‘Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.’
Y ante la presión de la masa, Aarón va a ceder y se va a convertir en ejecutor de la voluntad popular al fabricar un becerro de fundición como representación de Dios. Ahora bien, si el artífice de esta aberración hubiera sido otro personaje que no fuera Aarón, hasta podría entenderse que se hubiera hecho algo así. Pero él fue precisamente el hombre que, junto con su hermano Moisés, se presentó ante Faraón, siendo testigo directo de la grandeza y la realidad de Dios y de la futilidad de los dioses de Egipto. Fue por el toque de su vara que el Nilo, río sagrado para los egipcios, se convirtió en sangre y también por el toque de la misma que acontecieron las plagas de ranas y de piojos. Él vio que la resistencia del hombre más poderoso de la tierra, Faraón, fue quebrantada por la omnipotencia de Dios. Además, el recibió palabras directas de parte de Dios, como una y otra vez repite el texto:
‘Habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo…’
En resumidas cuentas,
no estamos ante alguien que tiene una experiencia espiritual de segunda mano o que ha conocido a Dios de oídas simplemente, sino que se trata de uno que tiene un conocimiento directo, personal y sobrenatural de Dios. Por lo tanto, reúne todas las cualidades para ser un ministro suyo ante el pueblo.
Y sin embargo, este hombre, que se mantuvo firme delante de Faraón, no es capaz de hacer lo mismo delante de su propio pueblo. Tal vez el hecho de tener a su lado a su hermano Moisés, explicaría el porqué de su fortaleza ante el monarca egipcio, así como la ausencia de su hermano explicaría su debilidad ante el pueblo hebreo. Y esto nos lleva a una importante conclusión: si la firmeza de un ministro depende del apoyo horizontal que tenga, entonces hay motivos sobrados para pensar que ante la falta de tal apoyo se vendrá abajo. Ningún ministerio que quiera ser fiel a su llamamiento puede en última instancia basarse en el apoyo humano. Esto no quiere decir que el apoyo horizontal es despreciable, porque hasta el mismo Jesús buscó la compañía de sus más íntimos en sus horas de mayor angustia. Pero quiere decir que eso no puede ser nunca el factor determinante.
La debilidad de carácter fue fatal en el caso de Aarón y es fatal en cualquier caso. Se trata de agradar a la gente, lo cual en sí no es nada malo si no fuera porque al hacerlo se está desagradando a Dios. Tal vez el ministro que así se conduzca se convierta en alguien muy popular momentáneamente; el problema es que tal popularidad será al precio de perder el favor de Dios. Lo paradójico del caso es que el ministro que agrada a la gente, al final provoca la ruina de esa misma gente, como sucedió con Aarón, cuya acción fue causa de turbación y mortandad entre su pueblo.
Pero detrás de la debilidad de carácter de Aarón, se esconde otro tipo de debilidad, si cabe todavía más grave: la debilidad de sus convicciones. En efecto, el hecho de fabricar un toro para representar a Dios es toda una demostración de lo erráticas que eran sus convicciones espirituales. El toro Apis era uno de los dioses en Egipto, teniendo un templo dedicado a su culto en la capital de la nación, Menfis. Era el símbolo de la fuerza y la fertilidad. Era la manera en la que los paganos, ignorantes de la naturaleza de Dios, pretendían personificarlo. Aarón había conocido esa idolatría en Egipto, porque al igual que sus paisanos había nacido y vivido en esa nación. Y ahora, en el momento de la presión popular, echa mano de los grotescos conceptos paganos para representar a Dios. Nótese que al hacer eso no está violando una cuestión secundaria sino una vital: la naturaleza de Dios, la cual es irrepresentable, porque es espiritual e inefable. La representación de Dios mediante categorías humanas es una degradación, porque se está desvirtuando su naturaleza. Es una proyección de ideas humanas, una fabricación de la imaginación y la mente. Justo todo lo contrario a lo que es la realidad, donde el ser humano es una limitada y parcial representación de lo que Dios es.
Pero al representar a Dios como el toro Apis, Aarón estaba siguiendo las corrientes en boga, lo que en aquel tiempo estaba de moda. Es un intento de mezcla, de lo erróneo con lo verdadero, porque al terminar la obra de fundición se proclama esto:
‘Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.’ Es la acomodación de la fe al contexto cultural de aquel tiempo. Y de nuevo hay que hacer aquí una distinción: una cosa es adaptar el envoltorio del mensaje para que sea más comprensible a nuestros contemporáneos y otra es modificar el contenido del mensaje para que sea del gusto de nuestros contemporáneos. Lo primero es deseable si queremos que el mensaje sea relevante a nuestra generación, lo segundo es prevaricación.
Debilidad de carácter y debilidad de convicciones son dos ingredientes que mutuamente se retroalimentan. Es un cóctel que termina en el mal del propio ministro, pero también en el del pueblo. En nuestros días, tal vez más que nunca, hacen falta ministros que tengan ideas claras, basadas en la verdad, y fortaleza de carácter para sostenerlas en medio de la presión popular.
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