Ella era la mujer con los pies en el suelo que, escamada de los hombres, dependía de sí misma, no sólo en lo económico, al ser dueña de la farmacia que regentaba, sino también en lo emocional, representando a la mujer luchadora que hace frente y se abre paso en la vida, sobrellevando con cierta ironía y mano izquierda las continuas picardías de él. Porque el ex-marido resultaba ser un vividor, embustero, oportunista, mujeriego y caradura que iba por la vida tratando de sacar el mayor partido posible para sí, aunque siempre, dentro de su descaro, había un punto de ternura; algo así como el niño pequeño, consentido y caprichoso, que todos los hombres llevamos dentro.
Por la farmacia pasaban toda una serie de personajes cotidianos, que hacían de ese establecimiento el reflejo de un pequeño mundo; desde la chica de club de alterne, alegre y dicharachera, hasta el policía municipal, escrupuloso con las nimiedades y ordenanzas, pasando por los vecinos que convertían a la serie en un espejo costumbrista de la España de aquella década. Por supuesto, la intención de Mercero no era hacer una reflexión profunda de la realidad social, sino hacer una comedia desenfadada para que los televidentes pasaran un buen rato. De esa manera, ´Farmacia de guardia´ se convirtió en todo un fenómeno mediático, batiendo marcas el último capítulo de la larga serie en el que se desvelaba el feliz desenlace final: el reencuentro de la rota pareja en un nuevo matrimonio.
Según ´Farmacia de guardia´, el divorcio era algo en lo que no había ningún tinte trágico ni dramático. Al contrario, existía hasta una especie de complicidad juguetona entre los dos ex-, resumiéndose el enfrentamiento en un pulso continuo, aderezado con gotas de humor, para ver quién de los dos se llevaba el gato al agua. Los dos hijos de la pareja, uno joven y el otro niño, no padecían ningún trauma por la separación de sus padres; al revés, eran responsable el mayor y travieso el pequeño, como otros hijos de sus edades, de manera que la serie transmitía la impresión de que así como hay matrimonios bien avenidos también hay divorcios bien avenidos. En resumen, el divorcio, incluso con ciertos dolores de cabeza para la mujer a causa del calavera de su marido, era un estado casi envidiable. Nada de sufrimientos, ni mucho menos siniestras intenciones por parte de nadie. En cuanto a los hijos, todo era paz y felicidad. Hasta la prostituta de la serie era un dechado de gracia y plenitud.
Han pasado ya varios años desde que ´Farmacia de guardia´ se terminó, pero la realidad social actual que estamos viviendo no se parece en nada a la descrita en la serie. Es como si nos hubiéramos arrullado y dormido mientras se nos leía un cuento, habiéndonos despertado y descubierto que se trató de un sueño y que aquel edulcorado mundillo de ´Farmacia de guardia´ era lo que era: una serie para pasar el rato. Porque ¿dónde está, actualmente, el matrimonio divorciado y bien avenido que se llevan como si fueran dos buenos amigos?
De los casos de divorcio que conozco de manera más o menos cercana, no hay ni uno que se acerque, ni de lejos, al estereotipo de divorcio feliz. Conozco matrimonios felices y conozco matrimonios infelices, pero no conozco divorcios felices. Ya lo dijo una magistrada española especializada en este asunto:
´En todo divorcio una parte pierde y la otra no gana.´ Las pequeñas, intrascendentes y chistosas escaramuzas que nos presentaba la serie televisiva en la ficción, son en la realidad guerras abiertas sin cuartel.
Un ejemplo de lo que digo sería el denominado síndrome de alienación parental, que consiste en la utilización de los hijos para hacerle el mayor daño posible al otro progenitor. Ya hay dos casos ante los tribunales en España en los que los jueces han admitido a trámite la demanda interpuesta por hombres divorciados que declaran ser víctimas de alienación parental. A propósito, qué bien se nos da fabricar expresiones en las que todo queda reducido a un lenguaje aséptico que disfraza la realidad y la hace parecer otra cosa diferente. Alienación parental.
Para empezar, a mucha gente esa frase le suena a chino. Pero dentro de la ambigüedad del término, la expresión puede denotar alejamiento físico o emocional, sin que en manera alguna esté presente la comisión de un daño cruel. Así, por medio de palabras cuidadosamente escogidas y calculadamente ambiguas, se escamotea la verdad. Muchos psicólogos son maestros en este arte de denominar a lo negro blanco y viceversa (que dicho sea de paso es un arte que muchos políticos dominan muy bien). Es como si un médico le dijera al paciente, en lugar de decirle que tiene cáncer, que lo que tiene es un crecimiento tisular producido por la proliferación continua de células anormales. De forma similar, en vez de decir inducción al odio paternal, se dice alienación parental y todo queda reducido a la pomposa vaguedad de lo impreciso. Desgraciadamente, maquillar las palabras es un indicio de no querer ir a la raíz del problema, ni siquiera en la definición del mismo. Mal asunto.
Así que el divorcio no es lo que ´Farmacia de guardia´ nos quiso hacer creer, porque el sueño del divorcio feliz era un camelo, una milonga, una más de una larga lista de milongas que nos vienen contando. El divorcio es un drama en el que dos personas, como mínimo, están profunda y dolorosamente enfrentadas. Y muchas veces de forma implacable.
Pero la solución a este estado de cosas no es la que el actual Gobierno ha provisto mediante el divorcio-exprés, al facilitar al máximo el procedimiento para disolver el matrimonio, porque detrás de esa actitud está la filosofía de destruir lo que suscita problemas. Una filosofía miope de la que a corto plazo nos despertaremos sobresaltados al ver las consecuencias devastadoras que tiene. Más bien, lo que hace falta son medidas para prevenir y fortalecer, para reparar y reconciliar, para sanar y restaurar.
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