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Una celebración de la obra de Grau

La Facultad Libre de Teología Reformada de Aix-en-Provence en Francia, acaba de decidir conceder un doctorado honoris causa a Don José Grau. Aquellos que le amamos y consideramos como nuestro maestro, el mejor homenaje que podemos hacerle es reflexionar sobre su pensamiento. Sabemos que el señor Grau odia hablar de sí mismo, pero su vida es un claro ejemplo de la Gracia de Dios. Aquellos que le admiramos, creemos que su obra de vital importancia para la Iglesia de nuestro tiempo. Sirvan e
MARTES AUTOR José de Segovia Barrón 09 DE MAYO DE 2010 22:00 h

Suele ser una sorpresa para aquellos que no conocen al señor Grau, más que por su monumental obra sobre el catolicismo-romano, descubrir que casi toda su familia, a excepción de su abuela, no era en modo alguno religiosa. De hecho, un tío suyo le suministraba toda clase de lecturas clandestinas de ateos como Voltaire, a la vez que revistas anarquistas. Ya que Grau nació el primer día del año de la Segunda República, el 1 de enero de 1931, pero volvió a nacer espiritualmente en la década de los cincuenta, en plena efervescencia y fervor del nacional-catolicismo.

Los que se imaginan que su controversia con Roma viene de algún tipo de resentimiento personal, no pueden ir más desencaminados. Ya que Grau no era católico, sino agnóstico. Como muchas conversiones, la de Grau supone un cambio progresivo, en primer lugar del ateísmo a una etapa de incertidumbre, en la que van a tener mucha influencia los Pensamientos de Pascal. Él dice que “incluso en los años de mi ateísmo, y aún por reacción, Dios era un tema profundamente serio para mí”. De hecho recuerda: “Lo que despertó mi inquietud espiritual no fue tanto el más allá, como el más acá, no la muerte, sino la vida y su significado”. Lo que buscaba “no era la huida de la vida sino el encuentro con la misma”. Eso dice: “es lo que me llevó a interesarme por el Evangelio”.

Grau recuerda siempre una porción del Evangelio de Juan, que había leído en la sección religiosa del periódico El Correo Catalán, que le llevó a conseguir una Biblia de segunda mano en el mercado de Sant Antoni de Barcelona un domingo por la mañana. Fue su lectura lo que produce su conversión a principios de los años cincuenta. Toma entonces contacto con la iglesia católica-romana, por medio de un párroco de su barrio, pero en seguida se siente defraudado por su sacramentalismo, ritualismo y profesionalismo impersonal. Aunque poco se podía imaginar aquel cura a lo que llevaría su recomendación de leer las Confesiones de Agustín. Ya que tuvo el efecto contrario a lo que pretendía, puesto que el catolicismo de Agustín en el siglo V no tenía nada que ver con el catolicismo-romano que Grau conoció en la España de aquel entonces.

Es a raíz de sus primeros contactos con algunos protestantes, que comienza a asistir a algunos cultos evangélicos. Y tras una noche en vela, orando y buscando a Dios, comprende que Jesucristo es la revelación y salvación de Dios. Una noche después recibe a Jesús como su Señor y Salvador en 1953, sintiéndose inundado por primera vez de su presencia, lleno de la confianza y la paz del Espíritu de Santo. Aquel cambio radical no se le presenta como una opción más en la vida. Se da cuenta que es cuestión de Conversión o perdición, como titula su primer libro, que publicó Ediciones Evangélicas Europeas en Winterthur, Suiza, en 1960.

SOLA ESCRITURA
Muchos piensan que la pregunta fundamental a la que se enfrenta la religión es si Dios existe, pero Grau descubre que para el pensamiento bíblico, Dios es un hecho. Por lo que el problema es saber si Dios ha hablado, ya que en cuestiones divinas, necesitamos certezas divinas. Ante la Sola Escritura de la Reforma, siempre hay dos amenazas: el subjetivismo y la tradición. Está el peligro de la tradición que se levanta por encima de la Biblia. Ya que “no es la Iglesia la que determina lo que la Biblia enseña, sino todo lo contrario: Es la Biblia la que determina lo que la Iglesia tiene que enseñar”. Y al final de ¿Qué es la verdad? (E.E.E., Winterthur, Suiza, 1965), Grau advierte también sobre el peligro del subjetivismo, puesto que “el mismo Espíritu de vida que obra en el creyente, quiere ofrecer a éste una base objetiva, firme e inmutable en donde apoyar la dirección de su vida”. Así que “la veracidad de la voz del Espíritu tiene su comprobación en la Biblia”.

