Las estadísticas indican que en España alrededor del 50% de los padres están desorientados o se sienten impotentes en cuanto a la educación de los hijos. Claro que siempre podemos consolarnos pensando que las estadísticas no son un fiel reflejo de la realidad; aunque pensándolo bien eso puede ser un arma de doble filo, ya que tal vez la estadística esté rebajada y sea aún mayor el número de padres desconcertados y confundidos.
Pero si las estadísticas son imprecisas no lo son los hechos. Recientemente un informe de la Guardia Civil alertaba sobre el número creciente de menores en España enganchados a la pornografía en Internet, señalando el peligro que supone que un niño o un adolescente tenga en su habitación una conexión en línea.
Que sea la Guardia Civil quien avise a toda la sociedad y a los padres de semejante amenaza, definiéndolo como “un problema grave”, nos da una buena pista para conocer el estado de cosas que hay en el seno de un gran número de familias españolas.
Esta sociedad debería sonrojarse por el hecho de que tenga que ser un organismo ajeno al hogar e incluso ajeno a labores educativas, como es la Guardia Civil, quien le advierta del grave conflicto en el que tantos menores están sumidos. Y sin embargo, no hace falta tener muchas luces para comprender que una conexión en línea, en la habitación de un menor, es toda una bomba de relojería que a su tiempo estallará. Si para personalidades ya adultas Internet puede ser algo devastador, imaginémonos lo que será en mentes inmaduras. Aquí no se trata de saber lo que el hijo estará haciendo fuera de casa, para lo cual hay que contratar un detective privado; aquí se trata de que entre las cuatro paredes del hogar se están llevando a cabo diariamente actividades que van a tener efectos catastróficos a medio y largo plazo.
La cuestión es cómo negarle a un muchacho una conexión en línea, si hace tiempo que ya tiene en su dormitorio un aparato de televisión que puede conectar a cualquier hora. La cuestión es cómo negarle que tenga un aparato de televisión si ya tiene un teléfono móvil con el cual puede ponerse en contacto con el mundo exterior.
La cuestión es cómo negarle algo si el sistema educativo en boga está basado en la permisividad, pues todo lo que huela a negativa, restricción o prohibición es visto como algo anacrónico y obsoleto.
No es extraño que muchos hogares ya ni siquiera sean pequeñas democracias, donde la decisión de los hijos tiene el mismo peso que la de los padres, porque se han convertido en filiocracias, donde los hijos son los que gobiernan y los padres son los gobernados. Es lo que se refleja en algunas series televisivas españolas, que nos presentan a dos seres, los padres, como a un par de idiotas manejados a su antojo por los hijos.
Lo que está ocurriendo es que se está cosechando lo que durante años se ha ido sembrando, en el sentido de haber abandonado principios y pautas educativos, algunos de ellos de sentido común, sustituyéndolos por otros que parecían superarlos. Desde luego la piedra angular, que sostiene la educación en el hogar, se removió y como consecuencia de ello la casa se vino abajo. No es extraño que tantas familias hoy sean ruinosos montones de piedras, resultado directo de haber tocado las vigas maestras y los cimientos que sostienen todo el edificio. Nadie en su sano juicio haría algo así en una construcción física, sin embargo es lo que se ha hecho en esa otra construcción que es la familia.
Por eso
es urgente recuperar la educación en el hogar que forma hombres y mujeres con personalidades maduras y equilibradas; para ello es necesario volver a la Biblia. Y que nadie haga una mueca de sonrisa burlona cuando se alude a la Biblia, pues los que están fracasando en la educación de sus hijos y necesitan ser advertidos de tal fracaso por la Guardia Civil, no están en la mejor posición para burlarse y harían bien en dejar toda autosuficiencia y tomar nota de lo que ese libro tiene que decirnos al respecto.
- Lo preventivo es mejor que lo curativo. De ahí los avisos y amonestaciones para que el muchacho tenga cuidado y no se meta en situaciones problemáticas que pueden llegar a ser dañinas e irreversibles.
- El carácter y la personalidad son producto de la formación, la disciplina y el esfuerzo (o de la falta de ellos). No son resultado de la casualidad ni de la buena o mala suerte. Las palabras camino o senda, tan peculiares a Proverbios, indican un estilo de vida basado en hábitos adquiridos con la práctica y el tiempo.
- El sentido común ha de tener un lugar en la vida del joven. Ese sentido común es vital para moverse en este mundo de manera prudente y sabia.
- Hay una relación directamente proporcional entre maldad y necedad por un lado y justicia y sabiduría por otro. Es decir, frente a la idea popular que asocia maldad con inteligencia y bondad con estupidez, Proverbios desmiente rotundamente tal aserto. Es, precisamente, lo contrario: Los listos no son los malvados y los torpes no son los buenos sino que hay en la maldad un hermanamiento congénito con la insensatez, así como hay en la justicia una intimidad inherente con la inteligencia. Ese par de asociaciones antagónicas es importante que las comprenda el joven para no ser engañado.
Finalmente Proverbios nos señala, al principio del libro, cuál es la piedra angular que sostiene un buen sistema educativo. Se encuentra en el pasaje que encabeza este artículo. Despreciarla es, como dice el texto, de insensatos.
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