Pero antes de ir más adelante con la señora von der Leyen, me llama la atención el nombre del Ministerio que ella dirige: Ministerio de Familia, Mayores, Mujeres y Jóvenes. De manera que una entidad como la familia tiene, en el pensamiento de los gobernantes alemanes, el suficiente peso específico como para crear un Ministerio que se ocupe de fomentar directrices que potencien esta célula primordial. Parece que los alemanes se han dado cuenta de que el futuro de su nación y su sociedad está determinado, en buena medida, por esta institución fundamental. ¡Cómo me gustaría que en España alguien en los puestos de gobierno se percatara de lo mismo! Pero desgraciadamente todo lo que suene a familia por estas latitudes automáticamente se asocia con la religión y la derecha política e,
ipso facto, es condenado como algo anacrónico y oscurantista. Es un lento suicidio social y nacional del cual pronto hemos de arrepentirnos. La lástima es que para entonces los promotores del mismo no responderán de su responsabilidad por tal desvarío.
Algo semejante a lo que ocurrió durante los primeros años de la democracia con el asunto de las drogas, cuando tantos ‘expertos’ promovieron liberalizar su uso porque la persecución del mismo era cosa propia del franquismo y la represión. Sólo tuvieron que pasar unos pocos años para que cosechásemos en España las ‘virtudes’ de esa mentalidad, con miles y miles de jóvenes enganchados a las drogas duras e innumerables familias sufriendo por esa causa. Hoy invertimos millones de euros en campañas preventivas en todos los medios de comunicación, no ya para que los jóvenes eviten las drogas duras, como la heroína o la cocaína, sino para que tengan cuidado con el simple cannabis. ¿Dónde están los que durante aquellos años alentaban la liberalización del consumo? Se han quedado mudos, aunque entonces eran considerados la vanguardia más innovadora. Algo semejante ocurrirá con los que hoy relacionan familia con ideas carcas y se burlan de la misma tildándola de institución patriarcal y pasada de moda, pretendiendo, de paso, inventar nuevos modelos de familia. Pero en fin, para entonces estos clarividentes maestros del absurdo habrán pasado, si bien dejando una nefasta huella tras ellos.
Alemania es uno de los países más envejecidos del mundo, hasta el punto de que una productora alemana ha preparado un documental titulado
‘2030 la rebelión de los viejos’ en el que se describe a los mayores rebelándose ante la quiebra del Estado del bienestar, debido a que cada pensionista, para el año 2030, será sostenido por un solo trabajador. La pirámide generacional, cuya base siempre ha de ser mucho más amplia que las capas superiores, habrá experimentado una notable transformación ante la baja tasa de nacimientos que ha habido durante décadas. Un ejemplo: Berlín será dentro de 13 años una ciudad cuya población mayor de 75 años será de medio millón de personas frente al total de 3,5 millones. No es extraño que las alarmas hayan saltado y se haya creado el ya mencionado Ministerio.
Pero la señora von der Leyen es una ministra fuera de la común, porque entre otras cosas es madre de siete hijos. ¿Siete hijos en los tiempos que corren? De locos. Pero además es que esta mujer afirma, sin pudor alguno, que su familia es su prioridad número uno. ¿Será alguien que vive anclada en el trasnochado marco patriarcal que concibe a la mujer como máquina reproductora y válida únicamente para estar en la cocina? No lo parece. Tiene la carrera de Empresariales, un doctorado en Medicina y antes de ser elegida para el cargo que desempeña fue ministra regional en la Baja Sajonia. Todo un currículum. Así que aquí tenemos a una esposa (felizmente casada con un médico que es su mejor apoyo), madre de familia numerosa (que desayuna y ora con sus hijos) y profesional y personalmente realizada. ¿Quién dijo que son incompatibles familia y profesión?
Su política va dirigida a potenciar la natalidad en su país (desde luego autoridad en ese campo le sobra) y para conseguirlo ha adoptado diversas medidas, siendo la más llamativa la de ayudar con 25.000 euros al matrimonio por cada niño que nazca. ¡Ay! ¡Qué contraste con las 6.000 pesetas (36 euros) que en España te daba el Estado en mis tiempos por cada niño que venía al mundo! Pero la señora von der Leyen no sólo cree en el poder económico como medio de fomentar la natalidad. También habla de que
‘Hay que volver a hablar del pan que los niños traen bajo el brazo: se llama alegría, fuerza creadora, seguridad futura… que los niños no significan pobreza, sino perspectiva.’ ¡Dios mío! ¡Qué diferencia con la mentalidad que me rodea, en la que los niños son contemplados como un problema o una carga! ¡Cómo necesitamos por aquí a alguna señora von der Leyen!
Pero si Alemania es un país de viejos, España lo es más, pues no en vano ostentamos la triste estadística de ser el país con la tasa más baja de nacimientos del mundo. Mientras tanto, aquí seguimos empecinados en devaluar la familia, reírnos de la misma (las series de TV son un claro exponente) e inventarnos y potenciar nuevos ‘modelos familiares’, como el formado por dos personas del mismo sexo que como es bien sabido es un tipo de familia que ayuda mucho a elevar la tasa de natalidad y, por tanto, a crear proyección y futuro.
No sé si la señora von der Leyen conseguirá su objetivo, pero por lo menos ha roto con la inercia de un discurso retrógrado que pretende hacerse pasar por progresista. Muchas gracias por ello.
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