La intención del Zoo de Madrid va pues más allá del mero pasatiempo o la perenne curiosidad y fascinación que los animales despiertan en grandes y chicos. Ahora se trata de imprimir un carácter didáctico y humanitario en valores de los que tanto estamos necesitados los humanos.
¡Qué diferencia con las lecciones impartidas por aquellos tristes animales que íbamos a contemplar hace más de 40 años en la antigua Casa de Fieras del Retiro de Madrid! Aquel pobre oso polar, cuya vida consistía en dar vueltas sin fin en una jaula circular de unos tres metros de diámetro, atenuando el calor del estío madrileño un chorro de agua que surgía de la parte superior de la jaula. O aquellos hediondos y lóbregos cubiles, de los cuales había que mantenerse a cierta distancia por el tufo insoportable que despedían, donde las hienas, tigres y otros felinos dormitaban una aburrida y mortecina existencia solo rota en la hora de la comida. Y aquel viejo elefante, Perico, cuyo cuidador le había amaestrado para distinguir las monedas de una peseta de las de dos reales, cualidad que hacía las delicias de todos los que querían probar su inteligencia, cuando el animal, con su trompa, tentaba las monedas echadas por el público, rechazando las agujereadas de dos reales pero recogiendo las de peseta y dándoselas a su cuidador. O aquellos monos saltarines y obscenos, metidos en un foso circular al que arrojábamos cacahuetes que eran su golosina preferida.
Eso era todo lo que aquellos animales de la Casa de Fieras trasmitían: decadencia, soledad, miseria y algo de hilaridad. Jamás hubiéramos intuido que tenían algo más trascendental que comunicarnos. Y es que, por un lado, la vida de aquellos animales estaba bastante degradada y por otro la vida de los humanos en España, en la primera mitad de los años sesenta, era bastante más humana de lo que es ahora. Por supuesto, no disfrutábamos del bienestar económico que al presente poseemos, ni teníamos las libertades políticas que ahora tenemos, ni las oportunidades para estudiar y viajar que actualmente están al alcance de cualquiera, tampoco los mil y un artilugios tecnológicos que ahora nos inundan… Y sin embargo, o tal vez por ello mismo, había bastante más humanidad de la que hay ahora. Entonces hubiera estado de más decirnos que
´los elefantes nunca abandonan a sus ancianos´, lo primero porque el pobre Perico sólo sabía distinguir unas monedas de otras y lo segundo porque a los ancianos no se les abandonaba o se les dejaba a su suerte en la soledad de sus últimos años. Entonces apenas se usaba la palabra solidaridad, pero había solidaridad en el seno de la familia. Y respeto. Y lealtad.
Si la publicidad actual del Zoo de Madrid es verdadera, eso significa que los humanos estamos deshumanizándonos cada vez más, hasta el punto de que hemos llegado a un nivel tal que las bestias nos dan lecciones. ¡Triste estado el nuestro! Si son los animales quienes nos enseñan a ser personas, la publicidad del Zoo de Madrid se convierte en toda una declaración de principios de nuestro fracaso. No hace falta acudir al pensamiento de los intelectuales antiguos o contemporáneos para conocer los entresijos de la condición humana. Simplemente basta con hacer una visita al Zoo, comparar y sacar conclusiones. En este sentido, los defensores de la evolución se van a encontrar con un escollo insuperable: explicar la contra-evolución por la que los humanos estamos ya por debajo de los primates.
El padre Feijoo (1676-1764) fue el autor de un ensayo titulado
´Racionalidad de los brutos´ en el que diserta sobre la capacidad que los animales tienen para el raciocinio. Su postura es que la tienen, aunque en menor grado que los humanos. Claro que si Feijoo hubiera vivido en nuestros días y hubiera sido testigo de cómo un joven de 23 años entra en una Universidad y mata a 33 personas para luego suicidarse, o cómo un hombre-bomba, en un mercado abarrotado de gente, se hace explotar y se lleva por delante a todo el que pueda, seguro que se habría replanteado su tesis, llegando a la conclusión de que el raciocinio de los humanos está por debajo del de los animales. Es decir, estaría de acuerdo con la propuesta del Zoo de Madrid: Los animales nos enseñan a ser personas.
Sí, los animales tienen mucho que enseñarnos. Pero antes de que el Zoo de Madrid lo planteara ya lo hizo Jesús, quien los usó para extraer grandes verdades que los humanos debemos aplicarnos. Por ejemplo la que menciona en el texto superior, cuando habla de la obsesión que tenemos por lo material. Que los cuervos sean nuestros maestros en el hecho de confiar en Dios para el sustento cotidiano en lugar de estar estresados por ello, es toda una magistral lección que las criaturas inferiores nos dan a las superiores. Aprendamos de ellas.
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