Si bien no tiene nada que ver con los falsos conceptos que algunos tienen de tolerancia, como negligencia, indiferencia, connivencia, complacencia o aquiescencia, a los que más bien habría que denominar seudo-tolerancia.
Una de las grandes manifestaciones de la tolerancia de Dios la podemos encontrar en su providencia, que comúnmente es contemplada en dos aspectos: preservación de la creación y gobierno de la misma. Por la preservación Dios cuida de su creación, por el gobierno la dirige hacia un fin que se ha propuesto en sí mismo. Ahora bien, si se tratara de preservar algo que ha permanecido fiel a sus esencias sería perfectamente entendible que así lo hiciera, pero la cuestión es que lo que Dios está preservando es una creación caída, que es el resultado de que la cabeza de la misma, el ser humano, de manera deliberada se ha rebelado contra su Creador.
Es admirable que Dios esté preservando desde entonces a esa criatura suya que se llama hombre, que es el responsable de tal catástrofe. Me imagino que hubiera sido fácil pensar en quitar de en medio al obstáculo, el hombre, y haber preservado al resto de los seres. De esa manera el trasgresor pagaba su justo castigo y las demás criaturas, carentes de voluntad y por lo tanto de culpa, eran justamente preservadas y libradas del que les ocasionó su ruina. Al hacer eso, Dios se hubiera evitado también muchos futuros dolores de cabeza.
Y sin embargo, Dios no quitó de en medio al hombre, aunque sobradas razones tenía para hacerlo, sino que lo hizo objeto de esa preservación, que es la mayor demostración de tolerancia nunca conocida.
Los abogados de extirpar completamente a esta vil criatura volverían a tener argumentos de peso con la corrupción y maldad generalizada que hicieron presa en el mundo en los días de Noé ¡Cómo sería la situación que hasta a Dios le pesó en su corazón y se arrepintió de haber creado al hombre(1)! Declaración ésta que ha creado más de una dificultad a los intérpretes de la Biblia, ya que Dios no cambia ni puede cambiar. Pero ahí está ese lenguaje crudo, que nos enseña que si bien Dios es inmutable no es impasible, es decir incapaz de padecer o sentir, sino todo lo contrario.
Finalmente la humanidad en su conjunto no fue extirpada, aunque consejeros no faltarían que indicaran que ésa hubiera sido la mejor solución, sino que la tolerancia de Dios, que estaba y está preñada de bondad, fue la causa de una preservación contra todo pronóstico.
Pero como no hay dos sin tres, he aquí que en la tierra, renovada tras el juicio del diluvio, pronto surgió un nuevo brote de rebelión. Ciertamente el dicho que dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra no es verdadero. Porque no son dos veces las que tropieza en la misma piedra, sino tres, tres mil, tres mil millones y las que hagan falta.
Allí, en aquella llanura de Babel, se consumó el tercer gran acto globalizado del hombre alzándose(2) contra el tolerante Dios. No hay manera, no tienen remedio, son un caso perdido…, le dirían algunas voces a Dios, quien admitiendo lo razonable de esos argumentos, a pesar de todo decidió seguir preservando a esa criatura, a la que él hizo corona de su creación, pero que sin embargo se había convertido en la vergüenza de la misma. Verdaderamente esta obstinada tolerancia de Dios hacia el hombre es el único fundamento por el que continuamos existiendo, experimentando además su benignidad inmerecida, como dijo Jesús(3).
Esta tenaz tolerancia es también el único fundamento por el que Israel, la nación que él escogió, sigue existiendo, ya que el sabio Asaf no deja lugar a dudas cuando, meditando en las andanzas de los hebreos por el desierto, llega a exclamar en lo que podría ser una frase que resume aquellos cuarenta años:
´¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto…!´(4)
Un viaje jalonado de rebeliones, bien puede ser el título del Salmo 78. ¿Y qué decir de nosotros, los cristianos, si ya en los orígenes dábamos pruebas de no estar a la altura de las circunstancias?(5)
El texto bíblico arriba citado es un compendio de tolerancia, todo un tratado resumido en una frase, al que deberían acudir estadistas, juristas, políticos, intelectuales, periodistas y el hombre de la calle, a fin de aprender en qué consiste la auténtica tolerancia y, sobre todo, sacar las lecciones pertinentes de ello.
En ese pasaje aprendemos:- La abundancia de la tolerancia de Dios. Expresada en la palabra riquezas. No estamos, pues, ante una tolerancia mezquina ni estrecha, sino amplia y grande, del mismo tamaño que el corazón de Dios.
- La variedad de la tolerancia de Dios.
Manifestada en tres vocablos distintos: benignidad, paciencia y longanimidad. Que Pablo eche mano de tres palabras diferentes para expresar un mismo concepto indica bien a las claras que estamos ante una tolerancia que es multiforme.- El riesgo de malinterpretar la tolerancia de Dios.
Menospreciarla o ignorarla es cometer suicido eterno.- El propósito último de la tolerancia de Dios.
Al contrario que los modernos apologistas de la seudo-tolerancia, que buscan dejar las cosas tal cual están, Dios busca la recuperación de su criatura perdida. Su tolerancia no es una señal de debilidad ni de impotencia, sino la ocasión de darnos tiempo para que reaccionemos antes de que sea demasiado tarde.
1) Génesis 6:6
2) Génesis 11:4
3) Mateo 5:45
4) Salmo 78:40
5) Marcos 16:14
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