El fundamento apostólico (E.E.E., Barcelona, 1966) es sin lugar a dudas la mejor obra sobre la autoridad de la Biblia que se haya publicado nunca en castellano. Libro de texto en muchos seminarios, es para autores como René Padilla, su mejor obra. Parte de la convicción profunda de que “los escritos bíblicos no poseen autoridad porque están en el canon, sino que están en el canon porque son inspirados” por Dios. Es por los profetas y apóstoles que Dios nos pone en contacto con la raíz de ese edificio espiritual, cuya “piedra del ángulo” es Jesucristo mismo (Ef. 2:20). Grau da así a conocer el pensamiento de Cullman, Ridderbos, Bruce y Ramm sobre la base del Canon, por el que la Historia de la Revelación está íntimamente unida a la Historia de la Salvación.

En un tiempo como éste, en que sigue habiendo tanta confusión sobre el Canon, esta obra nos recuerda con el prólogo de la Carta de Juan, que no hay eslabón intermedio entre los apóstoles y cada generación de creyentes. La génesis del canon no hay que buscarla en la Historia de la Iglesia, sino en la Historia de la Salvación. Por eso es que tenemos que seguir manteniendo ante Roma, que es inconcebible cualquier idea personal de sucesión apostólica. La tradición apostólica que encontramos en las Sagradas Escrituras, es la única forma de sucesión de la autoridad apostólica en nuestro tiempo.

Esta obra sigue siendo de gran actualidad en esta época de restauración apostólica en tantos movimientos neopentecostales. Cuando hay tantas expectativas de la obra del Espíritu Santo a partir de una nueva autoridad apostólica, conviene volver a recapacitar sobre el papel único que tienen los apóstoles en la Historia de la Salvación. No podemos poner otro fundamento que el que está ya puesto, de una vez por todas.

Como parte del Comité de la Unión Bíblica, Grau ha escrito abundante material devocional en las Notas Diarias sobre muchos libros de la Escritura, así como el volumen que abre la serie La Biblia y su mensaje sobre Génesis y Éxodo, pero también un buen número de comentarios bíblicos sobre el Antiguo Testamento de gran valor académico, como los que ha dedicado a Habacuc, Cantares, Eclesiastés y Nahum, más recientemente. Son obras de gran rigor exegético, pero que nunca olvidan el poder de su mensaje. Ya que aunque Grau no lo crea, en el fondo es también un predicador.

Muchos recordamos sus exposiciones por la pasión con la que comunica el texto bíblico con una fuerza casi profética. De hecho según maestros como Antonio Ruiz, que fue presidente de la Alianza Evangélica y es ahora director de la revista Edificación Cristiana, Grau tiene un don de discernimiento especial, por el que capta la necesidad de cada momento. Es algo tan extraordinario, que es sólo comparable a la extraordinaria fidelidad que ha mostrado a lo largo de todo estos en años en su amor a la verdad de la Palabra. La verdad y el amor, ha caracterizado su ministerio, como tan bien resalta su pequeño gran comentario a la Carta de Juan.

PERSEGUIDO POR SU FE
Al considerar la inmensa labor literaria que ha hecho el señor Grau, no debemos ignorar que nunca podría haberla hecho sin la fiel ayuda de su esposa María Beltrán y la maravillosa Gracia de Dios. Ya que es sólo por su Gracia que un proyecto así pudo nacer en nuestro país. Desde su concepción en 1958, hasta su alumbramiento el año siguiente, cuando el señor Grau fue invitado por Don José María Martínez a formar parte del equipo de la Misión Evangélica Europea y se llegaron a publicar los dos primeros títulos con un falso píe de imprenta en Suiza, ya que estaban hechos en Barcelona.

El impresionante trabajo que hizo al frente de Ediciones Evangélicas Europeas (EEE) fue pionero en muchos sentidos. Cuando no había libertad religiosa, publicó toda una serie de folletos y libros y evangelísticos, que presentaban la Buena Noticia en un lenguaje claro y comprensible, desde nuestro contexto español. Aquella literatura fue providencial para la conversión de muchas personas. Tal instrumento en las manos de Dios, se encontró sin embargo con una terrible oposición.

