Hearst fundó lo que hoy se llamaría un gran imperio mediático en los Estados Unidos, que en su momento cúspide, allá por el año 1935, constaba de 28 grandes periódicos, 18 revistas, además de varias cadenas de radio, compañías cinematográficas y agencias de noticias. Pero su nombre también ha pasado a la historia por ser uno de los dos creadores, el otro sería Joseph Pulitzer, de lo que pasó a denominarse prensa amarilla.
Se entiende por prensa amarilla ese tipo de periodismo que con tal de vender hace de lo morboso y sensacionalista, con gran profusión de ilustraciones, el eje de su contenido. La frase fue acuñada en 1890 para describir las tácticas empleadas por dos periódicos de Nueva York, el
Journal de William Randolph Hearst y el
World de Joseph Pulitzer, en su lucha por hacerse con la supremacía de ventas en esa ciudad. Lo de ´amarillo´ surge a raíz de que Hearst se hace para el
Journal con los servicios del dibujante Richard F. Outcault, que había trabajado para el
World de Pulitzer, publicando una viñeta cómica muy popular titulada ´The Yellow Kid´ (El niño amarillo).
De esta manera, y hasta el día de hoy, prensa amarilla es sinónimo de periodismo poco riguroso, fácil e inescrupuloso que busca, por encima de todo, vender a cualquier precio. Es la adulteración de la prensa, al supeditar la información verídica a otros parámetros que la desvirtúan. Pero tal como ocurre con la droga ocurre con la prensa amarilla, en el sentido de que con el paso del tiempo se necesitan dosis cada vez más fuertes para experimentar la misma sensación, con lo cual se delata a sí misma y muestra su verdadero rostro estafador.
Claro que como la prensa es, en definitiva, una empresa que necesita ser rentable, necesariamente ha de echar mano, incluso la seria, de ciertas dosis de amarillismo para vender. La prueba de ello es que algunas de las técnicas de la prensa amarilla pasaron a la prensa seria, como el uso de grandes titulares, tiras cómicas e ilustraciones abundantes. Pero el amarillismo de la prensa seria no termina en las técnicas sino que también aparece en el modo y contenido, al recurrir a la inmediatez y rotundidad en temas que requerirían tiempo y cautela en su tratamiento.
Pero si justificadamente se acuñó el término prensa amarilla, con igual justificación se podría hoy hablar de comunicación amarilla. La televisión, la publicidad e Internet, serían ejemplos perfectos de ello. Como en televisión lo que importa es la cuota de pantalla y ésta determina la cantidad de anuncios comerciales que hacen viable económicamente el programa, síguese que lo importante no es la calidad y rigor del programa, sino su carga sensacionalista y llamativa. Incluso los programas de noticias no están exentos de amarillismo comunicativo, como se aprecia en algunos titulares. Las exageraciones a este respecto son corrientes; si en determinados puntos de Colombia ha llovido torrencialmente se rotula la noticia así: ´Colombia bajo las aguas´.
La publicidad es intrínsecamente amarillista, al usar los métodos más excéntricos y deslumbrantes para captar nuestra atención y dirigirnos a su producto, que luego puede resultar una engañifa. Claro que si de amarillismo comunicativo se trata la palma se la lleva Internet, donde campan a sus anchas toda suerte de contenidos amarillo chillón promovidos por gente sin escrúpulos, razón por la cual hay que andar con pies de plomo respecto a la información que de allí se obtiene.
El problema del amarillismo es que puede contaminarlo todo, no salvándose ni los asuntos más serios, sean sagrados o científicos. En cuanto a lo primero cabría hablar de ´predicación amarilla´, que no es la practicada por pastores chinos, japoneses o coreanos, sino que es la manipulación hueca que convierte al púlpito en escenario y al predicador en showman. Muy actual en ciertas esferas.
En el campo de la ciencia el amarillismo también tiene su lugar. Hace dos años surgió una noticia que hacía referencia a un evangelio que iba a dinamitar a los cuatro actuales y que iba a trastocar para siempre nuestro concepto de Jesús. Era el evangelio de Judas, que la
National Geographic presentó a bombo y platillo como el evangelio desconocido por todos porque los antiguos cristianos lo censuraron, lo cual ya es una presentación amarillista; claro que teniendo en cuenta el color del emblemático rectángulo de la portada de la
National Geographic todo encaja.
Pues bien, solo han pasado dos años y los cuatro evangelios siguen ahí, mientras que el evangelio de Judas se ha quedado sepultado donde había estado por tanto tiempo: en el olvido.
Pero
ahora es el momento de la Piedra de Gabriel, a la que ya algunos presentan como un desafío al ´mito de Jesús´ y que ´puede cambiar la visión que todos tienen del personaje histórico de Jesús´. Este tipo de lenguaje tremendista ya le pone a uno en alerta porque es típicamente amarillista; es decir, son grandilocuentes afirmaciones casi gratuitas, sin rigor y buscando el sensacionalismo impactante por encima de todo. Es de esperar que se haya comprobado la autenticidad de la llamada Piedra de Gabriel, porque en el mundo de la arqueología las falsificaciones, algunas sonadas, no escasean y también es de esperar que su datación sea correcta, no vaya a ser que una equivocación de unas décadas dé al traste con todo.
Sin embargo, lo más sospechoso es que se esté construyendo toda una especulación sobre una palabra que está borrada en el texto. Pero aun concediendo que la piedra es auténtica, que su datación es correcta y que la palabra borrada es ´vivir´, la fe cristiana ni se apuntala ni se tambalea por esta piedra…
(Continuará)
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