Durante los siete primeros años del reinado de Antíoco las reformas se llevaron a cabo de manera gradual, pero como el judaísmo seguía siendo mayoritariamente una entidad refractaria al cambio helenístico, el rey dio el paso decisivo el día quince del mes de Kisléu del año 167 a. C., al dar la orden de levantar sobre el altar de los holocaustos el altar de Baal Šamem o Zeus Olímpico. En ese nuevo altar se concretaba el sincretismo religioso, que era la característica principal del helenismo.
Es decir, la intención de Antíoco era que aquel altar fuera polivalente y sirviera no como un lugar de culto exclusivo para un solo Dios, como hasta entonces, sino inclusivo. Pero para los judíos el altar de los holocaustos representaba el testimonio del Dios de Israel y su pacto con ese pueblo, por lo que van a denominar al nuevo altar con el nombre de
Abominación de la desolación(6), un calificativo que volverá a aparecer en
Daniel 11:31 y al que Jesús mismo aludirá en
Mateo 24:15.
A partir de ese momento se van a suceder los atropellos, extorsiones y asesinatos.
Por primera vez en su historia, los judíos se van a enfrentar ante un poder político que pretende difuminar las características que distinguen al judaísmo de las demás creencias, para convertirlos en ciudadanos homologados de una entidad supra-nacional y supra-religiosa.
Si siglos antes habían sido objeto de intentos de aniquilación o de invasión, ahora se trata no tanto de aniquilación o invasión sino de asimilación. No era la primera vez que los judíos sufrían como pueblo, algo que ya conocieron bajo Faraón, ni tampoco la primera ocasión en la que habían entrado en colisión con otros pueblos, como los filisteos, asirios o babilonios. La diferencia es que lo que estaba en juego ahora no era su independencia política o nacional sino su
ethos (carácter), el cual estaba indisolublemente unido a su religión. Es decir, es el alma misma del judaísmo lo que estaba bajo ataque, razón por la que la guerra que iba a estallar no tenía carácter secular sino sagrado. No se trataba tanto de fidelidad a principios nacionales o étnicos sino de fidelidad a Dios y a su Palabra revelada.
Lo que en su origen fue una resistencia pasiva ante el desafío del rey, se va a convertir en una resistencia activa, en la que una familia, que luego será conocida por el apodo Macabeo (Martillo), va a aglutinar a las distintas facciones judías anti-helenistas en una rebelión abierta contra Antíoco.
Al principio dicha rebelión tomará la forma de una huida a las montañas o al desierto, pero en vista de que en esos lugares son también hostigados, finalmente van a tomar la determinación de pasar al contraataque.
Todos los descontentos y celosos por el estado de cosas al que Antíoco había encaminado al judaísmo se unieron a los Macabeos, estando entre ellos los asideos, a quienes el autor de Macabeos denomina israelitas valientes y entregados de corazón a la Ley(7).
La palabra asideo procede del hebreo
hassid, plural
hassidim, y puede traducirse por fiel o piadoso, siendo el grupo apegado a la Ley, además de ser los maestros de la misma ante el pueblo. Muchos fueron víctimas de la persecución desatada por Antíoco y es posible que
Daniel 11:33 se refiera, sin nombrarlos, a ellos. Algunos han querido rastrear sus antecedentes hasta los nazareos de
Números 6, pero en realidad es más cierto asociar los ideales de los asideos con cualquiera que en Israel haya resistido los intentos de penetración de una idea ajena a la Palabra de Dios. En ese sentido, bien podemos conceptuar al profeta Elías como a un asideo antes de los asideos. O a cualquiera de los profetas de Israel.
Es interesante que, con el paso el tiempo, se producirá una ruptura entre los asideos y los Macabeos, ya que estos últimos finalmente se conformarán con lograr la independencia política nacional, lo que para los primeros será a todas luces insuficiente. Las consideraciones de índole económica o política eran secundarias para ellos, pues su fin último era la reconstrucción del Reino de Dios.
Los asideos evolucionarán hasta convertirse en la raíz de dos grupos que en los tiempos de Jesús tendrán una gran importancia en el judaísmo: los fariseos y los esenios. Dos grupos bien diferenciados entre sí, aunque sus orígenes y propósitos finales fueran idénticos.
1) 1 Macabeos 1:11
2) 1 Macabeos 1:11
3) 1 Macabeos 1:15
4) 2 Macabeos 1:7
5) 1 Macabeos 1:34
6) 1 Macabeos 1:54
7) 1 Macabeos 2:42
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