Pero su pluma no sólo se limita al ámbito periodístico pues es autor de una veintena de libros. También es nombre a tener en cuenta en tertulias radiofónicas, debates en TV o conferencias sobre cuestiones en las que la religión esté de alguna manera presente y en las que se quiera contar con una voz disidente. Durante el mandato de Felipe González fue director general de Protección de Menores y hasta el año 2005 fue presidente de la Asociación de Teólogos Juan XXIII.
Recientemente el periódico El País le hacía una entrevista en la que Miret Magdalena, de una forma espontánea, desgranaba algunos de sus pensamientos sobre diversas cuestiones. Su opinión sobre el estado de la Iglesia católica en España es que está
“en total decadencia”, lo cual es una tesis que viene sosteniendo desde hace mucho tiempo, considerándose a sí mismo una especie de guerrillero que intenta, de forma pacífica, la conversión de esa Iglesia al evangelio.
Sin embargo, la entrevista revela
algunos aspectos perturbadores que le hacen a uno preguntarse hasta qué punto este hombre ha entendido el evangelio. Y es que a pesar de tener una biblioteca personal con la friolera de 35.000 libros, algunas respuestas indican que entre esa masa de volúmenes hay uno que debe estar tan sepultado y escondido en su biblioteca que su mensaje no ha llegado al corazón y la mente de Miret Magdalena. Y sin embargo, en ese libro, la Biblia, es donde está precisamente el evangelio que él pretende aplicar a otros.
Cuando el periodista le pregunta cómo es un día normal en su vida, Miret Magdalena contesta:
“Me levanto y me pongo a hacer Hatha Yoga, eligiendo las posturas que mejor me van. Luego hago una meditación Zen, para relajarme y no dejarme influir por las impresiones preocupantes cuyo recuerdo nos atenaza.” La verdad es que por mucho que me esfuerce no logro imaginarme a Jesús haciendo Hatha Yoga ni meditación Zen como medio de relajarse; tampoco, por más que lo intento, me imagino a Pablo o a Juan, por citar a algunos cristianos antiguos, recurriendo a esos medios como método de elevación espiritual. Hasta que leí lo que hace Miret Magdalena al comenzar su jornada, siempre creí que el tiempo devocional privado de un cristiano estaba basado en la oración, que es hablar con Dios, y en la lectura de la Biblia, que es el canal por el que Dios nos habla. De hecho así es como comenzaba el rey David el día, tal como él mismo testifica:
‘Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.’ (Salmo 5:3).
En la base ideológica del Yoga y del Zen subyace la idea de que Dios no es personal, de que el ser humano no es portador de un problema humanamente insoluble que se llama pecado y de que no necesita ser redimido del mismo. Así mismo, en la base de tales sistemas se encuentra la noción de la auto-deificación del ser humano, lo cual concuerda con las viejas palabras engañosas que fueran dirigidas en Edén a nuestros primeros padres por el diablo. En otras palabras, el Yoga y el Zen son dos sistemas anticristianos por naturaleza, ante lo cual hay que preguntarse a qué clase de espíritu abre su mente cada día Miret Magdalena cuando comienza su jornada practicando ambas disciplinas. No es extraño que su concepto de Dios, expuesto en un chat en Internet, sea el siguiente:
“…es el impulso creador que mueve todas las cosas hacia más y mejor.” Una expresión ambigua que denota un ente que puede ser tanto algo como alguien, lo cual está muy lejos del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Dios personal, trascendente e íntimo del que nos habla el evangelio. Un creyente sería el que llena el siguiente requisito:
“Yo creo que el ser humano tiene un deseo profundo de entregarse a un ideal, sea el Arte, la Ciencia, la Justicia, la Solidaridad o el Bien. Y el que se entrega a ese absoluto en su vida ya cree en el único Dios que existe que es ese absoluto en la vida, que nos supera y desarrolla.” De nuevo lo abstracto tras la palabra
absoluto nos remite a algo que no se sabe muy bien lo que es y que de hecho es un cajón en el que cabe cualquier cosa.
En otro momento de la entrevista el periodista le pregunta cómo se imagina la muerte y el preguntado responde:
“…Como cristiano que soy, creo en la Resurrección, me la figuro no como una separación de alma y cuerpo, sino como una apertura a vivir en contacto con el cosmos, disfrutando de todo lo positivo que hay en él.”Así pues
, la vida tras la muerte es para él una especie de comunión con el universo. Me parece que esta idea de la muerte podrá ser panteísta o pagana, pero desde luego no es cristiana, al menos si leemos lo que el apóstol Pablo nos dice al respecto:
“…pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” (2 Corintios 5:8). Es decir, la muerte para un cristiano es sustancialmente no una apertura para vivir en contacto con el cosmos, sino para estar junto a su Señor.
Conozco a personas sencillas que no tienen en su casa más que unas pocas docenas de libros, pero que sin embargo muestran un conocimiento de las cosas de Dios más certero y profundo del que manifiesta tener todo un teólogo como Miret Magdalena. Y es que para conocer lo esencial no hace falta tener 30.000 libros sino solamente 66, los que van de Génesis a Apocalipsis. Tampoco hay que recurrir a la meditación Zen sino al Espíritu Santo, que es el Espíritu de verdad. Ojalá Miret Magdalena pueda encontrar esa verdad.
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