Frente a sus pretensiones ideológicas racistas hubo quienes se plegaron a las mismas, invocando el principio de que las autoridades están puestas por disposición divina y por lo tanto contradecirlas sería contradecir a Dios. Estos serían conocidos como los
Cristianos Alemanes, para los cuales ser cristiano y servir al engrandecimiento de la Patria eran cuestiones que iban unidas, siendo su lema:
´La esvástica en nuestro pecho, la cruz en nuestro corazón.´. Era una Iglesia oficial, controlada por Hitler y colaboracionista en alto grado, hasta el punto de que algunos dirigentes evangélicos eran simples lacayos del régimen.
Sin embargo, hubo quienes pensaron de manera diferente, como el pastor Martin Niemöller (1892-1984) quien tiempo después compondría el famoso poema, erróneamente atribuido a Dietrich Bonhoeffer y a Bertolt Brecht, que dice:
´Primero vinieron a por los comunistas y yo no protesté porque no era comunista.
Luego vinieron a por los sindicalistas y yo no protesté porque no era sindicalista.
Después vinieron a por los judíos y yo no protesté porque no era judío.
Finalmente, vinieron a por mí y ya no quedaba nadie que pudiera protestar.´
Niemöller, junto con otros pastores, creó un movimiento disidente dentro de los
Cristianos Alemanes que cristalizó en 1934 en la
Declaración de Barmen, elaborada en su casi totalidad por Karl Barth. Dicho documento, consistente de seis puntos, venía a denunciar la intromisión del Estado en aspectos en los que la Iglesia debía fidelidad absoluta a Cristo, a quien la
Declaración reconocía como único Señor, siendo su Palabra la norma a ser obedecida. La
Declaración de Barmen fue la bandera de la
Iglesia Confesante, el movimiento evangélico que plantó cara al régimen nazi y que sufrió por tal motivo la persecución de la Gestapo y el repudio de la mayoría de los líderes protestantes alemanes. La
Iglesia Confesante se convirtió así en una iglesia alternativa a la que apoyaba al régimen.
Uno de los más significativos miembros de la
Iglesia Confesante fue el pastor Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), quien murió fusilado en un campo de concentración nazi poco antes de que la II Guerra Mundial terminara. La acusación por la que fue condenado a muerte era su vinculación con la conspiración para asesinar a Hitler, en el frustrado intento del 20 de julio de 1944. Así que para los cristianos miembros de la
Iglesia Confesante, el dilema de conciencia estaba claro: Ante la pretensión de las autoridades de legislar sobre determinadas cuestiones en contra de lo que la Palabra de Dios dice, su postura fue la de oponerse firmemente a ello, aunque el costo a pagar fuera alto. Y como hemos visto, hubo quien resolvió no quedarse meramente en la protesta sino llegar a la acción violenta para eliminar al tirano.
Hoy los cristianos en el mundo occidental estamos inmersos en medio de una corriente que propugna leyes abiertamente contrarias al cristianismo, a la razón y al derecho natural. Los que pretenden modificar estas vigas maestras tienen a su disposición poderosos medios de comunicación para difundir sus ideas y desacreditar a los cristianos, favoreciendo a grupos que buscan si no la desaparición del cristianismo, sí convertirlo en algo intrascendente a nivel público. En esas fuerzas hay que incluir a los representantes que ostentan cargos políticos de alto nivel y cuya influencia se advierte en la legislación de nuestras naciones.
Tal vez alguien dirá que al haber sido democráticamente elegidos, estos gobernantes merecen todo nuestro respeto, pues nada tienen que ver con autócratas que a sí mismos se han aupado por la fuerza al poder. Sin embargo, es necesario recordar que Hitler llegó al poder mediante unas elecciones, lo cual muestra que la democracia, como todas las cosas de este mundo, es susceptible de degradación. Y ello es posible porque la inmensa mayoría del pueblo alemán guardó silencio ante las perversiones ideológicas del nazismo. El mismo Niemöller y los demás dirigentes de la
Iglesia Confesante que sobrevivieron, reconocieron, en octubre de 1945, su propia culpabilidad por haber fallado en el hecho de no haber protestado contra el régimen nazi en sus etapas iniciales.
Por otra parte, lo cuantitativo no es sinónimo de bueno o verdadero. En otras palabras, la mayoría no necesariamente tiene la razón en cuestiones morales y el caso de la Alemania nazi lo demuestra. Pero mucho antes de eso, ya la Biblia en el pasaje superior nos recuerda esa gran verdad, cuando nos avisa de que no nos asociemos con mayorías perversas.
La actitud de denuncia profética de los miembros de la
Iglesia Confesante al condenar las desviaciones de una ideología anti-cristiana es la correcta, porque es la misma que desde Elías a Juan el Bautista vemos en la Biblia. Hoy también, como ayer y como siempre, la Iglesia de Jesucristo tiene que ser una iglesia profética, si quiere ser coherente con su llamamiento.
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