Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. Baste indicar que en el peregrinaje espiritual de Martín Lutero los Salmos tuvieron un papel clave, porque antes de que el reformador alemán clavara las 95 Tesis el 31 de octubre de 1517, ya se habían fraguado en su conciencia ciertas verdades fundamentales gracias a sus trabajos sobre los Salmos (1513-1515). Incluso en los mismos ya había encontrado las semillas de la justificación por la fe, que luego en su tratado sobre la carta a los Romanos (1515-1516) desarrollaría plenamente.
Es decir, en la experiencia de Lutero el estudio de los Salmos será la transición que le lleve de la vida monástica de reglas y observancias al evangelio de la gracia de Dios. Ahora bien, si Lutero representa la Reforma y la Reforma es la ruptura con una forma de cristianismo que se había ido paulatinamente alejando de sus raíces, entonces concluimos que los Salmos es algo más que un mero libro piadoso irremediablemente atado al pasado, sin apenas relevancia actual.
Pero si para Lutero fue un libro palpitante y poderoso, lo es para cualquier cristiano que lo sondea, teniendo allí una fuente de certidumbre y fortaleza, tanto en sus momentos de angustia como de perplejidad, tanto en sus instantes de desgarro interior como de júbilo y plenitud. Realmente, los que reducen los Salmos a piezas litúrgicas y literarias de un pasado remoto lo que en verdad están confesando es su propia reducción de mente y corazón, que les hace incapaces de descubrir su vigorosa vigencia.
Esa vigencia vigorosa también se aprecia en sus páginas en los momentos cuando el pueblo de Dios se siente amenazado ante la aparición de formidables enemigos que buscan su destrucción o la destrucción de lo que es sagrado: la verdad de Dios. Entonces es cuando surgen los denominados salmos imprecatorios, que tantas dificultades han creado a los exégetas cristianos. No pretendo tener todas las soluciones a tales dificultades que algunos de estos salmos plantean, pero puedo comprender perfectamente el tono y el contenido de muchos de ellos, especialmente aquellos en los que el autor clama para que Dios ejecute justicia y de esa manera la verdad prevalezca y la maldad sea extirpada. Una actitud que por otra parte se hallará en el Nuevo Testamento(1), porque esa indignación es la que cualquier persona experimenta cuando ve cómo el mal se sale con la suya y se burla de las más elementales normas de rectitud y retribución.
Uno de esos salmos imprecatorios es el 52, al que he dividido en cuatro párrafos que creo están bien diferenciados y que resumiría en los siguientes cuatro puntos:- La descripción del personaje (1-4). Al sujeto que da ocasión al salmo se le describe con la palabra poderoso. Porque hay pobres que son malvados (pues la perversidad no es privativa de ciertas clases sociales), pero el propio hecho de que sean pobres reduce su capacidad de hacer daño. Sin embargo, aquí estamos ante alguien que tiene los resortes del poder en su mano y por lo tanto su potencial maligno está multiplicado. Precisamente la conciencia de tal poder es lo que le lleva a la jactancia. Es interesante que la palabra traducida como jactancia es el vocablo hebreo halel, de donde procede Aleluya (Halelu-Yah). El problema es que aquí no es en Yahvé o Jehová en quien la persona se jacta sino en su maldad misma. Inmediatamente, al lado de este alarde de maldad, se menciona la sostenida misericordia de Dios; una misericordia que contrasta con la perversidad de este poderoso y que debería servirle de acicate para buscarle y arrepentirse. Sin embargo, su inclinación, sus afectos y su discurso están dominados por lo falso y destructivo. La Biblia de las Américas, correctamente, pone los verbos en presente, es decir, se trata de una condición actual y continuada, no circunscrita al pasado.
- Su retribución (5). Ante tal persistente conducta se le anuncia el terrible fin que le aguarda, manifestado en una catarata de palabras a cual más fuerte. Ese fin tiene como autor a Dios mismo, con lo cual podemos ver que junto al lado bondadoso de Dios, descrito en el párrafo anterior, está este otro lado severo(2); lado que los que menosprecian el primero tendrán que experimentar.
- Repercusiones de esa retribución (6-7). Hay tres consecuencias que la justa retribución del poderoso malvado tiene: La primera es el temor, temor de Dios, que su caída provoca en aquellos que vieron con indignación cómo su soberbia no parecía tener réplica. Esa caída es la demostración de que nadie puede salirse con la suya de manera permanente, todo lo más momentáneamente. La segunda es que quien hacía escarnio de lo justo, lo bueno y lo verdadero es puesto ahora por escarnio de los demás. La tercera es que su espantoso final sirve de saludable escarmiento para otros y de vindicación de la justicia de Dios.
- Acogimiento del autor a la misericordia de Dios (8-9). El autor del salmo se compara a sí mismo a un olivo, árbol conocido por su extraordinaria longevidad, que además está verde y cuyas raíces se hunden en terreno sagrado, de donde nada ni nadie podrá desarraigarlo, no porque él sea justo o fuerte en sí mismo, sino porque descansa en esa misericordia de Dios, con la que el salmo se abre. Es decir, a diferencia del poderoso malvado que se hace fuerte en su propio poder, el autor del salmo tiene su fortaleza en otra parte, en la gracia de Dios. El primero pone su confianza en algo visible, el segundo en algo invisible. Pero, contra todo pronóstico, lo visible acaba en ruina y lo invisible en triunfo. Por eso el salmo termina con un canto gozoso de alabanza.
Cuando escucho al presidente del Gobierno español hablar sobre determinados asuntos trascendentales en los que la verdad y la justicia son continuamente manipuladas en su boca, cuando percibo el tono de arrogancia que su discurso desprende y cuando oigo el de determinadas personas a las que ha promovido a puestos de decisión, me parece que el Salmo 52 le cuadra bastante bien.
Deseo en lo profundo de mi ser que no tenga que experimentar la temible retribución contenida en el mismo, aunque si no cambia, ésa, indefectiblemente, será su porción.
1´¿Por qué te jactas de maldad, oh poderoso? La misericordia de Dios es continua.
2 Tu lengua maquina destrucción como afilada navaja, oh artífice de engaño.
3 Amas el mal más que el bien, la mentira más que decir lo justo.
4 Amas toda palabra destructora, oh lengua de engaño.
5 Pero Dios te destruirá para siempre; te arrebatará y te arrancará de tu tienda,
y te desarraigará de la tierra de los vivientes.
6 Los justos verán esto y temerán, y se reirán de él, diciendo:
7 He aquí el hombre que no quiso hacer de Dios su refugio,
sino que confió en la abundancia de sus riquezas,
y se hizo fuerte en sus malos deseos.
8 Pero yo soy como olivo verde en la casa de Dios;
en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre.
9 Te alabaré para siempre, por lo que has hecho;
Y esperaré en tu nombre, porque es bueno delante de tus santos.´
Salmo 52, La Biblia de las Américas.
1) Lucas 18:7; Apocalipsis 6:10
2) Romanos 11:22
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