La ONG de las Fuerzas Armadas

El ejército no engancha a casi nadie y España se ha visto obligada a tirar de inmigrantes latinos para paliar el déficit de personal en algo tan esencial como es la milicia para una nación. Pero como esa fuente de recursos humanos tiene sus limitaciones y hasta sus riesgos es por lo que de cuando en cuando se lanza una campaña publicitaria masiva para captar a jóvenes españoles. Y es que las antiguas ideas que teóricamente sustentaban el servicio militar ya no funcionan. El amor a la Patria, a la tierra de nuestros antepasados y a la bandera, que eran las sempiternas apelaciones hechas por el estamento militar para tocar la fibra sensible no conectan con la juventud actual.

Es interesante examinar el desplazamiento semántico que ha experimentado el Ministerio que se ocupa de los menesteres militares en España. En la época de la Monarquía y de la II República se denominaba Ministerio de la Guerra, al acabar la guerra civil pasó a llamarse Ministerio del Ejército y con la democracia se cambió su nombre a Ministerio de Defensa. Es obvio que en esencia se trata siempre de lo mismo, pero las distintas palabras nos dan una idea bien clara de la carga comunicativa que en esas tres etapas tenía y tiene lo militar.

Es evidente que el nombre de Ministerio de la Guerra sería hoy anatema porque es antipático y descarnado. Esa palabra, guerra, es lo último que cualquiera desea escuchar, si bien la guerra es hoy una realidad mucho más letal y presente en todo el mundo que en el primer tercio del siglo XX. Asociar directamente lo militar a la guerra es lo que hay que evitar por encima de todo, aunque en última instancia es la guerra o la posibilidad de ella lo que constituye la razón de ser de lo militar. Si no hubiera guerras ni posibilidades de que se produjeran, lo militar no existiría.

La expresión Ministerio del Ejército es más atractiva que la anterior, habiendo perdido sus connotaciones peyorativas. Fue la que Franco escogió para definir lo militar durante su mandato. Es comprensible que así lo hiciera, porque los españoles acababan de salir de una guerra traumática que había sembrado de muertos los campos de España, por lo que convenía relegar la palabra guerra a un segundo plano. Con el paso de la dictadura a la democracia se imponía un cambio de denominación, para que el Ejército, asociado en España con golpes de Estado e inmovilismo, no fuera automáticamente relacionado con generales de ideas obtusas y caducas. De ahí que Ministerio de Defensa fuera la expresión escogida para definir la nueva etapa. Una expresión acorde con los tiempos, en la que ha desaparecido todo rastro bélico presente en los vocablos Guerra y Ejército.

Pero los cambios semánticos no son suficientes para trocar la apreciación y valoración que se tiene de las instituciones, especialmente cuando lo que se pide es un compromiso serio con las mismas. Esta es la razón por la que se ha puesto en marcha toda una gran operación de cambio de imagen, de manera que las Fuerzas Armadas sean atractivas para la generación actual de jóvenes, poco o nada entusiasta con cualquier cosa que tenga que ver con misiones militares u órdenes que cumplir.

De ahí que ante el éxito que las ONG’s están teniendo y la disposición de muchos jóvenes de ambos sexos para realizar tareas de voluntariado en asuntos de tipo humanitario, los estrategas publicitarios del Ministerio de Defensa hayan lanzado una campaña en la que se presenta a las Fuerzas Armadas como a una especie de ONG que realiza tareas constructivas y beneficiosas. Y si antaño eran los jóvenes los que tenían que amoldar su mente y comportamiento a los valores castrenses, ahora es lo castrense lo que se amolda al estilo y mentalidad de los jóvenes para ganarlos a su causa. De ahí que las imágenes del anuncio televisivo no dejan lugar dudas: en lugar de cuarteles donde se hace la instrucción o de trincheras que vigilar, lo que aparecen son imágenes de refugiados, de niños desvalidos o mujeres oprimidas y de catástrofes naturales, en las cuales los soldados ejercen las bellas funciones de proteger y ayudar. El guión que acompaña a las imágenes del anuncio no puede ser más cordial:

Así pues, las viejas arengas militares, imperativas y exaltadas, se las ha llevado el viento y en su lugar ha hecho aparición esta manera informal y de tuteo que todos los publicistas usan para dirigirse a los jóvenes y venderles su producto.

Está muy bien pensada la campaña del Ministerio de Defensa y me imagino que estará teniendo éxito. Pero tengo una objeción a la misma, no tanto por lo que dice sino por lo que calla. ¿De verdad que las Fuerzas Armadas sólo son una especie de ONG de ayuda humanitaria? ¿Su función se limita a ayudar y proteger a desvalidos, cual moderno Don Quijote? ¿No se estará vendiendo nada más que una imagen atractiva y positiva para que los jóvenes sean captados, evitando toda referencia a lo desagradable y hasta repulsivo? Me temo que, al igual que ocurre con tantas otras cosas, se quiera dulcificar algo agridulce y presentarlo light para que sea aceptable. Pero ¿qué si un día, Dios no lo quiera, nos vemos envueltos en un conflicto armado en el que hay que tomar parte activa en el aspecto bélico? ¿Qué les ocurrirá a esos reclutas enrolados en las Fuerzas Armadas bajo la premisa de que ello era sinónimo de mejorar el mundo, si un día tienen que disparar contra un enemigo que les dispara a ellos? Es muy amable la imagen de ONG, pero sólo es válida mientras se dan unas circunstancias favorables; mas en el momento que cambien, y pueden cambiar, todo ese cuadro idílico se vendrá abajo. Como en el mítico tango titulado Silencio de Carlos Gardel:

La publicidad del Ministerio de Defensa magnifica lo positivo y silencia lo negativo, siendo parcial y estando a un paso de poder ser calificada de engañosa, no siendo diferente de mucha otra publicidad.

El problema es que los cristianos podemos entrar en la misma dinámica, presentando a nuestra generación un evangelio adaptado, de acuerdo a la demanda. Pero no es ésa la manera en la que Jesús lo hizo, tal como vemos en el pasaje bíblico de más abajo.

Ahí confronta rigurosamente a sus contemporáneos con las condiciones necesarias para seguirle a él, condiciones exigentes y que demandan todo de cada uno, hasta la propia vida.

Y es que Jesús no vende mensajes atractivos para ganar adeptos, como hacen los publicistas actuales, sino que nos dice la verdad, con todas sus consecuencias. A primera vista parece un mensaje crudo y contraproducente, pero a la larga es el camino seguro a la vida