Si el plan de salvación lo dividiéramos en sus partes, tendríamos tres bien definidas:
- Su diseño.
Algo que desde antes de la fundación del mundo Dios Padre ideó hasta en sus más ínfimos detalles.
Su ejecución. Algo que fue llevado a cabo por la muerte expiatoria del Hijo de Dios, que ha hecho posible lo que de otra manera hubiera sido imposible.
Su difusión. Algo que está siendo realizado por el Espíritu Santo, quien creó a la iglesia y la usa como instrumento difusor de la buena nueva de que en Cristo hay salvación.Si el punto 3 es correcto quiere decirse que el propósito por el cual la iglesia fue creada es que sea agencia misionera de salvación. Y entonces habría que parafrasear la frase atribuida a André Malraux:
´El siglo XXI será religioso o no será.´ por
´La iglesia es misionera o no es iglesia.´ Porque si pierde esa impronta se convierte fácilmente en otra cosa: en una ONG de ayuda humanitaria, en un club de amigos en el mejor caso y de enemigos en el peor, en una institución social o en una entidad que vive por sí y para sí.
Aquel acontecimiento que significó el nacimiento de la iglesia, Pentecostés, podríamos compararlo a un terremoto cuyo epicentro era Jerusalén y cuyas ondas expansivas habían de alcanzar hasta lo último de la tierra, según el programa misionero que Jesús había expuesto diez días antes.(1)
Pero para que esa declaración programática fuera cumplida se necesitaba y se necesita que la iglesia ocupe su lugar, su lugar misionero. Durante un tiempo los cristianos de aquella primera iglesia, la de Jerusalén, fueron etno-centristas, es decir, estuvieron centrados en su propio pueblo. Aunque el Antiguo Testamento les era familiar y en el mismo estaba contenida aquella gran declaración que Dios hiciera a Abram:
´…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.´(2), el evangelio era cosa de judíos para judíos. No fue sino hasta que se desató la persecución con motivo de la muerte de Esteban y se produjo la dispersión resultante, que comenzaron las primeras incursiones en esferas no judías; aun con todo Dios necesitó desplegar métodos sobrenaturales, hasta tres veces, para convencerles de que él estaba detrás de todo aquello.(3)
Es decir, el caso de la iglesia de Jerusalén nos enseña, al menos, un par de cosas:- Es factible reducir a términos restringidos el amplio propósito misionero de difusión universal que Dios ha diseñado.
La pregunta es: ¿Cómo es posible que no se dieran cuenta de que ese propósito iba más allá de sus fronteras geográficas, culturales y nacionales, si el Antiguo Testamento ya contenía claros elementos de ese propósito universal y Jesús se lo había recalcado hacía poco? La respuesta es que sus condicionamientos y sus prejuicios fueron un impedimento tan fuerte, que llegaron a convertirse en un factor determinante en la interpretación del mandato de Dios. De esa manera se puede redefinir lo de ´a todas las naciones´ por ´a (los judíos de) todas las naciones´. No es teología-ficción lo que digo, porque los judíos, a causa de la Diáspora, estaban esparcidos por todas las naciones, por lo tanto era fácil pensar que llegando a los judíos de todas las naciones ya estaban cumpliendo el programa misionero.
El caso de Pedro es el exponente máximo de esa idea misionera restringida, al no poder asumir que un gentil pudiera tener parte en el plan de Dios. Y eso que no se trataba de un gentil cualquiera, porque Cornelio no era un pagano sumido en tinieblas sino uno de los temerosos de Dios que habían hecho suya la fe de Israel. Pero ni por esas. La mente provinciana de Pedro no daba para más. Menos mal que Dios se la abrió.
Nos puede estar pasando algo similar en España, al pensar que tocando ciertos campos necesitados en nuestra nación: inmigrantes, estudiantes, marginados, profesionales, etc. ya estamos haciendo lo que teníamos que hacer. En nuestro caso el concepto restringido no es tanto por condicionamientos étnicos o teológicos sino por comodidad y falta de visión y pasión misionera, lo que está recogido de forma irónica, pero real, en la frase: ´Heme aquí, envíale a él´.
Para romper nuestros esquemas misioneros restringidos a veces Dios tiene que recurrir a métodos drásticos, porque de otra manera no salimos de nuestra estrechez. Al menos eso es lo que le ocurrió a la iglesia de Jerusalén, donde una muerte y una persecución desencadenaron un éxodo masivo de cristianos, lo que propició que dejaran sus reducidas fronteras geográficas. Resulta triste que se convirtieran en misioneros involuntarios, más bien forzados por la hostilidad de los enemigos del evangelio que por la propia iniciativa que surge de la obediencia al mandato, pero de no haber sido por ese método, seguramente todavía estarían en Jerusalén.
¿Qué hará falta para que en España se rompan los diques de estrechez y tibieza misionera en los que estamos encerrados? ¿Qué tendrá Dios que hacer con nosotros para movilizarnos? Lo ignoro. Pero lo que sí sé es que la iglesia que se convierte en recipiente acaba mal, porque el fin de un recipiente es contener líquido embalsado, lo cual inevitablemente se corrompe. Mientras que una iglesia que es canal da el agua según la recibe.
Como el salmo del texto superior enseña, pidámosle a Dios que derrame su bendición sobre nosotros, pero no para que termine en nosotros sino para que redunde en su propósito misionero y se lleve a cabo.
1) Hechos 1:8
2) Génesis 12:3
3) Hechos 10:11-16
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