El otro materialismo, el práctico, es el más universalmente extendido, aun entre aquellos que no hacen suyas las proposiciones del materialismo filosófico. Y es que mientras los sustentadores de éste son minoría, los seguidores de aquél son, hoy como siempre, legión.
El materialismo práctico consiste en una actitud y un estilo de vida, donde lo material lo es todo o casi todo. No hace falta rastrear mucho en la Historia para descubrirlo porque lo tenemos presente, más que nunca, en las prósperas y florecientes sociedades actuales, donde el culto al cuerpo podría ser una expresión de esa clase de materialismo. Pero donde seguramente lo vemos en acción es en la ambición por el dinero, lo cual es característica no de tal o cual sociedad sino de todas en general, de manera que sin importar la condición social, el dinero es meta y cima de la vida. No es extraño que Jesús se refiriera al mismo como a un dios que, como cualquier dios, demanda absoluta entrega haciendo así imposible la entrega a Dios.
Un ejemplo de persona que nunca hubiera hecho suyas las tesis de Demócrito, pero que sin embargo es prototipo del materialista práctico, es
Balaam quien representa la codicia material o el ministerio movido por intereses económicos. El famoso episodio del asna fue plasmado con singular maestría por el ilustrador francés Gustave Doré (1832-1883), en el que Balaam, en su desenfrenado deseo de dinero, azota al animal que se ha detenido para no ir al lugar adonde él recibirá su salario. Es toda una demostración de cómo el afán de lucro puede trasmutar a un ser humano y colocarlo por debajo de las criaturas inferiores. Es, una vez más, la constatación de que las pasiones, fuera de control, nos degradan, hasta el punto de que los animales nos dan lecciones.
Pero antes de llegar a ese punto de inflexión, Balaam ha pasado por alto el semáforo en rojo que se le ha encendido y que consiste en el claro aviso de Dios de que no haga lo que sus alquiladores le están proponiendo. El aviso es contundente y hasta un niño podría entenderlo:
´No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es.´(1) Sin embargo, ante la tentadora oferta que se le hace, Balaam vuelve a consultar a Dios sobre la misma cuestión. Esta segunda consulta a Dios sobre algo que Dios ha dejado taxativamente claro en la primera, es evidencia de que en el corazón de este hombre ha anidado la codicia por el dinero. Porque si no ¿cómo se explica que pregunte otra vez sobre algo a lo que ya se le ha respondido? Pero como la primera respuesta de Dios no le satisface porque significaba la pérdida de una ocasión de lucro, de ahí la segunda consulta que le hace, a ver si esta vez consigue una respuesta diferente. En otras palabras, lo que Balaam busca no es tanto oír lo que Dios tiene que decirle, sino oír lo que quiere oír. Es decir, es querer que Dios diga lo que yo quiero que diga. O es manipular su mensaje para que concuerde con mis perversos deseos y de esta manera encontrar plena justificación a los mismos.
En tres ocasiones la figura de Balaam es evocada en el Nuevo Testamento: la primera para referirse al ´camino de Balaam´(2), la segunda al ´error de Balaam´(3) y la tercera a la ´doctrina de Balaam´(4). Es interesante la asociación entre camino, error y doctrina. Mientras que la palabra camino indica una determinada forma de vida, el término error sugiere la teoría que lo sustenta y el vocablo doctrina alude a ese mismo error, pero elevado a la categoría de enseñanza. Por lo tanto, lo que comienza siendo un deseo perverso, degenera en una mentalidad y estilo de vida que se racionaliza y se hace dogma. Lo cual muestra la indisoluble unión que hay entre lo que uno piensa, lo que uno hace y lo que uno enseña.
El ministerio cuya motivación para el servicio reside en la ganancia material fue calificado por Jesús como
´asalariado´, el cual, cuando llegan las dificultades, abandona al rebaño. Aquí hay una piedra de toque para distinguir a los pastores de los asalariados. Por eso las dificultades no solo son buenas sino imprescindibles, al ser el tamiz por el que se descubren las motivaciones de las personas en el ministerio. De ahí que Pedro exhorte a los ancianos de las iglesias a que no apacienten al rebaño
´por ganancia deshonesta sino con ánimo pronto´(5) y por eso Jetro recomienda a Moisés que quienes van a estar al frente de la congregación sean aquellos
´que aborrezcan la avaricia´.(6)
¡Cuántos ministros se han echado a perder por este motivo! El caso de Balaam es la prueba contundente de que sin ser materialista filosófico es posible serlo práctico. Y aún más, es la demostración de que alguien que recibe y transmite oráculos de Dios no necesariamente agrada a Dios. Y todavía más, es la evidencia de que la codicia material es incompatible con un auténtico servicio a Dios.
No es extraño que en una de sus cartas el apóstol Pablo avise a los pastores sobre aquellos que ´…toman la piedad como fuente de ganancia.´(7). A los que podríamos calificar justamente de mercaderes de la religión. Un mercantilismo que termina por corromper el ministerio.
(1) Números 23:12
(2) 2 Pedro 2:15
(3) Judas 1:11
(4) Apocalipsis 2:14
(5) 1 Pedro 5:2
(6) Éxodo 18:21
(7) 1 Timoteo 6:5
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