Y es que el previsiblemente campeón mundial de Fórmula 1 ha logrado aupar un deporte, que hasta hace poco era cosa de exiguas minorías o de ganadores extranjeros, a las más altas cotas de popularidad en España hasta el punto de haber sido galardonado con el premio Príncipe de Asturias para el Deporte en su edición de este año. La razón que el jurado ha esgrimido para otorgarle tal honor es el ejemplo beneficioso que Fernando Alonso supone para la juventud. La verdad es que no todos los deportistas, ni siquiera de entre los de élite, podrían ser depositarios de tal confianza, pues algunos, que no voy a nombrar pero que son de sobra conocidos, son un auténtico desastre en su vida privada que no es muy recomendable para la juventud, aunque en el campo de juego sean estrellas en cuyos contratos se manejan cifras que marean.
Pero el caso de Alonso con la Fórmula 1 ha tenido sus antecesores con otros deportes que eran cosa foránea o semidesconocida hasta que alguien llegó y, prácticamente de la nada, los encumbró hasta las cimas más altas de popularidad. Estoy pensando, por ejemplo, en Manuel Santana. ¿Quién en España hasta que él apareció hace algo más de 40 años en el firmamento del tenis sabía lo que era eso? Por supuesto sabíamos que se trataba de algo que tenía que ver con raquetas y una bola, pero poco más. Todo en ese deporte, hasta la misma palabra tenis, respiraba aire anglosajón. Hasta que surgió Santana y durante la década de los sesenta puso a ese deporte en candelero rivalizando en popularidad incluso con el mismísimo fútbol. De hecho puede decirse que la extraordinaria pléyade de tenistas que España ha dado en las últimas décadas son hijos o nietos, en un sentido deportivo, de Santana. ¿Alguien sabía algo de golf en España antes de que Severiano Ballesteros ganara el Open británico y el Master de Augusta en la década de los ochenta? Aquello era algo para estrafalarios millonarios o para turistas de alto poder adquisitivo, pero poco apto para el apasionado carácter de los españoles. El dominio propio y la concentración que hacen falta para meter la bolita en el agujero lo hacían apropiado para los flemáticos británicos y sus congéneres estadounidenses, pero muy remoto para latinos como nosotros. Hasta que llegó Ballesteros, rompió los moldes y encumbró al golf. Por cierto, también fue galardonado con el Príncipe de Asturias y también ha tenido ‘descendencia' deportiva en la persona de Sergio García, el joven golfista español que sigue los pasos de su maestro.
El pasaje bíblico citado abajo habla de tres parcelas destacadas de la actividad humana ; el sueño de muchos sería lograr el triunfo en alguna de ellas ya que ello supondría la meta suprema en la vida y la realización de sus más altas aspiraciones. Esas tres parcelas podríamos denominarlas así:
- El campo del conocimiento . En este campo, que el pasaje citado denomina de la sabiduría, podríamos incluir el mundo de la ciencia, de las letras, del arte y del pensamiento. Los grandes nombres que aparecen en las Enciclopedias y en los Quién es Quién a nivel mundial están plagados de personajes que han descollado en alguna de estas actividades, siendo admirados y reconocidos por su talento y aportaciones en esas parcelas.
- El campo del poder . Aquí podríamos incluir a los gobernantes, políticos, estadistas, militares e incluso a todos aquellos que han dado muestras de heroísmo o valor, no solamente en empresas de carácter castrense sino también deportivo o explorador. Son los fuertes, que alcanzan puestos de prominencia y de poder sobre el resto de los mortales.
- El campo de las finanzas . Es decir, el mundo del dinero, donde entrarían banqueros, empresarios y financieros que mueven los resortes económicos de las naciones y que con sus decisiones, inversiones y especulaciones pueden hacer temblar los cimientos de países enteros o reflotar lo que estaba en bancarrota.
La historia de las naciones se nutre de nombres que han destacado en estas facetas y les reserva un sitio de honor en el catálogo de sus registros. De manera que las clases dirigentes, los que dejan huella, los elogiados y envidiados estarían en alguna de ellas. Y es que aparecer ahí supone la fama, la gloria y la grandeza porque es tocar la cúspide, llegar a la cima y entrar en la apoteosis que sólo unos pocos privilegiados experimentan. Y sin embargo…
…Y sin embargo la Biblia, en el pasaje citado, nos dice que esas cosas no son en sí mismas suficientes para que alguien pueda gloriarse en ellas . De hecho, hasta pueden llegar a ser un gran obstáculo para alcanzar la verdadera grandeza. Pero eso lo veremos en el próximo artículo.
‘Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza;
mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce,
pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra,
porque en estas cosas me complazco, declara el Señor.'
( Jeremías 9:23-24 ) Biblia de las Américas.
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