El Viernes Santo de 1960 la policía confiscó cerca de cuatro mil ejemplares de libros y más de sesenta mil folletos, siendo procesado el señor Grau al año siguiente, bajo la acusación de imprimir “literatura clandestina”. Todo aquel material fue destruido y el 13 de diciembre de ese año el diario británico The Times publicaba la noticia de las sentencias de un mes y un día de cárcel para Grau y el impresor Salvador Salvadó. Fichado así por la policía franquista, y con temor a ver destruida una obra tan costosa como Concilios, el señor Grau firma este esfuerzo monumental en dos volúmenes bajo el seudónimo de Javier Gonzaga en 1965, bajo los auspicios de la Biblioteca del Congreso de los EE.UU., como si fuera obra de una editorial norteamericana que había en Grand Rapids, Michigan, EE.UU. (International Publications), cuando estaba hecha verdaderamente en Barcelona.

Tal obra no fue solamente un esfuerzo sin precedentes en el campo literario evangélico de todo el mundo, sino que todavía no se ha hecho nada similar. Personas reconocidas de muchos países han mostrado interés en traducir estos volúmenes a sus respectivos idiomas, pero es una labor que está todavía pendiente. Pensar cómo pudo hacer a esa edad una obra tan impresionante, es todavía un misterio para muchos de nosotros. La lucidez que allí demuestra, su claridad de ideas y su conocimiento erudito, demuestra no sólo una extraordinaria disciplina y un impresionante dominio de la Historia de la Iglesia, sino los rasgos de una evidente genialidad, que algún día será considerada como lo que es, una obra magistral, que está destinada a ser un clásico de la literatura evangélica.

LA TEOLOGÍA DEL REINO
El señor Grau siempre ha considerado que había dos asignaturas pendientes en el mundo evangélico español. Por un lado, la teología del Reino, y por otro, la teología de la Creación. Su literatura, por eso, frente a la superficialidad del lector que prefiere lo que René Padilla ha llamado alguna vez “basura evangélica con lindas cubiertas”, ha buscado abrir perspectivas a un pensamiento evangélico contemporáneo desde un claro fundamento teológico. Esa es la razón también por la que ha dedicado tantos años a la enseñanza, como profesor tanto del Instituto Bíblico y Seminario Teológico de España (IBSTE) de Castelldefels como en el Centro Evangélico de Estudios Bíblicos (CEEB) de Barcelona desde 1969, que auspicia la Alianza Evangélica Española, cuya Comisión de Teología ha dirigido y representado en varios congresos internacionales.

No hay duda que Grau es una de las mayores autoridades protestantes del mundo en el campo del catolicismo-romano, pero su pensamiento ha sido tan importante en el mundo evangélico que fue invitado a hablar sobre los Obstáculos de la evangelización en el conocido Congreso Europeo de Evangelización que tuvo lugar en Amsterdam en 1971, pero también en el famoso Congreso sobre la Evangelización del Mundo de Lausana en 1974, donde se haría conocido por su contribución a la teología del Reino con autores latinoamericanos como René Padilla o Samuel Escobar. Tema sobre el que ha publicado muchos trabajos, hasta en francés e italiano. El pensamiento de Grau se ve cada vez más influenciado por la teología reformada.

Es desde la teología del Reino que llega también a su polémica postura escatológica amilenial. Sus denuncias a la “escatología-ficción” le atraen un buen número de críticas, que hacen que muchos hermanos tengan todavía reparos sobre su teología. Para entender todo este debate escatológico, hay que darse cuenta que el dispensacionalismo es algo más que un sistema de interpretación de la profecía bíblica. Es toda una manera de ver a Israel, la Iglesia, la ética y el propio lugar del cristiano en el mundo. Muchos de estos enfoques y orientaciones eran completamente desconocidos antes del siglo XIX, pero han llegado a convertirse en algunos círculos en sinónimo de la ortodoxia bíblica. A Grau no le interesa por eso tanto la cuestión del milenio, como la hermenéutica y la parálisis que esta escatología ha producido en el cristianismo evangélico.


En el tiempo de Dejados atrás tenemos que volver a insistir que la esperanza cristiana no es un mensaje de escapismo del mundo. Este es el mundo de Dios, por lo que hay un gran futuro para el planeta Tierra. Y con Lutero deberíamos decir, que aunque sepamos que Cristo va a venir mañana, todavía merece la pena plantar un árbol. Vivimos entre el ya y el todavía no, la tensión entre la realidad presente y la consumación que aún ha de venir. El Evangelio fue durante siglos un mensaje para transformar el mundo, ¡no puede quedar ahora reducido a un mensaje para resistir al mundo!

