece es lo que en última instancia salvará a la nación del desastre. Nótese que no es un impuesto gravoso ni abusivo, porque se lleva a cabo en los años de prosperidad, cuando el trigo es tan abundante como la arena del mar. Un trigo que, de no haberse recogido como hizo José, se hubiera despilfarrado y perdido para siempre en los siete años de abundancia. De manera que ese cereal, en un momento dado infravalorado y con un precio por los suelos, se convertirá poco después en la materia prima más valiosa de todas. Nótese que no es un impuesto que será malversado ni empleado de manera fraudulenta sino uno con un fin justo, que es el bien común. E insisto, no es un impuesto maldito que asfixia las economías familiares.

Siete años de abundancia son suficientes años como para que una mentalidad de euforia colectiva engañosa se instale en los corazones, pensando que ese ciclo no acabará nunca.

¿Para qué almacenar el trigo? ¿No estamos teniendo cosechas que baten plusmarcas? ¿No será el futuro mejor que el presente? Pero José no se deja llevar por esa borrachera económica global que invade al país. Y mientras los demás gastan y se divierten, él planifica, trabaja, organiza y vela, sabiendo que el día de la crisis se acerca.

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1) Génesis 41:33
2) Génesis 41:34