Antes de entrar a valorar el artículo en el que Attali razona su vaticinio hay que decir unas palabras sobre el autor. Se trata de un escritor con más de 30 libros en su haber y que fue consejero especial de François Mitterrand en su primera etapa de mandato. Actualmente preside PlaNet Finance, una organización internacional no lucrativa, y da conferencias sobre temas de actualidad.
Al abordar la cuestión de la monogamia Attali comienza diciendo en su artículo que los futurólogos se contentan usualmente con especular sobre cuestiones que tienen que ver con la política, la tecnología o el reparto de poder en el mundo, dejando las cuestiones morales sin tocar porque se piensa que son inmutables.
Pero, afirma Attali, el hecho de que hace doscientos años pocos preveían el divorcio legalizado o la homosexualidad abierta y ahora están aquí, ello significa que los conceptos sobre el bien y el mal, lo aceptable y lo inaceptable, cambian y cambiarán. A continuación define la monogamia como
‘nada más que un útil convencionalismo social que no sobrevivirá. Ha sido raramente honrada en la práctica y pronto se desvanecerá como un ideal. No creo que la sociedad vuelva a la poligamia; más bien nos moveremos hacia una radicalmente nueva concepción de las relaciones amorosas y sentimentales. Nada prohíbe que una persona esté enamorada de varias al mismo tiempo. La sociedad rechaza esta posibilidad hoy principalmente por razones económicas (mantener una transmisión ordenada de la propiedad) y porque la monogamia protege a las mujeres contra los excesos del varón. Pero estas razones se disolverán ante la presencia de nuevas y poderosas tendencias… Así como la mayor parte de las sociedades aceptan ahora las relaciones amorosas sucesivas, pronto se reconocerá la legalidad y plausibilidad del amor simultáneo. Para hombres y mujeres será posible tener relaciones con varias personas, quienes, a su vez, tendrán varios compañeros. Al final se reconocerá que es humano amar a diferentes personas al mismo tiempo… La revolución comenzará en Europa, continuará en América y finalmente llegará al resto del mundo.'
Hay dos cosas en el artículo de Attali que me llaman la atención: una es verdadera y la otra falsa. La verdadera es la descripción de profundos cambios morales que están sucediendo y que van a suceder (aunque en lo de la desaparición de la monogamia tal vez el autor confunde sus deseos con la realidad);
la falsa es la aprobación que hace de los mismos. Falsa es igualmente su definición de monogamia como un mero aunque
‘útil convencionalismo social' . Claro que viniendo de un humanista no debe sorprendernos.
El problema que plantea definir los fundamentos morales como simples convencionalismos sociales es que ese mismo criterio se puede también aplicar a los valores enaltecidos por el humanismo como superiores: derechos humanos, tolerancia o justicia social, con lo cual puede llegar un día o una generación que estime tales valores como meros convencionalismos sociales, a su vez. De manera que nos encontraríamos con el panorama de que el respeto a la vida del prójimo, al ser un convencionalismo social, no sería un valor a ser retenido, siendo susceptible de ser legalizado el asesinato, o que la pederastia podría ser conceptuada como una opción de libertad del individuo, o que las relaciones incestuosas, libres ya del convencionalismo social que ahora las prohíbe, serían perfectamente legítimas. Como la dignidad de la persona es un convencionalismo social será posible que llegue el día en que se apruebe degradar, humillar y torturar al prójimo, ya que un convencionalismo social habrá dado paso a otro.
¡No! protestará Attali y los que piensan como él, en este caso no puede ser así, porque aquí estamos tocando cuestiones fundamentales e inamovibles. ¡Ah! Pero ¿no habíamos quedado en que no existen fundamentos inamovibles? ¿O ese criterio sólo se aplica a lo que tiene que ver con el cristianismo? Hum… aquí hay gato encerrado. Resulta que si los cristianos apelamos a ciertos pilares insustituibles se nos contesta que eso no son más que simples convencionalismos sociales, pero entonces vienen estos expertos a poner los suyos propios y, ésos sí, ésos son intocables. ¿Por qué unos no y otros sí? ¿Quién es el que decide el rechazo de los primeros y la aprobación de los segundos? En otras palabras ¿Dónde está o quién tiene la última palabra para decidir lo que es primordial y lo que es pasajero? Y al dilucidar esto es cuando, bajo toda esa pátina externa de tolerancia, aparece en toda su crudeza la profunda intolerancia del humanismo secular que niega a otros lo que se arroga a sí mismo: el derecho a decidir lo que es trascendente y lo que no lo es.
Alguien dijo una vez que la nueva moralidad no es más que la vieja inmoralidad remozada. Y es que, en efecto, la propuesta de Attali de que
‘es humano amar a diferentes personas al mismo tiempo' no es más que lo que siempre se ha llamado promiscuidad, sólo que hasta ahora era algo vergonzoso y vergonzante y puede ser que llegue un día en que sea honroso y sublime, ya que
‘es humano' . Pero si el criterio final para definir la bondad es lo humano, entonces hay muchas cosas abominables que podemos conceptuar por buenas, ya que son humanas. Por esa regla de tres bueno es lo que hacen las mafias de cualquier clase, porque es humano. En fin, de locos. Lo preocupante es que sujetos como Attali puedan ser asesores de Presidentes. Uno no puede evitar que un frío le recorra la espina dorsal al meditar en la influencia que siniestros personajes pueden estar ejerciendo, en este mismo momento, sobre personas puestas en autoridad. Pero lo peor es que esos personajes no sean sólo asesores sino los gobernantes mismos.
Una cosa está clara: así como Attali vaticina que muchas cuestiones cambiarán, los propios vaticinios que él hace también cambiarán, por lo que su disertación es tan mudable como lo que él pretende mudar. Sólo hay un vaticinio inmutable, y aquí sí estamos tocando fundamentos inamovibles, y es el de quien afirmó que su palabra es más sólida que el cielo y la tierra. Atendamos a la misma.'El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán'
( Mateo 24:35 )
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