Pero en fin, parece que hasta un pensador como Peter Singer recurre al manido artificio usado por tantos de deslegitimar al adversario, no por el razonamiento y la argumentación, sino por el uso fácil de un término peyorativo. Por favor, sean un poco más originales, porque ya resulta cansino escuchar y leer por todas partes el término fundamentalista aplicado a diestro y siniestro para denigrar a alguien. Es una evidente demostración de debilidad intelectual el usar siempre el mismo cliché. Al final va a resultar que los inteligentes acusadores son culpables de lo mismo que imputan a sus obtusos acusados: estrechez de ideas y poca materia gris en el cerebro.
Pero yendo al artículo en cuestión de Singer él ve el año 2005 como un punto sin retorno en la diatriba sobre el concepto de la vida humana. Y para ello se apoya en el reciente logro que unos científicos surcoreanos han realizado en el laboratorio al conseguir clonar células madre humanas reemplazando el núcleo de un óvulo con el núcleo de una célula ordinaria. Esto, según él,
‘…debilita la idea de que los embriones son preciosos porque tienen el potencial de llegar a ser seres humanos. Una vez que se hace evidente que cada célula humana contiene la información genética para crear un nuevo ser humano, los viejos argumentos para preservar los embriones humanos “únicos” se desvanece.'En primer lugar, da la impresión de que Singer tiene muchas prisas por llegar a determinadas conclusiones, porque su tesis se basa en un trabajo de laboratorio realizado muy recientemente. Pero dejando aparte sus prisas, que nunca han sido buenas consejeras, su razonamiento tampoco se sostiene, porque antes de que los científicos surcoreanos lograran, según él, acabar con la singularidad de cada embrión humano, ya la propia naturaleza nos había dejado evidencias de que dos seres humanos pueden ser genéticamente idénticos, caso de los gemelos (que proceden de un solo óvulo y un solo espermatozoide), y, con todo, ser únicos. Así que la identidad genética no es sinónimo de pérdida de singularidad personal. Si bien la personalidad está determinada por la genética, no está circunscrita a ella. Por lo tanto, aquí ha de haber otro factor que la ciencia no puede aprehender porque está más allá de lo que un microscopio puede captar y ese factor no es otro que la componente inmaterial o espiritual de cada persona que la hace única.
El corolario de Singer es el siguiente:
‘Cuando la ética tradicional de la santidad de la vida humana se demuestre que es indefendible tanto al comienzo como al final de la vida, será reemplazada por una nueva ética que reconocerá que el concepto de persona es distinto al de miembro de la especie Homo sapiens, y que es la categoría de persona y no la de pertenencia a una especie lo que es significativo para determinar cuándo es incorrecto acabar con una vida. Entenderemos que incluso si la vida de un organismo humano comienza en la concepción, la vida de una persona -es decir, como mínimo un ser que tenga cierto grado de autoconciencia- no comienza tan pronto. Y respetaremos el derecho de gente autónoma y competente a escoger cuándo vivir y cuándo morir.'
Esa nueva ética a la que se refiere Singer plantea un grave problema: el de establecer dos categorías bien diferenciadas, la de humano y la de persona. La de humano viene dada por la pertenencia a la especie
Homo sapiens, pero la de persona por la posesión de un cierto grado de autoconciencia. Así pues, según esa ética, hay humanos que todavía no son personas y personas que, llegado un momento, descienden a la categoría de humanos. Esto recuerda a ciertas antropologías que desembocaron en genocidios aberrantes que fueron realizados en nombre de una ideología.
Además, la cuestión se agrava al afirmarse que se adquiere la categoría de persona cuando se tiene un cierto grado de autoconciencia; entonces ¿dónde está la raya que determina el nivel de ese grado? ¿quién la establece? ¿tiene un niño de un año suficiente grado de autoconciencia o hay que esperar a que crezca algo más para considerarlo persona? Da miedo pensar que las tesis de Singer puedan ser asumidas un día jurídicamente. Y es que al romperse la unicidad de las categorías de humano y persona se termina construyendo una antropología del terror… Pero todo se andará, como ya se ha demostrado con algún otro desvarío que hasta hace poco era impensable en España y ahora es ley.
Lo curioso de Singer es que saltó a la fama mundial cuando hace años escribió un libro, Animal Liberation (1977),
en el que defendía los derechos de los animales. La idea motor sobre la que se basaba su principio era que los animales no están en una posición inferior a los humanos sino que comparten con éstos el mismo estatus moral. ¡A lo que lleva el darwinismo! En su libro razonaba que esos derechos van más allá de la mera concienciación sobre el maltrato y la crueldad, exigiendo que fueran abolidas todas las formas de explotación animal, incluyendo el uso de animales para experimentos científicos y médicos o como fuentes de entretenimiento (por ejemplo en circos, rodeos, carreras, corridas, etc.). Está muy bien todo eso, aunque no creo que en España lleguen a triunfar sus ideas, especialmente en el campo de la tauromaquia. Pero lo que me parece descabellado es que les otorgue derechos a los animales y se los niegue a los humanos, al rehusarle la categoría de personas a algunos de ellos.
De manera que Singer cuela el mosquito (los derechos de los animales) y se traga el camello (los derechos de los humanos). Claro que ese tipo de contradicciones siempre ocurren cuando se abandonan los fundamentos de la Palabra de Dios. Sí, la verdad es que Singer canta bastante desafinado y sería mejor que en lugar de desentonar como lo hace aprendiera a cantar con un poco más de entonación. Yo, por mi parte, me quedo con la armoniosa melodía de la Palabra de Dios al respecto.
'Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.'
( Salmo 139:16 )
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