De una u otra manera, aunque fuera con un cinco raspado, todo el mundo aprobaba `las tres Marías´. ¿Qué profesor hubiera tenido el valor de hacer repetir el curso a un alumno por asignaturas de segunda categoría? Y eso que supuestamente las tres representaban el espíritu (la religión), el cuerpo (la gimnasia) y el alma (la `política´). Es decir, eran un compendio de la persona.
De las tres, la `política´ era la creación directa del régimen de Franco, a fin de adoctrinar a las nuevas generaciones en los principios del Movimiento Nacional que desencadenó la guerra civil y acabó con la anti-España. Con dicha asignatura se trataba de asegurar la continuidad ideológica de tales principios, de manera que los que habían nacido después de la guerra y no sabían nada de lo que era republicanismo, democracia, socialismo, partidos políticos, derechas, izquierdas, etc. continuaran vacunados contra tales conceptos, porque lo que importaba por encima de todo era la Patria.
Lo que los estudiantes denominaban la `política´ en realidad tenía nombre propio: Formación del Espíritu Nacional, que en las cartillas de exámenes aparecía bajo las siglas F.E.N. Los libros de texto que se usaban para impartir esta asignatura eran los más atractivos de todos, si atendemos al criterio de colorido y tamaño del texto, al estar cuidadosamente ilustrados con bonitos dibujos y fotos. Además eran libros muy bien encuadernados, de tapa dura, recios y consistentes, supongo que pensados para que duraran mucho, como los ideales que contenían. Que lo consiguieran ya era otro cantar.
Porque ¿qué quería decir aquel texto de Waldo Frank que comenzaba así:
`El cielo de España está alto, muy alto…´? Me imagino que la intención del autor era enseñarnos que las aspiraciones y metas de España eran muy, muy elevadas, pero eso lo deduje años después, porque cuando tenía doce años aquella frase me parecía incomprensible y por más que la leía no le encontraba significado alguno. Menos mal que no todo era así de abstracto. Había en aquellos libros emocionantes relatos épicos, como el de Guillermo Tell, el patriota suizo amante de la libertad y luchador contra la tiranía, o el del Cid Campeador, el héroe castellano por antonomasia. Manuel Fraga era uno de los autores que intervenían en la redacción de algunos textos, concretamente en aquel párrafo, en el que bajo un cuadro del Ecce Homo, aparecía esta frase suya:
`La falsa democracia es la que pone en la misma balanza a Jesús y a Barrabás y pide a la multitud enardecida que elija entre ellos.´
Felizmente, la época del adoctrinamiento ideológico pasó con la llegada de la democracia, desapareciendo la `política´ y convirtiéndose la religión en materia optativa en los centros públicos, surgiendo otra asignatura para los de persuasión no católica denominada ética y viniendo, posteriormente, a aparecer la posibilidad de impartirse religión evangélica, judía o musulmana, porque como la Constitución dice en el Artículo 27.3:
`Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.´ En otras palabras, son los padres, y no el Estado, los veladores de los valores que sus hijos van a recibir. Esta es una de las diferencias entre una dictadura y una democracia. Así como en España se nos impartía la `política´, en Europa del Este, Cuba y China, los niños tenían (y en estos dos últimos países tienen) que llevar obligatoriamente el pañuelo rojo al cuello y recibir el adoctrinamiento consiguiente.
Pero he aquí, que el actual Gobierno se ha propuesto de alguna manera resucitar la `política´ en el aula de clase, mediante la asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Naturalmente, ya no aparecerá el Cid Campeador ni Fraga entre los textos a ser aprendidos sino que ahora los escolares aprenderán que hay formas alternativas al matrimonio `tradicional´ basadas en la ideología de género y que en la constitución de la persona entra en consideración el factor de la `orientación sexual´.
Si ahora vemos claro que lo que se hacía con los escolares hace cuarenta años, por parte de los poderes públicos, era una sutil forma de manipularlos ideológicamente, ¿no se puede calificar de la misma manera lo que se quiere hacer ahora con la Educación para la Ciudadanía?
El secretario general de Educación, Alejandro Tiana, denuncia que los defensores de la objeción de conciencia contra esa asignatura están promoviendo la “desobediencia civil” de las leyes. ¡Pues claro! De eso se trata, de desobediencia civil. El hecho de que Pedro Zerolo amenace con el Código Penal (¿para qué hablarán tanto de tolerancia si, cuando se les contradice, se vuelven totalmente intolerantes?) a los que no estén dispuestos a pasar por el aro de esa educación, es todo un síntoma de debilidad. Al final, resulta que los que tanto fustigan a la dictadura se acercan peligrosamente a ella.
Pero más allá de la Constitución, que salvaguarda el derecho de los padres a que sus hijos reciban la educación que consideren pertinente, hay un reducto sagrado que se llama conciencia, la cual para el cristiano está modelada por lo que Dios ha dicho. Es lo que invocó Martín Lutero ante las autoridades de su tiempo, cuando se le conminó a retractarse de cuestiones fundamentales, al pronunciar aquellas memorables palabras:
`Mi conciencia está cautiva por la Palabra de Dios…´ La nuestra también debería estarlo ahora.
REDACCIÓN: ENCUESTA
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