LA TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN
La enorme inquietud intelectual de Grau ha ido siempre acompañada de una insaciable curiosidad por todo tipo de temas. Su conocimiento de la actualidad le ha hecho siempre estudiar con seriedad muchos temas sociales, políticos y culturales, desde una perspectiva cristiana. Es así como introduce el pensamiento de Francis Schaeffer en todo el mundo de habla hispana. En su colección de Pensamiento Evangélico Contemporáneo aparecen también en castellano, fieles traducciones de autores tan importantes como Stott, Morris, Berkouwer, Kevan, Hoekema o Stibbs. Estos textos venían siempre acompañados de reflexiones introductorias de Grau, que los adaptaba al contexto de nuestro país, algo que ninguna otra editorial ha hecho en nuestro medio. Grau ha visto por eso siempre la necesidad de una teología contextualizada.

Hay una línea sin embargo que recorre los diferentes libros que ha publicado sobre la sociedad, la política, el trabajo, el arte y el sexo. Es la teología de la creación. Grau descubre que no sólo hay una Gran Comisión, que nos manda predicar el Evangelio a toda criatura (Mt. 28:19-20), sino que también hay un mandato cultural (Gn. 1:28). Es por eso que Ediciones Evangélicas Europeas, lo mismo publicaba un libro sobre la evangelización que sobre el trabajo. Sus autores incluyen tanto expositores bíblicos como Leon Morris, que un mecánico como Frank Deeks. En sus portadas, lo mismo está la Anunciación de María –como en Dios se hizo hombre–, que El último tango en París –como en Imágenes del hombre en el cine moderno–. Grau prescindió a partir de su lectura de Schaeffer de una división que el mundo evangélico todavía no ha superado, entre lo sagrado y lo secular. Es por eso que hay pocas cosas tan apasionantes como una conversación con Grau, porque con él siempre se habla de lo humano y lo divino, por igual.

Yo tengo por eso una profunda deuda con Grau. A generaciones de estudiantes como la mía, exposiciones como las que hizo sobre Eclesiastés en un campamento de universitarios en los Pirineos, nos abrieron los ojos a la actualidad de la Biblia, pero también a la necesidad de enfrentarnos con valor a un mundo que todavía es de Dios. Es cierto que hay mucho en contra nuestra, empezando por nuestra propia carne, pero el poder de Dios es mayor que todos nuestros pecados. Por lo que debemos mirar hacia adelante con esperanza. ¡Lo mejor está todavía por venir! La vida es difícil y no podemos esperar nada del hombre, ¡pero podemos esperarlo todo de Dios!

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que mora la justicia (2 Pedro 3:13). Ese ha sido el tema de muchas exposiciones de Grau estos últimos años. La visión profética que nos da la verdadera escatología, que no se centra en un milenio o un cielo temporal, sino la perspectiva de la Resurrección que anuncia la Nueva Jerusalén. Algo más que un Paraíso recuperado, ¡una nueva Ciudad en la que el Cordero reinará eternamente!

Su llamado en el VI Congreso Evangélico Español fue a recuperar nuestras raíces teológicas y sentirse orgulloso de ellas, manteniendo la unidad en la diversidad, alrededor de los grandes principios de la Reforma. Lo que nos une es la Verdad, no una organización, por lo que aunque muchos nos consideren todavía sectas, nuestra preocupación ha de ser buscar primero el Reino de Dios y su justicia, que nuestra identidad nos vendrá por añadidura. Lo que está en juego hoy en día no es nuestra consideración social, sino el problema de la Verdad misma. Es la Verdad lo que hemos de proclamar, no a nosotros mismos. Al mundo ya no le interesa quiénes son los evangélicos, pero debemos ser testigos fieles de la Verdad, hasta que Él venga.

MULTIMEDIA
Les ofrecemos dos audios con sendas entrevistas a José Grau.

“Homenaje del CEEB a José Grau”, una entrevista de Daniel Oval en mayo de 2007 sobre este reconocimiento, relatando Grau su trayectoria vital y espiritual.

Entrevista a José Grau sobre “Falso y verdadero ecumenismo” en mayo de 2009.
 

 


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