Si tuviera que definir a Obama en una breve expresión escogería la siguiente: Un candidato singular. Tal vez en eso radique su atractivo para mucha gente, al ir ligada esa singularidad con la palabra cambio, que es el
leitmotiv de su campaña.
Otra cuestión es que luego ese cambio sea real y lo sea para bien. Pero en principio hay algo en su perfil que no se ajusta al tipo de mandatario al que estamos acostumbrados a ver en la Casa Blanca. Habría que retroceder hasta Kennedy, con el que se ha comparado a Obama, para encontrar a alguien que rompe los moldes tradicionales de aspirante al despacho oval. La juventud de ambos, desde luego, es un factor que va en esa dirección de ruptura, pero hay algo más. Tanto uno como otro no encajan en el modelo establecido si alguien aspira a moverse en la cúspide del poder en esa nación. Ese modelo estaría definido por las siglas
WAP, es decir,
white (blanco),
anglo-saxon (anglosajón) y
protestant (protestante). A Kennedy le faltaban los dos últimos ingredientes al ser de ascendencia irlandesa y de confesión católica y a Obama le faltan los dos primeros. Claro que si somos muy estrictos tampoco John McCain sería un
WAP perfecto porque la primera sílaba de su apellido denota su linaje irlandés.
Pero
es evidente que si Obama es un candidato singular, incluso más allá de lo que Kennedy lo fuera, lo es particularmente por el color de su piel. Si gana el próximo 4 de noviembre se habrá convertido en el presidente número 44 de los Estados Unidos y en el primer negro en alcanzar tal puesto. Si tal cosa sucede será un hito que ni el mismo Abraham Lincoln hubiera imaginado. No hay que olvidar que aunque Lincoln fue el gran campeón del abolicionismo, sin embargo cuando fue políticamente conveniente se manifestó contrario a conceder la ciudadanía a los negros:
´No estoy ni he estado a favor, en ninguna manera, de dar lugar a la igualdad social y política de las razas blanca y negra… No estoy ni he estado a favor de hacer a los negros votantes o jurados, ni de cualificarlos para desempañar cargos, ni para casarse con blancos… Hay una diferencia física entre las razas blanca y negra, la cual yo creo que impedirá siempre que las dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política.´ Estas palabras pronunciadas ante una multitud en Charleston, Illinois, demuestran, una vez más, que hasta los más grandes hombres, sin menoscabo de sus logros, tienen sus flancos débiles y cometen errores de bulto como cualquier mortal.
Es por eso que, en mi opinión, no debemos entusiasmarnos demasiado con ningún candidato, no sea que más pronto que tarde seamos decepcionados. La naturaleza humana es demasiado débil como para poner nuestra confianza o esperanza en algún mortal, sea quien sea. No es únicamente la historia quien esto nos enseña; antes que nada y que nadie es el Libro de los libros quien nos lo recuerda: `
Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos en la balanza, serán menos que nada.´(1)
Aunque hablando de candidatos singulares yo creo que hay uno a quien le correspondería tal título de forma plena. De hecho no sólo es un candidato singular sino que tiene un programa de gobierno singular, acompañado de un discurso singular. Me explico.
Cuando Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret va a dejar constancia de estas tres características que se dan en su persona. Allí, en la ciudad que le vio crecer, delante de sus paisanos y de forma solemne, hace un anuncio trascendente(2) en el que están contenidos esencialmente
los ejes principales de su tarea y que se resumirían en los tres puntos ya mencionados:
- Un candidato singular. Porque aquí no estamos ante cualquiera, por más que aparentemente así lo parezca. Aquel con quien la gente de Nazaret había convivido durante años sin saberlo, resulta ser, nada más y nada menos, que el Ungido (Mesías) a quien Dios ha señalado para llevar adelante un programa que sobrepasa, por su alcance y profundidad, a cualquier otro conocido. La singularidad de este candidato reside en esa investidura de lo alto que lo capacita para ejecutar la tarea más grande a ser realizada.
- Un programa singular. Porque está basado no en unas promesas electorales y electoralistas que con el paso del tiempo muestran la impotencia a pesar de la buena voluntad de quien las hizo, sino que se trata de unas promesas hechas por quien tiene potestad para ejecutarlas. Unas promesas cuyos destinatarios son los necesitados: los despojados, quebrantados, cautivos, oprimidos y ciegos. Promesas que tienen que ver con las auténticas carencias del ser humano, al rescatarlo de su caída y darle sanidad, libertad y visión espiritual.
- Un discurso singular. Me llaman la atención dos cosas primordialmente de su discurso. La primera es que en ningún momento este candidato pierde su tiempo denigrando a su adversario ¡Qué diferencia con lo que ocurre en nuestras elecciones, sean presidenciales o no, donde los candidatos se pasan buena parte del tiempo descalificándose mutuamente sin más propósito que el de conseguir votos! La segunda es que Jesús dice en su discurso lo contrario de lo que a la gente le gustaría oír ¡Qué fallo más garrafal! pensarían nuestros analistas de campañas electorales. En el momento que tiene a su audiencia cautiva, lo echa todo a perder sacando a relucir dos anécdotas poco afortunadas sobre dos extranjeros, la viuda de Sarepta y Naamán el sirio, a los que pone como ejemplo a seguir. ¡Qué falta de tacto! ¡Qué manera de herir sensibilidades! En lugar de manejar sabiamente la fibra nacionalista de sus partidarios y ponerse de su lado, les echa en cara su autosuficiencia y jactancia. ¡Qué error!
Pero a pesar de lo que digan nuestros expertos, yo me quedo con este candidato. Mejor dicho, me considero privilegiado no de haberlo elegido yo a él, sino de que él me haya elegido a mí para hacerme partícipe de sus promesas.
Sí, decididamente él es el candidato singular, que trae un programa singular, expuesto en un discurso singular. Candidato, programa y discurso que son enteramente confiables, justo lo contrario de lo que ocurre con otros candidatos.
1) Salmo 62:9
2) Lucas 4:16-30
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