Sabida es la importancia que la genealogía tenía (y tiene) para demostrar derechos legítimos que permitan desempeñar ciertas funciones. Pues bien, lo que Mateo dice en su inicio del evangelio es que Jesús el Mesías tiene por nacimiento legitimidad para sentarse en el trono de David y para ser la simiente de Abraham.
Claro que la legitimidad por sí sola no es suficiente, pues es posible que alguien tenga derechos legítimos y sin embargo no tenga la dignidad personal que ha de acompañarla. Por ejemplo, en el trono de España se sentaron en el pasado algunos hombres y mujeres plenamente legítimos, pero a la vez totalmente carentes de dignidad personal para tan alta función. Había una disparidad tan absoluta entre sangre y carácter, que la misma noción de Monarquía ya salía malherida por tal contradicción. Mateo no solo muestra que Jesús tiene legitimidad genética sino que también tiene dignidad personal, al no haber sucumbido a la tentación (2) que es el origen de la degradación personal, algo que nadie más puede pretender poseer.
A causa de esa dignidad absoluta que Jesús tiene, ha recibido la vindicación de la más alta instancia, que es Dios, y de la manera más irrefutable que pueda pensarse: la resurrección. Por lo tanto Jesús reúne en sí la legitimidad, la dignidad y la vindicación.
Esa vindicación de la resurrección es la prueba definitiva que Mateo aborda en el último capítulo de su evangelio para convencer a sus lectores judíos de que el esperado es el que ha llegado. Hay varias verdades notorias en ese capítulo:
1.- El momento de la resurrección. El día en que Jesús resucitó fue el primer día de la semana. Si la antigua creación concluyó en sábado, la nueva creación comienza el primer día después del sábado. La antigua creación quedó irremediablemente dañada convirtiéndose en un fardo obsoleto a causa del pecado del hombre. Pero Dios no va a hacer un remiendo con lo viejo sino que va a hacer una creación nueva, que se inaugura ese primer día de la semana con la resurrección de Jesús. Es un nuevo comienzo, un nuevo principio, convirtiéndose así en la piedra angular a partir de la cual Dios construirá cielo nuevo y tierra nueva. Por eso los cristianos nos congregamos el primer día de la semana, aunque el peso del mandato en el Antiguo Testamento caiga en el sábado. Seguir congregándose el último día de la semana es mirar hacia atrás, hacia la antigua creación que tiene fecha de caducidad. En cambio, congregarse en el primero significa mirar hacia delante, hacia la consumación de esa nueva creación que ya ha comenzado y de la cual formamos parte.
2.- Los enemigos de la resurrección. Nunca un muerto provocó tantos recelos y temores. Jamás se tomaron tantas precauciones con un difunto. Y es que había que asegurarse de que no hubiera ninguna manipulación en la tumba y para ello se tomaron tres medidas: la guardia, el sello y la piedra. A primera vista pareciera que los responsables de estas drásticas medidas son los defensores de la verdad, pues no quieren que se manipulen las pruebas y el engaño se difunda. Loable propósito. Para asegurar eso, aseguraron la tumba.
--- La piedra representa la garantía natural. De la misma manera que esta piedra es inamovible la muerte también lo es. Esa mole de piedra a la entrada de la tumba es tan categórica como la muerte misma. Nadie entrará allí.
--- El sello representa la garantía oficial. Hay una autoridad, la máxima terrenal, interesada en que esta tumba no sea violada. Se trata de mostrar toda la escrupulosidad legal para que nada ilegal se produzca en ella.
--- La guardia representa la garantía añadida. Esa fuerza militar certifica las dos garantías anteriores. Es la vigilancia que asegura la custodia del muerto en la tumba, a fin de que las pruebas sean totalmente asépticas.
3.- El hecho de la resurrección. Y sin embargo, Dios se va a saltar esas tres garantías y va a resucitar a Jesús. Es importante destacar que es Dios quien viola la ley natural, al contravenir el curso inapelable de la muerte, y la ley humana, al contravenir la orden terminante de la suprema autoridad. Una demostración más de que cuando la autoridad humana se opone a los planes de Dios, éste no duda en contradecirla. Hay sentido del humor en la escena de la resurrección, cuando dice que
‘…los guardas temblaron y se quedaron como muertos.’ (3) porque ahora resulta que el que estaba muerto, Jesús, está vivo y los que estaban vivos, los guardias, están muertos (de miedo).
4.- La manipulación de la resurrección. Finalmente, los que pretendían ser los defensores de la verdad muestran su verdadero rostro de manipuladores de la misma. A tal efecto Juan Crisóstomo tiene unas acertadas palabras para ellos:
‘¡Oh, los más insensatos de los hombres! que a causa de la claridad y notoriedad de la verdad no fueron capaces ni de fabricar una mentira creíble.’ (4) En efecto, si los guardias estaban dormidos ¿cómo supieron que fueron los discípulos quienes robaron el cuerpo? Verdaderamente la mentira tiene las patas muy cortas y hasta carece de lógica. Pero la fabricación de este mito del robo del cuerpo de Jesús se divulgó entre los judíos y más allá de ellos, lo cual es demostración de que los hombres aman más las tinieblas (error) que la luz (verdad), porque sus obras son malas (5).
Israel Knohl con motivo de la Piedra de Gabriel habla del ‘mito de Jesús’. Yo, a raíz del evangelio de Mateo, deduzco la evidencia de la resurrección de Jesús y la fabricación de un mito manipulador: el del robo de su cuerpo.
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(1) Génesis 5:1
(2) Mateo 4:1-10
(3) Mateo 28:4
(4) Homilías sobre Mateo, 90
(5) Juan 3:19
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